Me reuní hace poco -cafecito con cuñapé de por medio- con un buen amigo, internacionalista y politólogo, docente universitario, exdignatario de Estado con una dilatada trayectoria política y un importante desafío profesional -ahora- para conversar sobre la situación económica, social y política de Bolivia y, como no podía ser de otra forma, terminamos hablando sobre los bloqueos que lamentablemente han pasado a ser el pan de cada día en el país.
Entre las varias coincidencias a las que arribamos a lo largo de la dilatada conversación que sostuvimos -siendo que nos la debíamos desde hace varios años- una de las principales fue que, un mejor futuro para el país, está en las manos de los propios bolivianos, aunque cotidianamente un número reducido de actores incide fuertemente en contra de tal propósito a través de la opinión pública o con sus acciones políticas e ideológicas, no siendo todo lo constructivas que se quisiera, por lo que, un mayor involucramiento ciudadano con voces equilibradas y propositivas, ayudaría a oxigenar el escenario y a construir nuevas realidades.
La segunda coincidencia más importante fue la preocupación sobre el devenir de la sociedad boliviana, siendo alarmante la escalada de conflictos que se da en el país con la proliferación de bloqueos como eficaz instrumento para resolver las diferencias o imponer demandas, ya que, simple y llanamente, el derecho a la protesta degenera en lograr una consigna, justa o no, a través del atropello a los derechos ciudadanos, derivando de ello daños directos o colaterales.
“Ningún bloqueo es bueno”, fue otra coincidencia fundamental, por lo menos, desde el punto de vista que tal práctica implicaría la falta de diálogo o la consecuencia de la improductividad de la concertación, lo que nos llevaría a una sociedad donde se impone “la razón de la fuerza”, pasando por alto la ley y las instituciones, sabiendo cuáles son las posibles consecuencias de ello, como los enfrentamientos que en el pasado produjeron, incluso, bajas humanas.
Pasa que, cuando la fuerza pública llamada por Ley a cumplir y hacer cumplir las normas para una pacífica convivencia entre los ciudadanos, se ve impedida o superada en su capacidad de actuar -sea por valoraciones objetivas o políticas- la consecuencia es que quien gobernará es la calle, bajo la ley del más fuerte, lo que resulta peligroso pues podría conducirnos al caos y a la anarquía.
Entre las soluciones a esta situación, por oposición a la “cultura del bloqueo” que tiende a imperar -sobre todo en Santa Cruz- coincidimos en la urgente necesidad de motivar la “cultura del diálogo y la tolerancia”, sobre la base de la educación y el respeto al orden establecido, como condición indispensable para volver a la normalidad de antes, cuando un paro o bloqueo era la excepción, nunca la regla.
El camino a la superación de esta suerte de cultura del conflicto en la que vivimos de forma casi permanente, debe darse, necesariamente, a través de un diálogo abierto, transparente y constructivo entre la sociedad civil y las autoridades, para permitirnos vivir como una sociedad verdaderamente civilizada, donde el código de conducta social apunte a prevenir el conflicto, gestionarlo rápidamente si se ha producido y, finalmente, sancionar las consecuencias del mismo, a la luz de las normas jurídicas que hacen al pleno respeto de los derechos humanos para acabar con aquello de que “mi bloqueo es bueno, tu bloqueo es malo”.
El Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), dado el alto grado de conflictividad que afecta a las actividades productivas, comerciales y de servicios, con los bloqueos de caminos como principal expresión, lanzó un sondeo de opinión para que la sociedad pueda dar su parecer. El sondeo consistió en 8 preguntas cerradas cuyas sorprendentes respuestas deberían ser una guía a la acción para las entidades públicas y privadas que tienen que ver con el tema, sea para validar las mismas con una encuesta o “ponerse las pilas”.
A continuación, de forma concisa, los resultados obtenidos en términos de porcentaje redondeado para que Ud. saque conclusiones y forme su propia opinión:
¿Está Ud. de acuerdo que se den bloqueos como medida de presión? Un 95% respondió que no.
¿Cree Ud. que debería primar el diálogo en lugar de bloquear? El 97% dijo que sí.
¿El bloquear va en contra del derecho a la libre circulación y al trabajo? Un 97% contestó que sí.
¿Ha sido Ud. afectado, directa o indirectamente, por algún bloqueo? El 95% respondió afirmativamente.
¿Considera que los bloqueos perjudican el desarrollo de Bolivia? Un 98% dijo que sí.
¿Cree Ud. que los bloqueos dañan la imagen internacional del país? El 98% opinó que era así.
¿Diría Ud. que bloquear caminos es un delito por el daño que provocan? Un 90% respondió, sí.
¿Estaría Ud. de acuerdo que se sancione a los bloqueadores? El 89% dijo, sí.
Con tan contundentes resultados… ¿Alguien puede dudar que el bloquear está mal? ¡¡¡No puede ser que unos pocos compliquen la vida a millones de bolivianos!!!
Gary Antonio Rodríguez es economista