Los Viejos Soldados, denuncias e historias de amor

Tuve oportunidad de asistir a una función de la última película de Jorge Sanjinés, Los Viejos Soldados, que acaba de ser estrenada en medio de un merecido homenaje a un boliviano que ha hecho una larga carrera en el cine boliviano y que es sin lugar a dudas uno de sus principales directores. Advierto, estimado lector, que este artículo contiene algunos spoilers.

La película ha roto la mala racha de un par de producciones previas del autor; ahora presenta una historia “redonda” que se puede ver como una historia de amor entre dos hombres, (aunque sin sexo) y que tiene también un poco un retrogusto a lecturas del pensum escolar de hace 50 años; incluso hay algo de “La Niña de sus Ojos” de Villamil de Rada.

Actuaciones buenas y convincentes en los actores principales, bastante aceptables en el resto del elenco, con una ambientación sin errores garrafales, aunque a veces con un poco de coreografía de ballet folklórico, la película es también un recorrido no solo de la Guerra del Chaco sino de otros eventos de la historia de Bolivia hasta mediados de los años 60: los protagonistas hacen referencias a 30 años de distancia desde la última vez que se vieron.

La historia relata la profunda amistad entre estos dos hombres, uno de la ciudad y el otro del campo, los dos con apellidos nobles: el primero, Fernández de Córdova, uno de los más altisonantes de Sucre y relacionado de alguna manera a una importante familia del imperio español; y el otro, Choquehuanca, relacionado a los caciques de Asángaro y descendientes de Paullu y Huayna Capac (no son un detalles nimios). Esa relación tiene rasgos de bonhomía, tan usuales en el mundo castellano. Guillermo salva la vida de Sebastián, Sebastián deserta y pone en riesgo su vida por Guillermo; luego se separan y la vida se encarga de hacer que no se reencuentren hasta 30 años después. La última escena es extraordinaria, aunque la penúltima pudo haber sido también un gran final del filme.

En esta historia intima de dos hombres que luego de la guerra siguen caminos contrarios, uno sumergiéndose en el campo y el otro un tanto devorado por la burocracia y el poder sindical, me ha llamado la atención un detalle que no puede ser pasado por alto. Es la acusación que hace Sanjinés al Ejército Boliviano de que se violaron a las mujeres de sus futuros reclutas, un crimen de guerra atroz y no conocido en otras latitudes. No soy experto en el tema de la Guerra del Chaco, pero conozco algo y había leído sobre los reclutamientos forzosos en el altiplano, pero nunca sobre violaciones a las mujeres en esos procesos.

Si ese extremo es verdadero, si hay fuentes que puedan sustentar mínimamente ese crimen, la película es doblemente valiosa; si se trata de un detalle inventado, el asunto no sería honesto y es injusto para con los oficiales bolivianos que lucharon en esa guerra.

El cine, cuando tiene referencias históricas o está inspirado en hechos reales tiene una gran responsabilidad puesto que cala en el imaginario de la gente; a veces puede llegar más lejos y determinar políticas de Estado. Eso paso con Yawar Mallku, también de Sanjinés. En la película nunca se mencionó al Cuerpo de Paz de EEUU, pero se creó una narrativa que terminó con la expulsión de esa institución de Bolivia y Perú.

El cine, sobre todo el cine comprometido, vale decir, el cine de denuncia, tiene que ser responsable. En Los Viejos Soldados se pueden ver situaciones de racismo, que no ha sido superado aún en nuestra sociedad 90 años después de la Guerra del Chaco y debe ser denunciado donde se puede y cuando se puede. Y más allá de que cómo lo nuestra la película, la guerra fue un espacio donde el racismo fue enfrentado.

Con esta película Sanjinés abre un par de debates muy importantes: ¿tuvo el Ejército de Bolivia violadores en su seno? Si no los tuvo, ¿es aceptable poner esa denuncia en una película con la coartada de que se trata de una historia de ficción?