La segunda parte del proceso electoral de 2025 es de los candidatos a la Vicepresidencia.
La gente no está tan al pendiente de Paz y Quiroga como lo está de sus acompañantes, Edmond Lara y Juan Pablo Velasco. Lamentablemente, la atención ciudadana está determinada más por facetas negativas que positivas, lo que demuestra el alto nivel de morbo que inunda las redes sociales.
¿Qué se está hablando de Velasco? No se dice nada de sus propuestas, ni de su plan de gobierno –que no recuerdo que haya expuesto hasta ahora–, sino de sus peculiaridades, especialmente de su visión respecto a los habitantes de Bolivia. Por los mensajes que envió hace 10 años, se deduce que él era de aquellas personas que perciben a los bolivianos a través de esa división simplista de cambas, collas y chapacos que no tiene sustento histórico y, por lo tanto, no es científica.
El problema está en el manejo discriminatorio del gentilicio colla, aplicable a la cultura que se desarrolló en las orillas del Lago Titicaca, cuando se lo utiliza con carácter peyorativo. En el oriente del país existen personas –pocas, pero poderosas– que creen que todos los habitantes del occidente son collas y así los generalizan. Eso es demostrar una tremenda ignorancia porque, en el periodo prehispánico, existían varias otras culturas en lo que hoy es Bolivia, y la de los collas apenas era una de ellas que, además, como ya apunté, estaba circunscrita a las áreas ribereñas del gran lago.
Velasco llegó a decir –como lo comprobaron las dos verificadoras del país– que había que matar a los collas y, hasta ahora, no tuvo el valor de admitir su error. Si lo hiciera, podría pedir disculpas y proseguir con su campaña, pero optó por la negación. Gran error.
Por el lado de Lara, los cuestionamientos son más numerosos y preocupantes. Su conducta de los últimos días mueve a pensar que es una persona con una alta dosis de autoritarismo, peligrosa para aquel que tiene la misión de conducir al Órgano Legislativo, y sin demasiadas ganas de corregirse.
Me preocupa la visión generalista que tiene sobre la prensa. Él, como expolicía, debería saber que las generalizaciones son perjudiciales y muchas veces inexactas. Así como hay policías buenos y malos, también hay periodistas buenos y malos, pero no por estos últimos vamos a juzgar a todo el gremio.
La conducta de los políticos respecto al periodismo es una de las mejores maneras de medirlos. Si se estrellan contra la prensa es porque son incapaces de tolerar las críticas o señalamientos, así que optan por atacarla. Eso revela un alto grado de intolerancia y rechazo a la fiscalización pública.
Por lo poco que he apuntado, ninguno de los candidatos a la Vicepresidencia tiene la idoneidad necesaria para desempeñar ese cargo. Como ya solo podemos elegir entre los dos, es posible afirmar que tendremos otros cinco años de un vicepresidente raro, con la suficiente sangre fría como para modificar la orientación de un reloj, solo porque puede hacerlo.
Oscuros días nos esperan.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.