Bolivia, país minero por naturaleza y por destino, tiene ante sí la oportunidad de redefinir su relación con los recursos naturales. De cómo lo haga dependerá no solo la competitividad de su minería, sino la posibilidad de construir un proyecto nacional.
Brújula Digital|05|11|25|
Diálogos al café Marcos Escudero
Diálogos al Café Marcos Escudero centró su reflexión en la minería, pilar histórico y económico del país. Con base en su libro Capital y trabajo. Historia de la minería en Bolivia, José Peres Cajías y Nigel Caspa, pasaron revista a 125 años de trayectoria del sector, proponiendo una lectura renovadora sobre las relaciones entre economía, política y sociedad.
Rolando Jordán destacó en sus comentarios la relevancia del enfoque metodológico y abrió un debate sobre las tensiones históricas que aún atraviesan al sector minero boliviano.
Capital, trabajo y equilibrios institucionales
La exposición de los autores partió de una idea central: entender la minería boliviana como un espacio donde confluyen y se enfrentan dos tipos de poder, el de las normas formales (de jure) y el de los actores económicos y sindicales (de facto).
De esa interacción surgen “equilibrios institucionales” que marcan cada etapa del desarrollo del sector. A través de un marco interpretativo propio –que combina historia y economía–, los autores identifican siete equilibrios institucionales entre 1900 y 2025, cuestionando las periodizaciones clásicas y revelando que la relación entre capital y trabajo fue siempre una negociación de fuerzas.
El estudio se apoya en una amplia base de datos que reúne cifras de producción, exportaciones y empleo durante más de un siglo, disponible de forma abierta para investigadores.
A partir de esta evidencia, Péres Cajías mostró cómo la participación del PIB minero alcanzó su auge con el estaño en la primera mitad del siglo XX, cayó con la diversificación económica posterior y volvió a repuntar con la expansión aurífera reciente. El análisis de los mercados revela, además, un viraje estructural: la pérdida del peso de Estados Unidos y Europa frente al ascenso de los destinos asiáticos.
Caspa explicó que esta mirada integrada permite comprender la minería no solo como motor económico, sino también como reflejo de pactos sociales y políticos. La combinación entre capital, tecnología y ley mineral, sumada a la estabilidad o inestabilidad política, determinan la capacidad de inversión y renovación del sector. De ahí que la historia minera de Bolivia deba leerse como una sucesión de equilibrios entre intereses divergentes, más que como una simple alternancia de periodos de auge y crisis.
Nacionalización, rentismo y futuro minero
El debate se centró en los efectos de la nacionalización de 1952, la evolución de Comibol y el papel de las políticas estatales y sindicales. Rolando Jordán subrayó la importancia del periodo 1963-1968, cuando el Plan Triangular introdujo criterios de racionalidad empresarial y generó cierta rentabilidad. Los autores coincidieron en su relevancia, pero argumentaron que esos avances no fueron sostenibles ni política ni económicamente.
La discusión derivó hacia una mirada crítica sobre la nacionalización misma: inevitable en su contexto histórico, pero fallida en su proyección. Varios coincidieron en que el mayor legado negativo fue la consolidación de una cultura rentista que asoció prosperidad con subsidio estatal más que con eficiencia productiva. Los expositores advirtieron que superar esa herencia exige una nueva narrativa que reconcilie apertura a la inversión privada con objetivos sociales y ambientales.
El intercambio incluyó reflexiones sobre la figura del emprendedor y el destino de las rentas mineras. Se recordó que los “barones del estaño” sí diversificaron inversiones en agricultura, energía y salud, generando infraestructura y conocimiento técnico duradero.
Sin embargo, las condiciones estructurales del país y las políticas tributarias desincentivaron inversiones. Desde esa perspectiva, el fracaso de la nacionalización no puede entenderse al margen de las limitaciones del modelo liberal. Ambos –el nacionalista y el privatizador– compartieron aciertos y errores, y su evaluación debe conducir a pensar en un Estado facilitador, empresas competitivas y trabajadores partícipes de la productividad.
En las intervenciones finales se destacó que la minería boliviana enfrenta hoy un equilibrio roto. Tras 20 años de predominio estatal–corporativo, marcado por la expansión del cooperativismo y la falta de inversión tecnológica, el país se ha rezagado frente a sus vecinos. Solo una recomposición institucional –basada en seguridad jurídica, transparencia y sostenibilidad ambiental– permitirá aprovechar el nuevo ciclo global de demanda de minerales críticos.
Consideraciones finales
El diálogo concluyó con una mirada compartida: la minería sigue siendo una columna vertebral de la economía boliviana y un espejo de su historia social. Los errores del pasado, desde el rentismo hasta la ausencia de reinversión, ofrecen lecciones para el futuro.
Tanto Péres Cajías como Caspa insistieron en que el reto actual es construir un nuevo equilibrio institucional que combine eficiencia económica, inclusión laboral y responsabilidad ambiental. Solo a través de un marco racional, informado y negociado entre Estado, sector privado y cooperativas podrá garantizarse la sostenibilidad del sector y su aporte al desarrollo nacional.
La sesión cerró con un mensaje claro: la historia no debe buscar culpables, sino ofrecer herramientas para repensar el futuro. Bolivia, país minero por naturaleza y por destino, tiene ante sí la oportunidad de redefinir su relación con los recursos naturales. De cómo lo haga dependerá no solo la competitividad de su minería, sino la posibilidad de construir un proyecto nacional que una memoria, modernidad y sentido de propósito común.