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H Parlante | 06/02/2020

Los problemas de la antigua oposición

Rafael Archondo Q.
Rafael Archondo Q.

Dicen que solo Evo los mantenía unidos. Falso. El año pasado asistieron astillados a la contienda y tuvo que ser el pueblo, votando por Carlos Mesa, el encargado de unirse desde los recintos de sufragio. Aquel arranque genial de la gente los salvó y sobre él flotaron hasta organizar el actual gobierno transitorio.

Ahora que Evo no está, las diferencias saltan caprichosas. Han dicho que ya no hace falta un frente único, dado que disponen del 70% del electorado (el restante 30 ya se lo regalaron al MAS) y que el 3 de mayo solo queda averiguar cuál de todos ellos concurrirá a la segunda vuelta para derrotar a Arce Catacora. Pan comido. Olvidan, a ratos, que los escaños parlamentarios se definen en primera vuelta y que de ellos depende la conformidad o la cordura en el recuadro extendido de la plaza Murillo. 

Los cívicos cruceños los convocaron a bajarse este fin de semana, pero prefirieron subirse al pináculo de sus enconos. Lo único que vimos fueron acusaciones, reproches y un torneo de bíceps para saber cuál peleó más contra la depuesta “dictadura” de sindicatos y juntas.  Horas después, varios de ellos no fueron capaces, ni siquiera, de completar sus listas de candidatos.  

De tanto en tanto pronuncian la palabra “democracia”, pero todos confeccionaron sus nóminas de posibles parlamentarios en apartados rincones cibernéticos. Continúan siendo clubes de amigos o asociaciones de exalumnos. ¿Cómo sorprendernos entonces de que hayan perdido casi todas las elecciones desde 2005 hasta anteayer?

En 2009, la exoposición cruceña se partió en dos. El asalto armado al hotel Las Américas puso a varios líderes del oriente sobre la ruta del exilio. Los que se quedaron en el país encontraron un “modus vivendi” con los nuevos amos de la política central. Rubén Costas y su entorno abandonaron la consigna del “todo o nada” y acertaron al pensar que la moderación sería la única herramienta para contener al monstruoso enemigo que tenían delante. Su paciencia ayudó a construir un perímetro básico de protección, un oasis donde descansar y seguir conspirando. 

Por su parte, los exiliados, pero también los presos, enfrentaron la situación adversa, a veces con heroísmo, pero también con ácido rencor. La caída de Evo no ha ayudado a sanar heridas. Estos resquemores han llevado a que Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho caminen ahora por senderos electorales divergentes. Ella representa a los que pactaron, los “Demócratas”; él, a los que movidos por su radicalidad, estaban dispuestos a incendiarlo todo. Aunque Camacho encarna una singular forma de expandir y tender puentes para hacer digerible la identidad cruceña, su agrupación, “Creemos”, ampara a varios de los que en 2009 se atribuían haber cavado la última trinchera contra el comunismo. La fractura de la élite cruceña, patrocinada por el MAS en 2009, sigue entregándole frutos al proyecto político orquestado ahora desde Buenos Aires.

A la orilla de ese tráfago de rencillas, trastabilla la fórmula Mesa-Pedraza, privada de sus principales aliados y condenada ahora a promover algún efecto reflejo de carácter masivo, que lleve a muchos a repetir su voto así sin más, por puro apego a la perseverancia. Rehén de su formidable ascenso 2019, Mesa no puede desistir así sea para no estropear su próxima autobiografía. Por lo escuchado hasta ahora, la presunción de Comunidad Ciudadana (CC) parecería ser que la gente vota por propuestas como si se tratara de una licitación en un salón formal de disertaciones cifradas. 

La exoposición no parece percatarse de que la pregunta central de estos comicios no terminará siendo: ¿quién sustituirá al MAS?, sino ¿vale la pena hacerlo aún ahora que Evo no está?  Sin haber vencido, los políticos que se columpian sobre pititas ya se están repartiendo la túnica del vencido. A mí me da la sensación de que aún no se lo merecen y que su reposición en el escenario electoral depende mucho de su resignación sincera a mezclarse con la gente a la que consideran una misteriosa minoría ciega y manipulada.

Solo en la medida en que la exoposición retome el gesto que tuvo ganando en 2008 la gobernación de Chuquisaca con Sabina Cuéllar, podrá relevar o reajustar el Estado Plurinacional de acuerdo a la conveniencia general. Solo resta recordar que de manera fresca e intuitiva, Jeanine Añez lo estaba logrando hasta que selló su funesto acuerdo con Doria Medina.

Rafael Archondo es periodista.



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