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En voz alta | 18/08/2025

Los motivos de mi voto

Gisela Derpic
Gisela Derpic

17 de agosto de 2025, Día de la Bandera de Bolivia, de elecciones generales, las más cruciales desde 1982. Como decían los expertos, este día marcará un hito en el cierre de un ciclo abierto a principios del siglo XXI, de resultados devastadores para el país.

Se llegó a este momento después de una larga acumulación de frustraciones y expectativas en la cual la única certeza fue –y sigue siendo– que todo puede pasar. El manejo abusivo del poder ha sido tan excesivo, las trampas, embustes y la impunidad de tan enorme proporción que la lógica conclusión es que los masistas, de cualquier tono, pueden siempre sorprender hasta el punto de que la imaginación de las mentes sensatas no alcanza a sospechar siquiera los ingredientes del cocimiento que pueden haber puesto a hervir.

Por eso, al concluir la jornada electoral, no resisto el impulso de compartir lo que pienso y siento, como parte de mi deber cívico.

El último pensamiento que tuve anteanoche antes de entregarme a los brazos de Morfeo, fue la radical importancia de la democracia como condición necesaria para la prosperidad social, presupuesto ésta de la felicidad individual, dependientes ambas de la libertad. Sí, de ese valor supremo por el cual cada persona tiene derecho a pensar, decir y hacer sin otro límite que la libertad de los demás, sin sufrir por ello el abuso de poder.

La libertad que no se opone a la justicia; por el contrario, se correlaciona con ella como Antonio Escohotado lo deja claro en una entrevista con Jesús Quintero publicada en YouTube con el título “De la soledad al heroísmo trágico” en la cual aborda entre otras cuestiones a la pobreza y tomando el ejemplo de Arabia Saudita, dice que la riqueza desmesurada de los reyes se contrapone a la pobreza de los saudíes que “toleran que vengan sus reyes en jumbos 704, dos y tres jumbos para aprovisionar, que van a pasar quince días en Marbella” mientras ellos están sumidos en la pobreza y la violencia.

Apunta que no es un pueblo digno aquel que permite que su nivel de vida vaya bajando mientras quienes tienen el poder se enriquecen desvergonzadamente. Añade que la culpa de tal situación la tiene el pueblo y no los autócratas abusivos y corruptos, y afirma que “lo que hace de los pueblos unos colectivos prósperos, es que tengan derecho”. Aclara: “que no sean súbditos”. Y sólo tienen derechos los ciudadanos, y sólo hay ciudadanos allí donde hay democracia de verdad, con todas sus cualidades. En plenitud.

Así se explica por qué en tantos países de la tierra donde no hay democracia y las personas están sometidas al poder, despojadas de la calidad ciudadana, la pobreza crece mientras la riqueza mal habida de los dictadores también lo hace. Como en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

Ahí radica el fundamento de mi decisión de votar en esta elección, en mi conciencia de la dignidad que tengo por ser humana. Lo hice en ejercicio ciudadano de mi derecho a pronunciarme en secreto después de haber hecho un balance sereno de las cualidades y defectos de las candidaturas de la vereda democrática a mi disposición. Con tal base, mi contribución ha sido instar a mis conciudadanos a votar válido y a participar del control electoral, habiéndome abstenido de apoyar públicamente al candidato por quien votaré pues hacerlo me parece impertinente y pretencioso.

Decidí mi voto sin exigir a nadie perfección, pues nadie la tiene; sin pasar por alto que el pasado de todos en parte los condena y que en sus listas se colaron algunas alimañas. Lo hice con sabor a poco por la ausencia de una opción renovada y con la esperanza de que no tarde mucho en surgir. Asumiendo que en esa carencia tienen mucho que ver mis propias omisiones y me dispondré a salvarlas en cuanto me sea posible en el futuro inmediato. Emití mi voto válido con la certeza de que es imprescindible derrotar al masismo por razón de vida o muerte. Lo hice para participar en la conformación de un nuevo gobierno que, por todas las evidencias procuradas durante los últimos meses y de no mediar fraude y manipulación, será democrático porque el autoritarismo populista sufrirá una derrota contundente y merecida.

Así, voté con eficacia, condenando la trampa del voto nulo y blanco, pues ahora es ineludible la responsabilidad de involucrarse con todo en la recuperación democrática para sacar al país del foso del desastre. Además, porque los votos nulos serán reputados como apoyo a las consignas de uno de los principales culpables del hundimiento de la República de Bolivia.

Mi pesquisa cotidiana del sentir ciudadano arroja como resultado que la mayoría de los bolivianos hace tiempo ha decidido por quienes no va a votar y esto es irreversible. En esta hora las cartas echadas se revelan a favor de la recuperación del país de tan malas manos en que estuvo desde 2006, y lo celebro, sin dejar de sugerir que no bajemos la guardia ante cualquier intento de frustrar la segunda vuelta y que renovemos nuestra decisión de seguir luchando por la libertad para la prosperidad nuestra y de nuestros descendientes.

Gisela Derpic es abogada.



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