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La Escaramuza | 14/08/2023

La unidad y las alianzas de oposición

Renzo Abruzzese
Renzo Abruzzese

Los esfuerzos por la unidad de la oposición han empezado a proliferar de manera acelerada en los últimos meses. Grupos ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil organizada e iniciativas individuales se han dado a la tarea de propiciar algo así como una mesa de unidad capaz de hacer frente al MAS el 2025. La preocupación de estos grupos es obvia y totalmente justificada, el problema es que ninguno de ellos parece contar con la convocatoria suficiente, a lo que se debe sumar una indiferencia sospechosa por parte de los partidos de oposición que, siguiendo la tradición caudillista propia de la cultura política nacional, prefieren apostar al tiempo para ver como finalmente se proyectan poco antes de las elecciones.

Esta vocación suicida de la clase política nacional no es nueva, ya la vimos antes y aun sufrimos sus consecuencias, lo nuevo es que hacerse la ilusión de que solos o con alianzas precarias se ha de vencer al MAS es una ingenuidad muy próxima a la estupidez. Lo que sucede es que les cuesta enormidades percatarse de que toda la estructura perceptiva, cognitiva y comportamental que despliegan, ya no corresponde a la actual realidad sociopolítica de la nación. Nuestros políticos, los de antes y alguno de los “emergentes” no han comprendido que la política, la manera de hacer política es una consecuencia de las características de un momento histórico determinado, y en consecuencia si están pensando en los mismos términos en que se pensaba una “alianza”, un “acuerdo” o un arreglo para enfrentar al MAS en los términos en que estas maniobras estratégicas se hacían en las postrimerías del siglo XX, están totalmente fuera de la realidad.

Las alianzas de hoy no son ideológicas son identitarias, los aliados son bloques de identidades ciudadanas y no corpus doctrinales. No requieren una profunda discusión y un análisis exhaustivo de los principios programáticos de las fuerzas que pretenden aliarse, hoy las alianzas son el acuerdo en torno a demandas y expectativas ciudadanas que podrían tener cualquier tinte político, y podrían justificarse tanto desde la derecha como desde la izquierda, desde el indigenismo milenarista como desde la democracia liberal. Hoy la política se acuerda en función de las necesidades del ciudadano de a pie, ya no desde los principios doctrinales, y tampoco desde los preceptos ideológicos que, sin excepción, periclitaron después de la caída del Muro de Berlín.

Hubo un tiempo donde las alianzas pasaban por la coincidencia de algunos postulados “históricos” irrenunciables. Conllevaba esto un compromiso de ejecutar un plan de gobierno que cuadrara en la visión ideológica de las partes, aunque esta “afinidad” estuviera años luz de las expectativas del ciudadano común. El resultado fue desastroso, solo habría que mirar lo que pasó en la URSS, Cuba o cualquier país del bloque socialista en el siglo XX.

Hoy los grandes movimientos políticos se basan en la afinidad con las necesidades comunes, en las demandas que emergen de la vida cotidiana, en las promesas capaces de ser concretadas sin remilgos ideológicos y en la lectura de la realidad que cada identidad social posee, de esta manera el conjunto de demandas parte de estructuras sociales más cotidianas como de las amas de casa, de las trabajadoras del hogar, los campesinos citadinos, de los fabriles, las trabajadoras sexuales, los jubilados, de los artistas, los músicos de banda, los policías en retiro, los comerciantes informales, de los transportistas, los LGTB, los intelectuales etc.

Los nuevos políticos, nacidos en las organizaciones de la sociedad civil, se sentirán cómodos y proyectarán su propia perspectiva siempre que abandonen los paradigmas de las viejas formas políticas, y se instalen en las dinámicas ciudadanas que son el lugar donde se procesan todos los insumos que un buen líder debe poner en movimiento si quiere acumular el tan codiciado capital político que le permita terciar en elecciones.



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