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El Satélite de la Luna | 10/07/2021

La sexualización de la ciencia

Francesco Zaratti
Francesco Zaratti

Brújula Digital|10|07|21|

Bruna Costacurta, amiga de mis tiempos universitarios, se despidió recientemente de la cátedra de Antiguo Testamento en la universidad Gregoriana de Roma mediante una clase, realmente “magistral”, con lleno total y “standing ovation”, durante la cual relató sus primeros pasos en esas aulas, enfatizando dos aspectos: su condición de “leprosa” ante sus compañeros (instruidos, por supuesto, por sus superiores religiosos) y el trato “neutro” de los docentes que no la penalizaron por ser la única mujer del curso, pero tampoco le concedieron privilegios.

Su mensaje apuntaba a que la inclusión es necesaria y justa, si cumple con dos reglas de oro: no discrimina, ni otorga privilegios. Es un hecho común que, para reparar una injusticia, se busque una compensación que genera otra injusticia; como cuando se favorece a una persona “solo” porque es mujer, porque es pobre, porque es indígena. Actuando así se les hace un flaco favor a esas categorías sociales, a la larga.

En efecto, el fanatismo en cuestiones de género puede llevar a graves distorsiones del desarrollo de la ciencia y de las relaciones humanas, como en el caso que paso a comentar.

La Academia Nacional de la Ciencia (NSA) de EE. UUU. acaba de expulsar a uno de los más prestigiosos investigadores en el campo de la genética evolutiva, el profesor “neodarwinista” Francisco J. Ayala, autor de fundamentales trabajos que he tenido el privilegio de comentar y divulgar en el pasado.

Antes de esa ignominiosa expulsión, la Universidad de California en Irvine (UCI), después de un proceso interno, había condenado al ostracismo académico a su docente estrella, incluyendo el retiro de su nombre de la biblioteca y de las becas de las cuales era el principal mecenas. La falta, interna y laboral, no punible criminalmente, sería su “conducta sexista” con base en testimonios de tres “víctimas”: una autoridad académica (y activista de #MeToo), una colega y una administrativa.

La sanción ha suscitado una fuerte controversia en el mundo científico norteamericano y español (Ayala nació en Madrid hace 87 años y dejó el hábito dominico para dedicarse plenamente a la investigación). Eminentes figuras se han alineado en defensa de su colega, escandalizadas de que “testimonios” y no “hechos” lleven el accionar del mundo científico hacia una caza de “brujos”.

Aparentemente a Ayala no se le ha condenado por acosar sistemáticamente, sino por ofender a colegas de trabajo con palabras y gestos inapropiados según los estándares actuales, como lanzar un piropo machista o saludar (a la europea) con un beso en la mejilla. ¡Con esos criterios, a un pluridoctor “honoris causa” boliviano le esperaría la horca! En todo caso, la sanción es exagerada y cruel, si tomamos en cuenta las atenuantes de edad, cultura y daño real infligido. ¿Habrá, a la larga, docentes varones que se arriesguen a ser tutores de tesistas mujeres?

Por tanto, es una verdadera aberración que el avance de la ciencia, tarea fundamental de la humanidad, sea sexualizado por códigos de ética de alcance disciplinario.

No siempre fue así. Por ejemplo, el joven Leonardo da Vinci pudo continuar su genial carrera artística a pesar de una acusación (gravísima entonces) de homosexualidad y la Inquisición fue tolerante con Galileo, a pesar de haber tenido dos hijas fuera del matrimonio (todo un escándalo para la ética de ese tiempo). Sin embargo, Richard Feynmann, premio Nobel de Física, quien solía condimentar sus amenas clases con chistes machistas (tolerados en los años 60), sigue siendo hostigado por grupos feministas radicales, hasta en su tumba. No dudo que todos ellos hoy en Bolivia estarían recluidos en una cárcel, mientras los parafiscales siguen “investigando”.

*Doctor en Física Teórica, dicente e investigador de la UMSA



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