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06/10/2023
Ortodoxias y heterodoxias

La rosca, la partidocracia, “la derecha” y la casta

Juan Antonio Morales
Juan Antonio Morales

El MNR de los años 40 y 50 utilizaba la palabra “rosca” para englobar a los barones del estaño, al batallón de abogados, políticos y funcionarios públicos que estaban a su servicio y a los latifundistas. Eran, en su discurso, la esencia misma de la anti-nación.

 A principios de este siglo se recurrió al término “partidocracia” para descalificar a los gobiernos del MNR, ADN y MIR que se turnaban en el poder. Como corolario se hacía una alusión peyorativa a la “democracia pactada”. El MAS encontró también un enemigo a quién combatir, “la derecha”. Este calificativo de derecha es de amplio espectro y se aplica a todos los que no son del MAS, aún si son reconocidos militantes e intelectuales de izquierda. El argentino Javier Milei emplea la palabra “casta” para describir a los políticos, a los empresarios y a los funcionarios que, según él, medran en las espaldas de la ciudadanía emprendedora y trabajadora.

Es típico del populismo, sea de izquierda o de derecha, identificar a los supuestos enemigos. Los estudios clásicos de los populismos latinoamericanos como los de Gino Germani (1978) y Torcuato di Tella (1973) se refieren a esta característica. Necesitan de ellos para ganar el apoyo de la población. Es más fácil, en efecto, estar contra alguien que proponer soluciones viables para la economía y sociedad. El MNR fue muy exitoso en su campaña para supuestamente liberar al país de la rosca, lo que no le impidió esforzarse en crear una nueva burguesía (¿una nueva rosca?).

En la retórica del antipartidismo (antipartidocracia), empleada también en Ecuador, se negaba la importancia de los partidos políticos, los que debían ser reemplazados por la democracia directa y participativa. No escatimaban críticas a la democracia pactada, olvidando que en la mayor parte de los países democráticos se tiene gobiernos de coalición. Los pactos entre partidos hacen parte de una convivencia civilizada e incluyente. Esos pactos portan muchas veces sobre la composición de los gabinetes ministeriales, pero dejan intactos los niveles medios de la administración pública.

Aún en el país, si bien alianzas como el Pacto por la Democracia y el Acuerdo Patriótico implicaban una distribución de las carteras ministeriales entre los partidos pactantes, como regla general se respetaba la carrera funcionaria y los favores políticos se hacían en los niveles más bajos de la administración pública. Me acuerdo haber estado en una reunión del BID sobre gobernanza, a principios de este siglo, y allí se mencionó a nuestro país con una mejor administración pública que la de Venezuela y, sorprendentemente, que la del Perú.

Milei, que se presenta al electorado como el gran innovador, tiene como principal objetivo, si no único, desmantelar los poderes de la casta. Entre el discurso y los hechos puede haber una gran brecha. En sus últimas presentaciones Milei aparece rodeado de personas que si no fueran sus partidarios los consideraría de la casta. En particular, su cuerpo técnico está compuesto por economistas jubilados, como decía con sorna un periodista argentino, que ya habían estado en gobiernos anteriores. A los economistas que no lo apoyan, Milei los califica de fracasados.

Ni la rosca ni la partidocracia desmantelaron la administración pública como lo ha hecho el MAS, para colocar a sus adeptos. Aún instituciones muy técnicas como la Cancillería, el Banco Central, la ASFI y la Contraloría General del Estado han perdido funcionarios muy valiosos y han sido sustituidos por militantes del “proceso de cambio”.

Lo más sorprendente es que en el seno mismo del MAS, los evistas califican a los arcistas de derechistas. Los arcistas les devuelven la moneda a los evistas tratándolos de conservadores (léase de derecha). La pelea está a todo dar entre las dos facciones, para deleite de la oposición. Mientras ese ring está muy activo, no hay propuestas concretas para solucionar los acuciantes problemas del país, especialmente de la economía. Solamente hay descalificaciones y débiles justificaciones, tratando al presidente Arce de cajero y este defendiéndose haciendo valer su condición de académico (sic).



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