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En voz alta | 30/09/2024

La provocación del discurso de Milei en la ONU

Gisela Derpic
Gisela Derpic

No podía ser de otra manera. El discurso del presidente de Argentina en la Asamblea de las Naciones Unidas este 25 de septiembre ha provocado, y mucho. Su impronta deriva naturalmente en críticas y apoyos, casi siempre sin medias tintas. Se lo quiere o se lo odia. Punto. Esta vez, el objeto de su alocución se relaciona directamente con un motivo de especial atención de parte de que quienes dedican una parte importante de la vida a los Derechos Humanos; en consecuencia, también es provocativo para ellos.

De principio, conviene recordar que el antecedente de la fundación de la ONU se encuentra en lo que el historiador marxista Eric Hobsbawm define como “guerra total”: la guerra mundial, librada en dos episodios. Esta guerra formó parte del cambio de época a través del cual irrumpió el conocimiento como eje de un nuevo sistema de riqueza, rebasando al de la industria a secas que, a su vez, había desplazado al agrícola.

En el laberinto macabro dibujado con el horror de las trincheras, el holocausto y las explosiones atómicas, germinó poco a poco la conciencia de la necesidad de evitar que algo así suceda otra vez. Así surgió primero la Liga de Naciones en 1926, y la ONU en 1945. Sus objetivos primigenios son: mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar entre las naciones relaciones de amistad y promover el progreso social, la mejora del nivel de vida y los Derechos Humanos, cuya declaración universal, aprobada por la Asamblea General el 10 de diciembre de ese año, es su piedra fundacional. Siendo así, la ONU surgió entre la segunda y la tercera ola.

El presidente argentino reconoció a la ONU el mérito de haber logrado cerrar el paso a otra conflagración bélica mundial y contribuir a un tiempo de integración de los estados para la prosperidad.  Prosiguió identificando una mutación de esta organización hacia un “Leviatán de múltiples tentáculos que pretende decidir no sólo qué debe hacer cada estado-nación sino también cómo debemos vivir todos los ciudadanos del mundo. Así es como pasamos de una organización que perseguía la paz a una organización que le impone una agenda ideológica a sus miembros (…) que, en palabras de su Secretario General exige definir un nuevo contrato social a escala global”. Tal aseveración es igualmente correcta y plantea nuevas perplejidades, casi certezas, de alta preocupación, respecto de las contradicciones que entraña el reconocimiento y profundización de las diferencias culturales como base incluso de la comprensión de los derechos humanos a los cuales se pretende quitar universalidad, a la par que se incentiva, casi coactivamente, la aplicación de conceptos, enfoques y políticas sin la menor consideración de tales diferencias.

La puntualización del mandatario argentino sobre el ingreso de las dictaduras de Cuba y Venezuela al Consejo de Derechos Humanos, cuando existen múltiples y contundentes evidencias de las atroces vulneraciones de estos derechos por tales oprobiosos regímenes, es digna de especial mención y apoyo. Se trata de uno de los fallos más profundos de la ONU que le quita autoridad moral. Que funda una crítica airada exigiendo un viraje drástico al respecto.

Por otra parte, Milei se refirió duramente a “la cuarentena a nivel global aplicada durante el año 2020”, calificándola de un atentado contra la libertad de las personas. Más allá, es injustificable la negligencia en el esclarecimiento del origen del virus SARS-CoV-2 que provoca el COVID 19, como también a estas alturas es indiscutible que el encierro condenó a las economías de los estados a un hundimiento que derivó en el beneficio de competidores criminalmente desleales como la China; como tampoco se puede justificar los daños provocados por la vacunación obligatoria con vacunas no seguras compradas por fuerza por los estados, quedando en evidencia el enorme beneficio procurado en favor de quienes las fabricaron y comercializaron. Todo a promoción de la OMS bajo un discurso que sembró el terror, recurso probado a lo largo de la historia para el sometimiento de las personas.

La ONU nació poco antes de llegar la tercera ola, cuya nota esencial es la incertidumbre, masiva, profunda y cotidiana. En ella cualquier cosa es posible, incluyendo lo insospechado, imprevisible e insensato. Es mayor por la aceleración de los cambios integrada a la intrincada red de causalidad del desorden, conforme anticipó el maestro de la síntesis, Alvin Toffler en sus obras. En la asombrosa dialéctica de tal decurso, el caos se manifiesta en todos los planos. Desde rincones imperceptibles, lo invade todo. Al mundo entero donde viven los seres humanos y a todas sus obras. Como la ONU.

Por ello, hay urgencia de la reflexión y el debate acerca de su futuro. Acerca de las alternativas de reinventar un sistema internacional que recupere la noción de la dignidad de la persona, de su libertad y sus derechos como fuente y destino. Es tiempo de la disipación incubada en el caos para reponer el orden.

Gisela Derpic.



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