Es un libro que vale la pena leer. “Salir del Paso, Tres décadas de violencia guerrillera en Bolivia 1667-1997”, escrito por Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta es una investigación seria y profunda sobre tres intentos de la toma del poder en nuestro país mediante la apuesta violenta por la vía de las guerrillas. En mi opinión, lo más importantes es que estas fueron historias de fracasos porque la población boliviana no apoyó ni se integró a estos proyectos políticos violentos y radicales que nos hubieran conducido al establecimiento de regímenes totalitarios, como hemos visto en los casos de los países en los que triunfaron.
El trabajo de los autores es digno de destacar puesto que refleja más de una década de lecturas, estudios y entrevistas de los referentes claves de tres “ensayos fallidos”, como ellos los denominan, la historia del ELN en Ñancachuazú y el posterior intento de Teoponte y los posteriores casos del EPLN y el EGTK, en los años 90. En este cometido, la búsqueda de la objetividad es muy importante, puesto que los autores rehúyen a la tentación de caer en la construcción del mito revolucionario, o de reverenciarlo y de prolongarlo, especialmente en todo lo que tiene que ver con el Che, investigando por el contrario en las causas de sus fracasos, en su desconocimiento e incomprensión de la realidad boliviana y en las disputas y diferencias entre los principales actores de estas guerrillas.
Invitado a comentar la presentación del libro en Santa Cruz de la Sierra me pareció interesante destacar el capítulo en el cual los autores resaltan “Lo que aprendimos”, pues justamente ese es el fin del estudio de la historia, aprender de los hechos pasados para que las sociedades no los repitan en el futuro. En un país como el nuestro con una historia tan llena de conflictos y con tantas condiciones propicias para explotarlos, es realmente notable que durante todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI, aunque hemos tenido momentos de graves conflictos, incluso con pérdidas de vidas humanas, no se ha llegado a una violencia generalizada y prolongada que hubiera conducido a Bolivia a una guerra civil, como muchos han promovido hasta en periodos muy recientes.
En este contexto, los autores mencionan algo con lo cual coincido plenamente. Los dirigentes de estos intentos fallidos de guerrilla se chocaron con un muro de piedra en la búsqueda de entender la realidad y la idiosincrasia boliviana. En el primer caso, porque eran extranjeros como el Che y los funcionarios del gobierno cubano que llegaron con él a Bolivia, y que como el libro refleja, despreciaban las opiniones de sus contrapartes bolivianas que les desaconsejaban la vía que tomaron, pero también fracasaron los posteriores intentos de Teoponte, el EPLN y el EGTK que fueron dirigidos por bolivianos, con excepción del secuestro del empresario Jorge Lonsdale en el que participaron integrantes del MRTA del Perú, quienes además buscaban beneficiarse con el precio del rescate del secuestrado.
En este aspecto, creo que es muy importante también destacar que, como los mismos autores resaltan, hubo muchos otros políticos bolivianos afines a las ideas que propugnaban los guerrilleros, que rechazaron la vía de la “violencia revolucionaria” y demostraron un mejor y mayor conocimiento de la realidad nacional y de la mentalidad de nuestro pueblo, aunque generalmente su importante aporte a la historia nacional quede olvidado porque la apuesta por la paz de las sociedades no se beneficia del “romanticismo” ni del interés de los escribidores que se dedican a fomentar los mitos revolucionarios.
Al mismo tiempo, el libro refleja, con acierto, el costo que tuvieron estos proyectos violentos de toma del poder, más de 200 vidas perdidas entre soldados bolivianos, víctimas civiles, guerrilleros bolivianos y extranjeros, además de décadas de división y enfrentamiento en la sociedad boliviana.
Por ello creo que lo más importante es destacar que a pesar de todas las ocasiones en las que se ha procurado incendiar Bolivia con la mecha revolucionaria que nos conduciría a un régimen totalitario, las mismas han fracasado, pues existe un arraigo profundo en la población por la reivindicación de la libertad y la democracia. Sin embargo, como se dijo en la famosa frase de Jefferson “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”, de la misma forma, en la defensa de la convivencia pacífica entre bolivianos tenemos que estar permanentemente vigilantes porque vivimos rodeados de incendiarios que para lograr la toma del poder no tienen escrúpulos en promover la confrontación y la violencia.