Para gobernar Bolivia con efectividad y sin sobresaltos se requiere tener el control de las directivas de la Cámara de Senadores y de Diputados, es decir, mayoría parlamentaria. Se entiende que el control de la Policía o de las Fuerzas Armadas es importante, pero ambas instituciones no generan leyes ni desarrollan debate político.
El gobierno de Luis Arce buscó una alternativa toda vez que su bancada parlamentaria quedó dividida en dos, entre evistas y arcistas, fruto de la división dentro del MAS impulsada por los cuestionamientos y demandas de control por parte de Evo Morales, a inicios de 2021.
El anhelado instrumento de cogobierno fue el TCP, que le posibilitó a Luis Arce resolver algunos problemas como, por ejemplo, evitar las interpelaciones a sus ministros o arrebatarle la sigla del MAS a Evo Morales. Sin embargo, la aprobación de leyes y créditos internacionales está amarrada a los procedimientos parlamentarios, es decir, aprobar leyes, con lo cual Arce no pudo obtener préstamos en dólares. Por esta razón, el control y subordinación del TCP al gobierno central le ayudó a resolver problemas parciales.
La implementación de esta iniciativa significó apoyar la autoprórroga de los magistrados del TCP, quienes desde enero de 2024 lo vienen haciendo violando el régimen constitucional de elección de magistrados, además de fraccionar las elecciones judiciales en dos partes, una realizada el 15 de diciembre de 2024 y otra sin fecha alguna, vulnerando los derechos políticos y electorales de la población habilitada para votar de Pando, Beni, Santa Cruz, Cochabamba y Tarija, que representan el 51% del padrón electoral.
Para las elecciones del 17 de agosto se requiere que las opciones políticas tengan una clara estrategia parlamentaria. De inicio, que tengan mayoría y el control de las directivas de Senadores y Diputados; con ello, se pueden asumir medidas de reforma parcial de la Constitución Política del Estado u otras medidas económicas de urgencia.
Pensar en construir una alianza parlamentaria con fuerzas políticas rivales, en una segunda vuelta o posterior a ella, es un camino poco probable.
La reciente experiencia parlamentaria muestra una híperfragmentación de las bancadas parlamentarias, tanto del MAS, CC como CREEMOS. Dicha división no nace de diferencias ideológicas al interior de estas organizaciones, sino de acomodos, espacios de influencia e intereses de orden particular. Se vive una coyuntura de relatividad ideológica, donde grupos con la misma ideología se enfrentan y dividen sin temor alguno.
Adicionalmente, los grupos políticos han perdido varias de sus cualidades: no sólo la reserva ideológica, sino la formación política, la ética y la moral, el nivel intelectual y la gestión del conocimiento, así como la devaluación de esquemas de trabajo y estrategias de logro de objetivos.
Esperemos que en este nuevo ciclo político se pueda comenzar a revertir toda esta crisis de las instituciones partidarias.