Desde ese día, el partido de gobierno ha intentando, sin éxito, olvidar el veredicto popular de 2016 y con ello, tratar de herir de muerte a la democracia. Su argumentación defiende el derecho a ser elegido, pero pisotea el derecho a elegir, en este caso, a elegir que la reelección debe tener límites. Eso fue lo que el electorado boliviano decidió dos veces, cuando aprobó la Constitución en 2009 y cuando rechazó su enmienda aquel 21F.
Este 20 de octubre, el MAS ha vuelto a caer. Su primer lugar, a escasa distancia del de Carlos Mesa, lo ha distanciado sideralmente de la tercera reelección de Morales. Sus posibilidades de triunfo en una segunda vuelta son escasas. Evo debe hacer maletas. Ya era hora.
Este resultado nos devuelve, una vez más, la fe en el pueblo de Bolivia. Así como en 2005 supo reconocer en el MAS una salida necesaria a la crisis política y económica, ahora también ha sido capaz de entender que Evo Morales requiere con urgencia un descanso largo. Que el MAS abandone el poder forma parte del clamor democrático del momento. Sólo así la democracia podrá restablecer sus equilibrios, depurar la soberbia de la clase gobernante y retomar el camino de la reconciliación.
De Carlos Mesa cabe esperar mucho, pero sobre todo la debilidad de los tiempos normales. Lo principal de todo, reorientar la ruta del dinero, descentralizarla, atender las necesidades básicas, reponer autoridades de consenso, y un aparato electoral autónomo y confiable. Nos lo hemos estado mereciendo hace mucho.
Rafael Archondo es periodista.