La misión histórica del MNR y del MAS se ha consumado, la consecuencia estructural de este final se expresa en la crisis de ambos partidos. El MNR hizo crisis cuando el modelo neoliberal penetró a tal punto sus estructuras ideológicas y programáticas, que terminó por eclipsar del todo el sentido histórico del nacionalismo que había encarnado desde inmediatamente después de la Guerra del Chaco, reflejado paradigmáticamente en Busch y Villarroel. El MAS hace crisis el momento en que ya no tiene nada más que hacer en la historia, en tanto y en cuanto todo lo que estaba destinado a hacer era consumar el proyecto de consolidación del Estado Nacional en el horizonte de la modernidad que es, por naturaleza, multicultural y pluriétnica. La refundación del Estado en un Estado Plurinacional fue la forma que adoptó simbólicamente la consumación del proyecto histórico del nacionalismo revolucionario más allá incluso de sus actores políticos de primera línea. Que el MAS-IPSP cometió el garrafal error de racializar el proceso de inclusión es un acto de orden histórico cuyas consecuencias la vivirá el país durante mucho tiempo aún.
Derivado de este proceso, la crisis del MAS-IPSP deviene como una consecuencia estructural. Refleja un momento en que la sociedad exige un proyecto de Estado diferente al que vivimos en los últimos 70 años, y el MAS no lo tiene, siempre trabajó bajo proyecto estatal del nacionalismo revolucionario. En su interior pugnan dos fuerzas antagónicas, una, encarnada por Evo Morales marcada por pulsiones de orden ideológico aferradas a una visión propia del socialismo del siglo pasado, y la otra, encarnada por David Choquehuanca cuyas pulsiones emergen de una estructura mítico-indigenista aferrada a una lectura indianista andina. Ni la una ni la otra tienen posibilidades en el siglo XXI, tanto como ninguna de las dos podrán encontrar un escenario común, la primera, la de Evo se nutre de principios y dogmas ideológicos, la segunda, la de Choquehuanca, de prejuicios raciales, por esa razón son irreconciliables. Arce Catacora cuyo paso por el gobierno solo deja una ininterrumpida interrogante sobre su destino, sus objetivos y proyección, es la muestra dramática de quien está en medio de algo absolutamente coyuntural, es, de alguna manera, el interregno de la lucha interna ente dos polos irreconciliables. Por sí mismo no es socialista ni es liberal, no es indianista ni es “clasemediero”, no es obrero y tampoco campesino, no representa nada más que un mero accidente de la historia.
En el contexto de esta crisis, es sin duda importante el papel de la oposición. Sobre esto habría que notar que la oposición no logra cristalizar en un proyecto sustitutivo porque tampoco ha comprendido del todo el curso que ha tomado la historia, intuye la transición entre dos épocas y le resulta difícil construir una solución de continuidad histórica, cosa, por lo demás, propia de los momentos de transición.
Si las décadas pasadas se distinguieron por un profundo rechazo ciudadano a los partidos y el ocaso de las ideologías, hoy la sociedad exige nuevas ideologías y nuevas organizaciones políticas. No es, como se cree, que el desprestigio de los partidos los ha condenado al olvido, lo que ha quedado archivado es lo que hacían y los paradigmas con que descifraban el país. Hoy todos parecen coincidir en que necesitamos nuevas organizaciones políticas y una ideología capaz de articular con una sociedad civil que ya nada tiene que ver con la que marcaba el curso de la historia hasta los principios del siglo XXI. Los obreros pasaron a segundo plano, los campesinos los sustituyeron, las clases medias se empoderaron, la burguesía como siempre hace un juego de péndulo y en medio de todo emergieron las identidades a despecho de las clases sociales que, además, perdieron perfil como producto del desarrollo de las fuerzas productivas. Vivimos la emergencia de las identidades y de la multiculturalidad. Valen tanto las demandas de las amas de casa como las de los miembros de una organización LGTB. Son igualmente legitimas las demandas de los fabriles que las de los emprendedores, esta nueva dinámica ha creado un nuevo fenómeno, el de la emergencia de la ciudadanía, vivimos el tiempo del ciudadano que se define por sus propias expectativas y modos de ver el mundo, lucha por sus derechos y ha dejado en el olvido la “lucha de clases” como el “motor de la historia” en palabras de Marx. Las grandes luchas políticas hoy en día están determinadas por la cotidianidad, por las expectativas particulares de cada sector de la sociedad en el único escenario que permite un juego tan diverso; la democracia. Nada de esto hace parte de la lectura masista encapsulada por un lado en las doctrinas marxistas derrotadas por la historia, y por otro en las reminicensias de un pasado consumado e irrepetible. Ese es el verdadero origen de su crisis.