Querido José María:
Espero que estés bien. Me preocupa lo que me has contado sobre la situación laboral de tus hijos. Tu hijo recién graduado de la universidad y tu hija que pronto será madre soltera, no pueden encontrar trabajo. Quiero explicarte cómo ellos son víctimas de las normas laborales en Bolivia.
En un mercado laboral libre, el salario se negocia entre el empleador y el empleado, como el precio de una manzana en el mercado. Los empleadores ofrecen pagar según las habilidades y experiencia necesarias, y los trabajadores aceptan lo que consideran justo. Esto asegura que cada persona encuentre un trabajo que corresponda con lo que produce.
También es importante entender que las empresas pagan los salarios con los ingresos de la venta de sus productos. Si las ventas van bien y los consumidores compran más, las empresas pueden pagar salarios. Sin embargo, en tiempos de crisis económica como la actual, contratar personal se vuelve difícil. Si te das cuenta, quien paga realmente el salario no es la empresa, es el consumidor que le compra a la empresa.
El problema se agrava con el salario mínimo impuesto por el gobierno, actualmente de 2.500 bolivianos. Aunque se establece para proteger a los trabajadores, en realidad los perjudica. Pues este salario mínimo al ser mayor que la productividad de algunos trabajadores, las empresas con dificultades para pagarlo optarán por contratar solo a aquellos con más experiencia o habilidades técnicas avanzadas, dejando fuera a los jóvenes como tus hijos, que tienen menos experiencia.
Esto también afecta a las pequeñas empresas y los nuevos emprendimientos, que tienen pérdidas o muy pocas ganancias y no pueden pagar el salario mínimo. Esto limita la contratación de gente y desanima a los emprendedores que toman riesgos. Otros empleadores van más lejos, y se vuelven informales para evitar los costos de ser formales, dejando a los trabajadores sin seguridad social ni derechos laborales. Hoy en días ocho de cada diez trabajadores están en la informalidad ganando menos que el salario mínimo.
José María, además, este Gobierno que se dice defender a los pobres no entiende que históricamente el salario mínimo se ha utilizado para excluir a los menos experimentados y a los más pobres. Por ejemplo, a fines del siglo XIX en Estados Unidos, el salario mínimo, promovido por personas blancas con mayor educación y habilidades en comparación con los trabajadores de color menos calificados, prohibía que estos últimos fueran contratados por salarios más bajos, lo que los condenaba a vivir en la pobreza.
Las normas laborales también afectan especialmente a las mujeres jóvenes, como tu hija. Si se convierte en madre, las empresas pueden preferir contratar a un hombre en lugar de ella, debido a los costos adicionales de licencias y subsidios que implica contratar a una madre.
Todo esto contribuye a la informalidad laboral en Bolivia, donde la mayoría de las personas ganan menos del salario mínimo, y a pesar de los aumentos en las últimas dos décadas, el salario real ajustado por inflación ha disminuido por que se paga sin importar la productividad.
José maría, hay que cambiar estas normas laborales que causan desempleo y se ensañan contra las mujeres. Empezando por la eliminación del Ministerio de Trabajo, la simplificación de los trámites para crear nuevos negocios, la flexibilización del despido, la reducción de impuestos a las empresas, la eliminación de beneficios laborales que frenan la contratación y hay que permitir el trabajo a tiempo parcial y por horas. Así tus hijos si no consiguen trabajo a tiempo completo, pueden conseguir trabajo a tiempo parcial en varios lugares hasta ganar experiencia.
También es importante que las normas laborales sean iguales para todos, tanto para las instituciones del Estado como para las empresas privadas. Eso garantizaría que el gobierno no imponga normas más duras a las empresas que a sí mismo y tendrá más cuidado al implementar políticas laborales dañinas. Igualdad ante la ley se llama, y nos hace mucha falta.
Jaime Dunn es analista financiero.