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Democracia y derechos humanos | 27/02/2025

Izquierda democrática Vs. izquierda trasnochada

Waldo Albarracín
Waldo Albarracín

En general si bien se considera legítimo todo planteamiento ideológico que apunte a la construcción de una sociedad más justa, equitativa, que extinga las asimetrías sociales y condene los mecanismos de explotación irracional e inhumana de los trabajadores, referente principista que sirvió durante el siglo XX y parte del presente para validar la vigencia de organizaciones políticas de izquierda, no es menos evidente que, en cuanto a los resultados concretos se refiere, se advierte que, ni en la región latinoamericana ni en el continente europeo y en ninguna parte del mundo, las entidades políticas que llegaron al poder, sea por la vía revolucionaria o a través de las urnas, en la administración del Estado, los resultados son ostensiblemente negativos, no existe un sólo ejemplo de país sometido a un régimen socialista que haya generado desarrollo económico, desarrollo humano, ni siquiera un régimen de igualdad  de derechos y oportunidades, porque además son sólo las  cúpulas del partido único las que se benefician del poder, reproduciendo un escenario de desigualdad.

Frente a esa situación, cabe el imperativo categórico de la profunda reflexión, incluso la autocrítica sensata para replantearse las ideas que obsesivamente se suele sostener. Quien no puede quitarse las telarañas ideológicas de los ojos para observar con objetividad lo que acontece en la realidad, demuestra su fidelidad a una visión desfasada por la historia o se está quedando estancado en los vericuetos de la mediocridad humana y el oportunismo político para disfrutar desde esas cúpulas de los beneficios materiales que brinda el poder.

En el pasado encontramos una izquierda que utilizó la lucha armada apostando a la revolución, a la luz de los lineamientos de la Tercera Internacional, populista, nostálgica, romántica y con bases académicas. Sus referentes altruistas siguen siendo válidos, pero en los casos que les tocó gobernar, ingresaron en flagrante contradicción, porque terminaron construyendo regímenes autoritarios, intolerantes, aplicando mecanismos de represión ciudadana y persecución política similar a la que la propia izquierda combatió durante las décadas de vigencia de las dictaduras militares de corte fascista como la de Pinochet, Videla, Stroessner, Banzer y otros, al extremo que no especulamos cuando encontramos similitudes entre las dictaduras de Nicolás Maduro con la de Augusto Pinochet, o la de Daniel Ortega con la de Videla o la de Evo Morales con la de Hugo Banzer.

Estas organizaciones políticas que hoy se atrincheran en los foros políticos como el de Sao Pablo o el Grupo de Puebla, son incapaces de obrar con sensatez y espíritu autocrítico, porque le siguen imputando la responsabilidad de sus frustraciones y mediocridades al imperialismo y no ofrecen ninguna propuesta para  generar desarrollo pleno en nuestras naciones, es más, se encargaron de destruir la democracia en varios países, porque no creen en ella y si la toman en cuenta no es por convicción, sino por simple estrategia política, utilizan tecnología de punta para perpetrar procesos electorales fraudulentos, han eliminado el estado de derecho, extinguieron la independencia de poderes y, lo que es más peligroso, le abrieron las puertas a las mafias internacionales para cogobernar con ellos, como es el caso del narcotráfico.

Se trata por tanto no sólo de una izquierda trasnochada en sus ideas, sino de una izquierda corrupta, cupular, antidemocrática y podríamos decir jurásica.  Por culpa de esta izquierda insensata, empiezan a recobrar vigencia como el ave fénix las tendencias ultraderechistas y fascistoides, pretendiendo legitimar los crímenes de lesa humanidad cometidos por los dictadores militares del pasado. El hecho de que estos grupos supuestamente izquierdistas atrincherados en los foros de Sao Paulo o de Puebla, solo hayan causado daño a los pueblos de la América morena, no significa que debamos renunciar a la construcción de sistemas verazmente democráticos través de organizaciones y gobiernos que apliquen políticas de Estado que generen inclusión social, extingan las asimetrías, en aras de la igualdad de derechos y oportunidades.

La izquierda genuina siempre fue humanista, solidaria, democrática, de referentes bioéticos, con profunda vocación de justicia, atributos que los gobernantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia no lo tienen porque hoy están más ocupados en acumular poder y riqueza para beneficio propio, reprimiendo a cuanto ciudadano se atreve a cuestionarlos.

Frente a esa izquierda prostituida plagada de delincuentes de cuello blanco, se torna necesario reconstruir una izquierda con valores que reivindique derechos fundamentales y contribuya a la construcción de países con justicia social y vocación democrática.

Waldo Albarracín es abogado, fue presidente de la APDHB, defensor del Pueblo y rector de la UMSA.



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