Izquierda.
Hubo un momento en América Latina y en Bolivia donde ser de izquierda tenía un estatus moral; pues si ser de derecha era pensar en uno y preservar las ventajas de clase, ser de izquierda era pensar en los otros, los humillados y los ofendidos, los desvalidos y los marginados, en pos de que las ventajas y la dignidad también los alcanzaran. Que la vida no fuera una acequia que canaliza lo mejor y vital hacia unos cuantos jardines, sino una lluvia que riegue generosamente todos los campos. ¿No es esta una actitud noble y desprendida, por tanto, encomiable políticamente y elevada moralmente?
Rolando Tellería (RT) en su columna “Los `izquierdistas` embusteros” (Los Tiempos, 22/05/2023), escribe que izquierda y derecha son términos opuestos, contrapuestos, indispuestos. Y que, en el reparto de valores y principios, los izquierdistas se quedaron con los mejores y más nobles de la baraja axiológica. Presento la lista que él logra recoger: emancipación, justicia social, comunidad, solidaridad, igualdad y libertad. O sea, la izquierda vale porque está henchida de valores. Pero RT da un paso adicional, imprescindible y clarificador, los valores per se no te ennoblecen, lo hace su puesta en práctica. Pasar del dicho al hecho sin quedar en el camino contrahechos.
¿Es el MAS de izquierda?
En la geografía política, allí se ubican y son ubicados. Pero en el ejercicio del poder se torcieron y extraviaron. Y se contentaron con los eslóganes reiterados y los discursos desgastados. Esto denuncia RT con justeza y pertinencia. “En ese sentido, los “izquierdistas” del corrompido y decadente “proceso de cambio”, son, en el fondo, de doble moral. Aparentan ser de izquierda, pero en su médula, son de derecha. De día son socialistas y de noche capitalistas; izquierdistas de corazón, pero derechistas de bolsillo. Critican al imperio, empero, en sus hábitos, son militantes del consumo capitalista y admiradores de sus principales marcas. Predican la sobriedad, mientras que, con la plata del pueblo, viven en la opulencia, con descomunales privilegios. La doble moral en estos “izquierdistas” es omnipresente.”
Nadie en su sano juicio que reivindique los valores de emancipación, justicia social, comunidad, solidaridad, igualdad y libertad, podrá reconocerse, ni moral ni políticamente, como masista. Serlo es simplemente indigno. La fachada se ha vuelto en su contra, desde ya hace varios años les fue extraña y los interpela de pies a cabeza.
Vale la pena recordar lo que hace cinco décadas atrás, Leszek Kolakovski, gran conocedor del alma de la izquierda y el comunismo, escribió en ese libro iluminador El hombre sin alternativa: “La fachada del sistema comienza a veces a vivir su propia vida; y cuando contradice al sistema, despliega y nutre los gérmenes del aniquilamiento de éste (…) Por ello la aceptación de una fachada falsa no es, para cada sistema social, sino un forzado pacto con el demonio, el cual alguna vez exigirá irremediablemente sus derechos”.