Rómulo Gómez en su poema “Desde mi umbral” dice que los cruceños de la década del 20 del siglo XX “gustamos de hablar al viajero porque ha visto cosas que aquí no tenemos...”. Esa cultura dialogal en torno a sillas colocadas en los corredores que causaban malestar a los viandantes de la época se resuelve hoy ingresando al buscador Google y bajando información literal, gráfica, sonora o multimedia.
El viajero que debía traer las novedades, hoy lo tenemos en el tiempo que tarda el pensamiento en pedirla por internet.
Sin embargo, para eso sirven también los viajes y la constatación empírica de la información que necesitamos y, con espíritu crítico y mirando todo con ojos urbanos, turísticos, gestión del territorio, recuperación de oportunidades, puesta en valor del patrimonio, calles peatonales, terrazas amigables, encontramos lo que necesitamos.
Las terrazas sobre el espacio público, la peatonización de los centros urbanos como solución a la soledad de las grandes ciudades, vemos que necesitan de una política pública concertada con la gente que regule calidad de vida, seguridad y economía colectiva. Para cada una de las dificultades, existen soluciones concertadas y por ejemplo, el Mercado de Pulgas como espacio público para vender, cambiar, comprar, objetos con valor histórico, semi utilitarios o inverosímiles, expresados en libros, folletería, cuadros decorativos, adornos, filatelia, numismática, cachivachis, la mayoría de las veces sin precio en el mercado formal, espera para cumplir con la sorpresa del valor sentimental que lo provoca.
Caminando la ciudad de noche, por calles peatonales, terrazas abiertas, transporte en bicicletas, se combinan el patrimonio, histórico, urbanístico, gastronómico que se conjuga con el turismo poniendo en valor las potencialidades y su aprovechamiento. Y no cuesta nada pensar en el Bicentenario en Chuquisaca y Sucre como base territorial, para aprovechar todas estas potencialidades. El patrimonio arquitectónico, los edificios restaurados y puestos en valor histórico y culturales, adquieren cualidades turísticas que generan autoestima por ser importantes y se convierten en lugares que quieren compartirse. Sumo constataciones y evidencias de lo que significa construir un imaginario colectivo en torno al turismo. Es unir lo antiguo y lo moderno poniendo en valor lo que quiere compartirse con la cultura universal expresada en la oferta culinaria que le da la magia al territorio.
Superemos los bloqueos, ¡tenemos que poder, tenemos que poder!