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Columna Abierta | 05/12/2023

Indignarnos contra la tortura

Carlos Derpic
Carlos Derpic

Hace algún tiempo nos referimos a la manera cómo el género humano ha causado sufrimiento intencional a sus semejantes movido por diferentes razones. Estas prácticas son, ni más ni menos, que la tortura y los tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, a los que se refiere la Convención relativa a la materia, aprobada por la Asamblea de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1984, ratificada por Bolivia mediante Ley Nº 1939 de 10 de febrero de 1999.

Estas prácticas continúan vigentes y día a día uno se entera de nuevos métodos que inventan los enfermos mentales que trabajan al servicio de los poderosos o de los transitoriamente victoriosos, para causar sufrimiento a sus adversarios que terminan siendo sus víctimas.

Cuando Estados Unidos invadió Irak, el mundo conoció aterrorizado los métodos que inventaron los invasores norteamericanos, para someter a los infelices que vivían en ese territorio y que eran considerados sospechosos de terrorismo. Las experiencias que muchos iraquíes vivieron en la famosa cárcel de Abu Ghraib fueron feroces y se ejecutaron cumpliendo las órdenes que dio algún jerarca estadounidense: “háganles ver el infierno”.

Después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos puso a funcionar cárceles clandestinas en varias partes del mundo y las torturas, aplicadas a inocentes, se practicaron inclusive a bordo de aviones. Hasta el día de hoy funciona una cárcel para “terroristas” en Guantánamo, en la cual se tortura a los prisioneros.

Alberto Gonzales, un abogado de origen latino que trabajó al servicio del ex presidente George Busch y que llegó a ser Fiscal General de Estados Unidos, cuando estaba en el Departamento de Justicia inventó el eufemismo de los “interrogatorios mejorados” o “interrogatorios intensos”, con los que pretendió encubrir las torturas y los tratos crueles, inhumanos o degradantes a los que se sometió a centenares de prisioneros, porque supuestamente con ellos se obtenía información valiosa acerca de los terroristas y sus actividades.

Golpes en la cabeza, simulación de intentos de asfixia, sometimiento a temperaturas heladas, largos periodos de aislamiento, permanecer en posición fetal por 24 horas sin comida ni bebida … son algunas de las “técnicas de interrogatorio mejoradas” que se utilizan por la gran potencia para el logro de sus fines.

¿A qué se debe esta reflexión sobre estos actos propios de animales irracionales? A que, durante los últimos días, ha circulado en redes sociales un video que muestra a Tonchi Bascopé, miembro de la Resistencia Juvenil Ck’ochala, siendo retirado del hospital Viedma, en el que fue intervenido quirúrgicamente, apenas unas horas después de su intervención.

El rostro de este hombre muestra el sufrimiento que se le está causando, por órdenes del gobierno, a alguien a quien se acusa sin pruebas de haber cometido diversos delitos. Esta es una forma de tortura, trato cruel, inhumano o degradante que se está practicando contra alguien que, durante los lamentables acontecimientos de octubre y noviembre de 2019, actuó en defensa de la vida y la seguridad de la población cochabambina, que había sido amenazada por militantes del MAS.

No es el único. Están corriendo la misma suerte varias otras personas que actuaron en tales momentos: Jeanine Añez y dos de sus ex ministros, Luis Fernando Camacho, Marco Antonio Pumari y otros más. Otras personas, como Marco Antonio Aramayo, José María Bakovic, Fernando Kieffer y Guillermo Fortún, perdieron la vida en las cárceles o a raíz de las decenas de procesos que inició en su contra el MAS, a través de sus testaferros ubicados en el Ministerio Público, el Órgano Judicial o entidades del Estado.

¿En qué se diferencian los torturadores masistas de sus similares norteamericanos o judíos? En nada, absolutamente. Actúan igual que los torturadores chinos, rusos, coreanos del norte, nicaragüenses, venezolanos o cubanos, sólo que creen ser militantes de un “proceso de cambio”, que es en realidad un proceso de perpetuación en el poder a costa de lo que sea, incluido el sufrimiento de inocentes.

¡Basta ya! Es hora de indignarnos contra toda forma de tortura que se practique en contra de cualquier ser humano. No sólo en Bolivia, donde la situación ya tiene ribetes inaceptables, sino en todas partes del mundo: la franja de Gaza, Cisjordania, China o El Salvador. Lo contrario es permitir que los abusivos del momento sigan haciendo de las suyas indefinidamente.



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