Bolivia atraviesa por un histórico período de transición. Analistas políticos, no pocos, caracterizan este momento como el camino hacia el post masismo. La ruptura entre Luis Arce y Evo Morales aceleró la posibilidad de inaugurar un nuevo ciclo en el país, lo que no ocurrió en el gobierno transitorio en 2019.
La corriente liderada por Luis Arce cree que puede abrir la puerta al nuevo tiempo, rescatando lo mejor del denominado proceso de cambio, aunque habla del “poder popular”, una visión secante y peligrosa para la democracia boliviana.
Sin embargo, el arcismo ha dejado de ser una taza de leche, un grupo político compacto que se planteó como la renovación del masismo de cara precisamente al nuevo ciclo.
En las dos últimas semanas han surgido denuncias de todo calibre que muestran al conjunto del país que más que una alternativa interna, se trata de una facción motivada por los deseos incontrolables de poder, los mismos que guían las acciones políticas del evismo.
Los arcistas se han enfrascado en pugnas por espacios de poder —actuales y futuros— a costa del sistema democrático. La investigación fiscal en contra del Presidente de la Cámara de Diputados, dos policías y una mujer por ganancias ilícitas; la designación de las esposas de dos jerarcas del arcismo en cargos de alto nivel; el registro de 222 bienes inmuebles a nombre de la Vicepresidenta del MAS arcista retratan el estado de situación: aprovecharse del poder ahora que se puede.
Si a ello se suma la intención del Vicepresidente de querer convertirse en candidato presidencial en 2025; la distancia impuesta por Arce con el nuevo Jefe del MAS, elegido en el Congreso de El Alto; la desaparición del vocero presidencial de su rol institucional luego de sus críticas vía columnas de opinión; y la presentación de una iniciativa legislativa por parte del Ministro de Gobierno como si fuese una oferta de campaña electoral, quedan en evidencia la verdadera prioridad de la corriente oficialista: reproducir el poder y punto.
Lo que ocurre con Israel Huaytari, Jerges Mercado y Julia Ramos, casos de posible enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y loteamiento de terrenos, da cuenta que llegaron al poder para hacer lo que criticaron del evismo y que la renovación no pasó de ser un discurso hueco, sin sustento ideológico y programático.
Se ha informado que la investigación a Huaytari comenzó hace un año atrás. ¿Por qué lo eligieron en noviembre como principal autoridad de Diputados si había una investigación en curso? ¿El objetivo era tenerlo condicionado ante cualquier atisbo de desmarque de la línea arcista? ¿Es una vendetta política por un posible retorno al evismo? Si se confirma la participación de Huaytari en la comercialización de autos chutos, la Cámara Baja habría tenido a un “diputado chutero” como presidente, el peor demérito en las cuatro décadas de democracia en el país. El costo político será también para el arcismo y el Jefe de Estado.
Lo del vocero presidencial, sus críticas internas y su posterior desaparición, es otra muestra de la descomposición. Sus cuestionamientos expuestos en un par de artículos de opinión dejan ver un extravío político y rasgos de derechización que pueden apoderarse de la facción que busca deshacerse a toda costa de Evo Morales.
Los viceministros de Coordinación Gubernamental y de Comunicación tuvieron que asumir el rol de Jorge Richter y la Ministra de la Presidencia ha evitado explicar la situación y la suerte del vocero gubernamental.
Pero, hay quienes buscan sacar tajada de la crisis política que afecta al arcismo, como el Ministro de Gobierno que ha intensificado sus reuniones con diversos sectores sociales, sobre todo con grupos de jóvenes, buscando aparecer como una alternativa desde el instrumento político con temas de seguridad ciudadana como la denominada “Ley Bukele”, así no pueda avanzar en el Legislativo porque el arcismo se encuentra en minoría.
Lo sucedido en las dos últimas semanas dejan claro que la solidez del arcismo no viene de una visión política distinta al desahuciado proceso de cambio ni de una estructura orgánica diferente en la que lo nuevo se exprese, por ejemplo, en el máximo nivel de conducción partidaria.
Lo que sostiene a la facción liderada por Arce es la prebenda, la distribución de pegas, los privilegios, y los espacios de poder —actuales y futuros—. En la medida que esos aspectos se compliquen por las pugnas internas, comenzarán a sentirse los síntomas de una implosión política que tendrá como principal afectado a Arce y a Morales y sus seguidores batiendo palmas.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista.