Entre los poderes casi mágicos de cualquier gobierno de transición
en el mundo está la posibilidad de que
una élite, marginada selectiva y persistentemente del aparato administrativo
durante muchos años, pueda empezar, sin haberlo planeado, a husmear en los
sótanos nublados de pestilencia de los gobernantes salientes.
Esa falta total de complicidad entre los que salen y los que entran, simplemente me enamora. Imagino el azoro de los recién llegados al iluminar cada carpeta, al cotejar cada suma y subrayar lentamente cada apellido. Los amigos de Jeanine Añez tuvieron y aún tienen ante sí, 14 años de expedientes para desinfectar y pulir, pero, ay, resulta que también en ello son de una incompetencia ejemplar.
Primero nos pasaron una lista de los medios de comunicación que recibieron los millones del gobierno del MAS. Solo fueron capaces de poner un nombre y una cifra. Nada más. Echamos de menos todo, desde la identificación completa de cada beneficiario (¿sabes quién es el dueño de “El Periódico”?) hasta un desglose por programas televisivos o radiales (¿cuánto le dieron a los espacios de domingo por la noche?). Chacras, pero a fondo.
Luego extendieron sobre la mesa la lista de los vuelos presidenciales a lo largo de siete años (2010-2017). ¿Y la otra mitad?, ¿les dio flojera?, ¿el 50% basta y sobra? Ni siquiera se tomaron el tiempo (10 segundos) para averiguar que aquella travesía de Evo hasta Punta Cana en 2017 no era ningún desembarco pecaminoso en el Caribe, sino una cumbre regular de la CELAC, a la que asisten 33 jefes de Estado. Pero, ¿acaso quienes gobiernan hoy no fueron legisladores hace solo unos meses?, ¿qué fiscalizaban? Con razón el MAS los tuvo a raya durante una década y media.
De modo que aunque la lista de viajes del Presidente Morales luce incompleta, con Raúl Peñaranda, intentamos tejer conclusiones. Resultaron cuantiosas. Descubrimos que, en uso de su alta investidura, el ex presidente aterrizó en, al menos, 38 países: 18 de América, 12 de Europa, 4 de Asia, 3 de África y uno de Oceanía. Este recuento es engañoso si no añadimos la cantidad de veces que arribó a todos ellos. Evo aterrizaba cuando menos dos veces en la misma pista. De los 38 países avistados por Evolador, solo 13 excluyeron el retorno; en todos los demás se asomó de nuevo.
Los más frecuentados son cinco: Estados Unidos (18), Venezuela (16), Argentina (15), Cuba (14) y Brasil (11). Sume usted con calma; sí, son 74 veces. Incluyen los casi religiosos peregrinajes a Naciones Unidas, pero también los cumpleaños de los jerarcas del ALBA o las ociosas citas caribeñas de confesionario con Chávez o Fidel. Esas 734 horas de vuelo le costaron al Estado Plurinacional 3 millones y medio de dólares. Los que se precian de denunciar el despilfarro deberían añadir a la cifra señalada, noches de hotel, traslados desde y hacia la pista de despegue, desayunos, almuerzos, cenas y traslado, en vuelos comerciales, del equipo de fútbol presidencial.
Vayamos a los totales. ¿Cuánto nos costaron las, al menos, 149 giras presidenciales internacionales durante la era del MAS en Bolivia? Nuestro cálculo solo por el uso del avión supera los diez millones de dólares. Lo evidente, sin embargo, es que en todo el periodo, el FAB-01 funcionaba con un promedio de 3 millones de dólares al año. La suma llega a los 42 millones hasta 2019. ¿Por qué si la lista incompleta nos dice 10 millones en siete años, es decir, un millón y medio por año, el Estado dispuso del doble? La respuesta es fácil: la otra mitad era absorbida por los vuelos dentro del país.
He aquí entonces el dato más sorprendente. Evo estuvo más de dos mil horas surcando cielos internacionales. Sumadas dan 85 días. Si además multiplicamos los 149 viajes por tres días cada uno, debemos agregar otros 447 días en tierra extranjera. En síntesis, Morales estuvo fuera de Bolivia un año y medio de su largo mandato como gobernante. Si duplicamos el número para incluir los vuelos y viajes domésticos, ya rozamos los tres años de ausencia en la sede de sus funciones.
¿Es un abuso pasarse viajando el 20% del tiempo destinado para gobernar? Barack Obama, el presidente norteamericano más viajero de la Historia de la Casa Blanca, no llegó ni al 2%. ¿Fue Evo entonces diez veces más necesario que Obama más allá de sus fronteras?
El avión presidencial boliviano costó en 2010, 37.8 millones de dólares. Con Evo ha volado cada año un promedio de casi 600 horas, cada una de las cuales nos obligó a un gasto de 5 mil dólares. ¿Ganamos algo o solo ha sido un deleite pasajero?
Rafael Archondo es periodista.