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Columna de columnas | 18/11/2024

¿Evo Morales está acabado?

César Rojas Ríos
César Rojas Ríos

Razonemos sin confundir los deseos con la realidad. No lo está y buscará no estarlo, porque Evo Morales es la encarnación del “hombre unidimensional” de Herbert Marcuse, es decir, está formateado de pies a cabeza por un solo aliento de vida. Una única idea rectora: el poder. Pero por una visión demoniaca del poder: el poder como agente transformador. O sea, el bien, la verdad, la riqueza, igual que sus contrarios, el mal, la mentira y la pobreza, son derivados del poder gubernamental.

Quien controla el gobierno, “la suprema acumulación de recursos”: el monopolio de la fuerza, el dinero público, la capacidad para establecer reglas de juego, la facultad de conceder puestos y poderes subalternos, extensas redes para intentar cambiar las opiniones y las creencias, puede transformar la verdad en mentira y la mentira en verdad, puede transformar a unos pobres en ricos y unos ricos en pobres, puede transformar a personas buenas en malas y a las malas en buenas, puede transformar a débiles en fuertes y a fuertes en débiles, y puede transformarse en un objeto de deseo prescindiendo de toda consideración con la moral y las leyes.

Puede, lo pudo, y lo tiene interiorizado en el fondo de su alma como un fuego que lo devora y pone en combustión al país. Por eso no ceja ni cejará. No hay consideración con nada ni con nadie.

Quienes vivieron también los sucesos de octubre y, sobre todo los de noviembre de 2019, también lo saben porque lo vivieron. La máxima que dice que “el fin justifica los medios”, en Bolivia saben que no está escrita en el cielo platónico, sino que se hizo carne, vehemencia y grito (“¡Guerra civil ya!”) en esos días de congoja nacional.

¿El fin? Por supuesto, el fin es Morales, todo lo demás eclipsa ante su ombligo erigido como el templo de Salomón donde todos se deben hincar y ofrendar al unísono.

Esta “revolución democrática y cultural” parió y fundió en uno solo a su Robespierre y Napoleón: la propensión a la radicalidad y la determinación a conseguir la victoria. Y con ella, la idolatría por la estrategia y la táctica, ese par de hermanas gemelas que, si son bien encaradas (y tiene quienes lo acompañas con destreza en la tarea), reconfiguran los escenarios políticos más adversos y hacen de la noche día (y del día una noche cerrada para sus adversarios).

No, nadie debe confiarse en que Morales esté acabado. En esa revolución que antecede a la presente, tampoco Paz Estenssoro acabó en 1964 con el golpe de Estado de Barrientos que cercenó su mandato, sino y definitivamente, 37 años después, en 2001, cuando falleció.



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