No pasó ni una semana de nuestro recordatorio de que para la Escuela moderna del derecho natural los derechos básicos del individuo son la vida, la libertad y la propiedad, para que un futuro candidato a alcalde de La Paz, apoyado púbicamente por un excandidato a la presidencia (que no se animó a dar pelea para lograr su habilitación), salga con una afirmación contundente en su cuenta de “X” (antes Twitter): “Solo existen tres derechos, vida, libertad y propiedad. El resto son inventos para manipular y sacar privilegios que les ponen el título de derechos”.
Más allá de lo deficiente de su redacción, no cabe duda de que esta persona ha ido muy lejos, a tono con las exageraciones propias de quienes se llaman “libertarios”, caracterizados, casi sin excepción, por sus exabruptos y por el desprecio que sienten por quienes no piensan como ellos.
Como ejemplo, basta recordar al presidente de un país vecino que no para mientes en tratar a todo aquel que no comulga con sus exageraciones de “zurdo de mierda”, “hijo de puta”, o como se refiere ahora a la vicepresidenta Villarruel: “Bruta traidora” que merece el destierro.
No es el único, desde luego, porque hay también quienes, por ejemplo, piden exterminar al grupo terrorista “Hamás” y guardan un atronador silencio ante el genocidio a cielo abierto que perpetra ahora Netanhayu con los gazatíes. O aquellos que habiendo dicho que Tuto es un zurdo funcional al MAS, ahora forman parte de su grupo como orondos candidatos suyos.
Finalmente, dirá alguien que todo el mundo tiene derecho a decir lo que quiera. Y es verdad, a condición de que en sus expresiones no exceda las permisiones establecidas por el ordenamiento jurídico vigente e incurra en la comisión de delitos contra el honor (difamación, calumnia, injuria y otros) o contra la función judicial (acusación y denuncia falsa).
Pero, así como todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión, uno también tiene el derecho (y la obligación) de aclarar las cosas. No vaya a ser que nos tomen por tontos y, a fuerza de repetir tonterías, terminen convirtiendo las mentiras que expresan en verdades, quien sabe irrefutables, como gustan los “libertarios”, siguiendo a pie juntillas aquella afirmación atribuida a Joseph Goebbels de que mientras más veces se repite una mentira más verdad se vuelve. Como pretendió Evo Morales con su invento de que en 2019 se produjo un golpe. Tontería que a la fecha sólo sus dogmáticos seguidores creen.
De la propiedad ya hemos dicho algo (falta un montón, es verdad) y no será posible abordar medianamente los otros dos derechos, a la libertad y la vida en una sola columna, de modo que nos contentaremos en esta ocasión con ofrecer una visión panorámica del mundo de “los derechos”, para dejar en evidencia que la afirmación del futuro candidato no es más que una patraña.
Solamente revisando los documentos que se han producido con relación a los derechos humanos desde finales de la Edad Media (La “Carta Magna” de 1215) hasta la Declaración de Derechos del hombre y el ciudadano de 1789, se llega a la evidencia de que hay muchos más derechos que los que iluminan el camino del impostor.
El primero de tales documentos hace referencia, por ejemplo, al derecho de las personas a que los jueces, comisarios, alguaciles o sheriffs sean sujetos que conozcan de leyes; al derecho al debido proceso, al derecho a la paz.
El segundo documento hace mención a “los derechos naturales” de los hombres, y cita expresamente los derechos a la libertad, propiedad, seguridad, resistencia a la opresión. Derecho de todos los ciudadanos a contribuir en la elaboración de las leyes, a la irretroactividad de éstas, a la presunción de inocencia, a contar con una fuerza pública que cuide sus derechos, misma que debe ser mantenida mediante contribuciones comunes de todos. A la instrucción y la seguridad social, a la petición, a la insurrección.
En medio de ambos documentos, hubo otros como la Ley de habes corpus”, el Bill of rights y la declaración de Filadelfia, que exceden, con mucho, a los pretendidos únicos tres derechos. Y después de 1789 muchos más.
En efecto, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea de las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial contiene además de los derechos antes señalados estos otros: integridad física, personalidad jurídica, a no ser discriminado, a acceder a la justicia, a la privacidad y la intimidad, al asilo, la nacionalidad, a casarse y fundar una familia, a reunirse y asociarse, participar en el gobierno, ejercer la función pública, al sufragio, al trabajo, a igual salario por trabajo igual, a una remuneración equitativa y satisfactoria, a fundar sindicatos, al descanso, a la educación, a gozar de las artes.
Esta declaración fue completada el 14 de diciembre de 1966, cuando la propia ONU adoptó los Pactos internacionales de derechos civiles y políticos, y de derechos económicos, sociales y culturales, dando carácter vinculante a los mismos.
¿Podemos calificar a los nobles que arrancaron a Juan sin Tierra, a los revolucionarios de 1789 o a quienes asistieron a las asambleas de la ONU como “zurdos de mierda”? No ¿no es cierto?
Por eso, y por mucho más, sería deseable que quienes, en ejercicio de su derecho de acceder a la función pública, pretendan postularse como candidatos a lo que sea estudien e investiguen acerca de este y otros temas. La verdad, ya estamos cansados de tanto ignorante y tanto arrogante que nos gobierna o pretenda hacerlo.
Carlos Derpic es abogado.