Si hay algo fugaz en el cotidiano vivir, más aún en estos tiempos de vértigo, es la noticia: la avidez de novedad, tanto por parte de sus productores (periodistas) como del público lector-oyente-visor, la hace fácilmente sustituible por otra. Cuando el periodismo escrito -el más auténtico, a mi juicio- tenía el monopolio de la producción de noticias, éstas, normalmente, tenían veinticuatro horas de vida (de vigencia, en realidad); la edición del día siguiente “mataba” a la anterior y, con ello, a las noticias de ayer. Con la aparición de la “competencia” (radio y televisión) los tiempos fueron acortándose. Hoy, con las actualizaciones en tiempo cuasi real, podemos considerar que la voracidad (noticias que se tragan a otras) puede tomar minutos, segundos, inclusive. Cuando se incluye el seguimiento a las mismas se puede alargar su vida útil un par de días más.
En tales condiciones, que una noticia se mantenga como la publicación central en los medios por una semana, digamos, es ya una suerte de “anomalía”, algo descomunal. Pero que “dure” en dicha centralidad casi dos meses ya es algo completamente fuera de serie.
Mi registro mental señala que, por ejemplo, el escándalo “Gabriela Zapata-Evo Morales Ayma- CAMC” estuvo como nota central durante 45 días con sus variadas aristas: la sexual (¿era Zapata menor de edad cuando Morales accedió carnalmente a ella?), el supuesto hijo, Fidel (que contaba con un certificado que consignaba al expresidente como padre y con testimonios como el de García Linera -“toqué su pancita”-), el político (tiempo de referéndum) y el de corrupción (negocios turbios). Con semejante menú, la prensa tuvo un suculento festín de información. Relativamente próximos en cuanto a prolongación noticiosa se refiere, estuvieron hechos como FONDIOC, los 21 días de movilización contra el fraude montado por el régimen masista y que concluyeron con la sucesión constitucional -huida del tirano en medio- y, más recientemente, las protestas en Santa Cruz en repudio a la postergación del censo -algo más de un mes-.
Lo ocurrido a partir de la toma de la sede de la APDHB por cuenta de hampones ligados al régimen y todo lo que aconteció posteriormente, pulverizó todo récord de vigencia noticiosa -mientras escribo estas líneas, sigue generando notas, no solo informativas, sino de opinión escrita y gráfica-.
¿Qué explicación puede tener tal fenómeno? ¿A qué se debe algo tan inusual? ¿Por qué, pese a sus intentos, el régimen no consiguió quitarlo de la agenda mediática? Entramos al terreno de las hipótesis, sujeto a estudio más profundo.
Una aproximación plausible podría ser la empatía generada por la figura de Amparo Carvajal quien, a sus 84 años (dato siempre recalcado en las noticias) se mostró inquebrantable ante los embates provenientes de las huestes oficialistas, incluidos sus organismos de represión. Si bien la ciudadanía no se manifestó en grandes concentraciones, la vigilia que la acompaño capturó su atención, constituyéndose en un pilar firme del resguardo externo de la sede y de la seguridad de la Sra. Carvajal. Debo, a efectos de transparencia, decir que adopto, para esta afirmación, la modalidad de la antropología llamada “observación participante”.
Un pico que “relanzó” la noticia cuando ésta parecía declinar, fue el episodio de la escalera, objeto que se convirtió en símbolo de la lucha por los derechos humanos que fue el punto de inflexión que obligó al Gobierno, con la mediación del Estado español a propiciar la salida de los avasalladores.
Estos y otros ingredientes hacen que, a falta de cinco meses para la conclusión de la gestión, este acontecimiento se convierta en el hecho del año (a menos que surja uno, cosa improbable, que mantenga la atención por más de tres meses).