La semana pasada La Paz ha tenido que sufrir el asedio de los cooperativistas mineros, que han destruido edificios públicos, han tomado rehenes y han aterrorizado a la población haciendo reventar sus cartuchos de dinamita. El Gobierno no ha tomado las medidas disuasivas necesarias para evitar enemistarse con esos aliados de conveniencia que son los cooperativistas auríferos.
El incumplimiento de deberes es la acusación
mentholatum que tiene el Gobierno y sus fiscales cuando no tienen cómo encausar
a los que consideran sus enemigos políticos. Pero donde ha habido un caso claro
de incumplimiento de deberes es el de la Policía, que ha hecho muy poco para
impedir los desmanes de los cooperativistas. Es irónico, para apresar a una
indefensa señora (Jeanine Añez) desplegaron numerosos rambos, comandados por el
ministro de Gobierno y por el comandante de Policía, pero cuando se trata de
defender el orden público y a la población, no se extiende el mismo celo.
Un justificativo central para la nacionalización de minas en 1952 fue la baja tributación de los barones del estaño. Espinoza (2013) menciona un impuesto de 7,7% sobre el valor de venta al extranjero entre 1900 y 1940. Contreras (1989) nos dice que los impuestos totales con relación al valor de la producción llegaban a 15,6% después de 1923. Ayub y Hashimoto (1985) calculan un valor cercano al de Contreras, con un impuesto sobre utilidades entre 13,7 y 14% en 1925. La COMIBOL, en sus épocas de gloria pagaba mucho más. Se habrá de notar que esas tasas de impuesto para los barones del estaño, o para la COMIBOL eran varias veces mayores a la que proponen ahora los cooperativistas auríferos (4,8%).
Un principio de la política de recursos naturales, que viene desde la constitución de 1938 y que lo recogen las constituciones ulteriores, con la del 2009 que va más allá que las anteriores, es la del dominio originario del Estado de los recursos naturales. Si se ha de aplicar este principio, los cooperativistas deben adherirse a las condiciones contractuales que fija el Estado y no al revés. Hay otro principio que aplican muchos países que es el del que contamina o daña el medioambiente, paga. Los que contaminan deben pagar un impuesto, llamado impuesto pigouviano (por el nombre de su proponente, el economista inglés Arthur Pigou). Las regalías, cuando están diseñadas correctamente, se asemejan a un impuesto pigouviano.
Hay actualmente una fiebre del oro, como lo hace notar la famosa revista The Economist en su reciente edición (09-11-2023). La minería de oro ilegal está a todo vapor en varios países sudamericanos. La minería de los cooperativistas no es ilegal, pero se está asemejando cada vez más a la ilegal, por ejemplo, con el uso sin medida ni clemencia del mercurio y con la incursión en áreas naturales protegidas. Según The Economist, Bolivia se ha convertido en un centro de irradiación del mercurio ruso hacia los países vecinos, donde su uso está prohibido.
Esa fiebre está también alentando la entrada de organizaciones criminales, que encuentran que la comercialización del oro es más lucrativa que la de la droga. O quizás combinan ambos tráficos.
Claramente hace falta una política pública hacia las cooperativas, distinguiendo claramente entre la minería de subsistencia, que la hay, y las grandes cooperativas, en realidad grandes empresas, con mano de obra asalariada y relativamente intensivas en capital. Esas mal llamadas cooperativas tienen grandes utilidades, tanto más que se benefician con el diésel subsidiado para sus operaciones. Como parte de la política hay que fijar unas reglas de tributación, como las que tienen los grandes emprendimientos mineros. Lo deseable sería que sean gravadas con una combinación de regalías e impuestos a las utilidades.
Un elemento clave de la política tiene que provenir de consideraciones medioambientales, como la prohibición del uso del mercurio (y del arsénico propuesto en su reemplazo), el respeto a las áreas protegidas y a los cauces de ríos. La consideración de los derechos de las poblaciones indígenas, aledañas a los emprendimientos mineros, no es un tema menor y no puede soslayarse.