El mix pérfido

“Si de acá a poco tiempo, no sé si volvería o alguien vuelva, hay que organizar, como en Venezuela, milicias armadas del pueblo”. ¿Se acuerda estimado lector de esta frase lanzada por Evo Morales después de los días aciagos de octubre de 2019? El Jefazo cuando era presidente recurrió al mix Maquiavelo-Nerón; ahora, en su calidad de ex presidente, por supuesto que también volvió al mix, es decir, a la astucia de usar y abusar del desastre para viabilizar su retorno dorado.

Simplemente es su carácter pérfido, su pérfido sentido de la política, del gobierno y del poder.

Lo más robusto en él resultó siendo lo más elemental: hoy ese mix está encerrado en el centro de su existencia y arrincona todo lo demás (y lo demás somos nosotros, inflamados por las llamas de nuestros corazones sencillos, plagados de familias y de niños, de sueño y proyectos, en cielos que pretendemos despejados de los truenos emponzoñados de la política).

¿El Jefazo será el dirigente por excelencia que, en uno más de sus traspiés políticos, solo dejará calamidades a su paso? ¿Están resultando sus declaraciones de ahora en adelante lecciones constantes de inhumanidad? ¿Su alegría se nutrirá como en las viejas religiones de la sangre trémula de los vivos?

Esther Morales, su hermana ya nos aclaró la ley de su vida: “No le gusta perder, no le gusta que le ganen, ganar no más le gusta”. Está claro que este dirigente hormonal, solo traerá hormonas de resentimiento y deseo de venganza. No ve su error, tampoco podrá ver la solución, porque desde el 21-F él se convirtió en una parte severa del problema. Y no lo ve, porque es un Dios que solo tiene ojos para sí mismo y solo se puede ver sentado, no a la diestra del Padre Celestial, sino en la misma silla presidencial. Pero se trata de un Dios ciego. Un Dios herido por su viejo partido (el MAS) y su candidato (porque Arce fue su candidato). Pero un Dios lleno de rencor y con la mirada puesta en el ajuste de cuentas, no es un Dios, sino un demonio y los demonios solo pueden traer un infierno sedicioso en la empuñadora de las manos, que muy bien pueden ser las “milicias armadas del pueblo” o los grupos poseídos de ira que levantaron la cara, las piedras, las hondas, las dinamitas en Llallagua. Y de seguro esa es una de las puntas del iceberg que el Jefazo levanta para colisionar contra todo aquello que se le ponga enfrente.

El Libertador Bolívar era consciente de esto, y así lo dijo en su célebre Carta de Jamaica: “Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones se agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio”.