Un viejo refrán dice que “a río revuelto,
ganancia de pescadores” asumiendo que cuando las aguas están alborotadas, los
peces saltan y pueden ser presas fáciles de sus enemigos u opositores: los
pescadores, que en el caso de Bolivia, a fines de este 2023, aún no tiemplan
sus redes ni sus cañas de pescar, a pesar que el principal partido político, MAS,
en el poder desde hace 16 años, parece naufragar en turbulentas aguas del
divisionismo entre las alas “evista”, “arcista” y hasta “choquehuanquista”.
“Es la borrachera de poder”, respondió en 1989 el entonces presidente de Bolivia, Víctor Paz Estenssoro, en una entrevista en la que le preguntaron sobre cuál consideraba que era el principal problema de los políticos en Bolivia, donde hemos tenido 67 presidentes, 36 de los cuales llegaron por golpes de Estado.
Víctor Paz sabía de qué hablaba: de las tenebrosas traiciones; en 1946 cuando era ministro sobrevivió al derrocamiento y muerte violenta de su presidente, Gualberto Villarroel, quien fue colgado en la plaza Murillo de La Paz; de la borrachera de poder ya que a la cabeza del MNR estuvo 12 años, primero acompañado de Hernán Siles (1952-1956), luego con sus correligionarios Hernán Siles y Ñuflo Chávez (1956-1960), después con Juan Lechín (1960-1964) y cuando el partido aspiraba a cumplir un cuarto mandato (1964-1968), supo de las puñaladas pues su mismo Vicepresidente, René Barrientos, lo derrocó en un golpe de Estado en 1964.
Precisamente la semana próxima, el 4 de noviembre, se recuerdan los 59 años de un suceso que puso fin a lo que quedaba de la Revolución de 1952 e inauguró el régimen del Pacto Militar-Campesino que dio paso, recién en 1982, a la democracia.
Porque en “la vida todo fluye” sostenía el filósofo Heráclito de Éfeso al tratar de explicar el origen de la vida y decir que todas las cosas se mueven y nada está quieto afirmando que nadie se puede bañar dos veces en el mismo río.
Y lo mismo pasa en la política, entendida en sus dos dimensiones: como el arte de llegar al poder para “procurar la felicidad de los ciudadanos”, como decía el filósofo griego Aristóteles o el arte de llegar al poder y… “mantenerse en él”, como afirmaba el político italiano Nicolás Maquiavelo.
En la historia, el filósofo romano Lucio Anneo Seneca, asesor de Nerón y fusilado por este acusado de conspiración, estaba decepcionado de la política; había vertido algunos conceptos que hoy se ajustan a la realidad: “La política es el teatro de ilusiones y ambiciones humanas, es un terreno peligroso y con frecuencia corrupto donde la mayoría de los políticos persiguen el poder y la gloria personal en lugar de servir al bien común. La búsqueda desenfrenada de cargos y adulación de las masas son manifestaciones de la vanidad y codicia humana”, decía.
En el escenario latinoamericano, al parecer “todo fluye”: en Ecuador, el empresario Daniel Noboa derrotó a la socialista Luisa González y en Argentina el derechista Javier Milei puede poner fin al socialismo, este 19 de noviembre de 2023, en el balotaje.
Y en Bolivia, para las elecciones de 2025 habrá que ver quienes tienden sus redes contra el MAS: Carlos Mesa y Manfred Reyes Villa ya sacaron la cabeza tibiamente, Samuel Doria Medina coquetea y Vicente Cuéllar dice que “el ciclo del MAS se agotó” y junto con Rodrigo Paz, trata de conquistar el occidente del país.
Pero no hay nada seguro ni definido, inclusive si tal vez estemos frente a una “trampa envolvente” y que ante la amenaza de ser derrotados, el MAS se vuelva a unir o ponga un caballo camuflado en carrera para gobernar los 500 años que prometió Evo en 2005 al llegar al Palacio.
@brjula.digital.bo