No se puede tapar el sol con un dedo, quien lo intente terminará quedándose ciego. De igual forma, no se puede tapar ya, algo que es un secreto a voces: el maíz transgénico está en Bolivia. Los pequeños productores del Oriente boliviano, en su desesperación, han desnudado esta verdad incómoda: desde hace muchos años se cultiva y consume en el país, maíz genéticamente mejorado.
La reiteración de las pérdidas de su producción de maíz, soya y trigo, por los insectos, malezas, hongos o el estrés hídrico, por una parte; y, por otra, las enormes ganas de nuestros sacrificados agricultores por superarse -igual que Ud. o yo- por su propio esfuerzo, haciendo lo que saben hacer para que no falte el alimento en nuestra mesa, los ha llevado a reclamar con valentía una solución al problema con el abastecimiento del maíz amarillo duro (y, en breve, con el trigo y el sorgo).
El primero en poner el dedo en la llaga fue el Presidente de la Cámara Agropecuaria de Pequeños Productores del Oriente (CAPPO), Isidoro Barrientos, un migrante chuquisaqueño que pese a tener su chaco en Cuatro Cañadas, a casi 150 km de la capital, se esforzó en ir y venir durante años hasta egresar hace poco como Ingeniero Agrónomo, lo que ahora lo respalda en su exigencia del pleno uso de biotecnología en el agro, no solo como pequeño productor del Área de Expansión al Este de Santa Cruz, sino, como un hombre estudiado y fundamentado en la ciencia, la tecnología y la praxis, para defender tal pedido al gobierno. Barrientos dio a conocer que por lo menos el 60% del maíz cultivado en la región, es transgénico.
Otro productor, Demetrio Pérez, migrante potosino que luego de afincarse hace décadas en Santa Cruz, destacó como dirigente agrícola hasta llegar a ser Presidente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (ANAPO), un gran revés para quienes hablan de discriminación en esta tierra, representando a 14.000 productores de soya con cultivos de rotación como trigo, sorgo, maíz, girasol, chía, etc., expresó el malestar de los pequeños productores del Norte donde él desarrolla sus actividades, por San Pedro, a casi 140 km de la capital. Pérez dijo públicamente que los pequeños productores estaban “pirateando” semillas genéticamente mejoradas, ingresadas de contrabando.
En una esclarecedora entrevista de dos comunicadores -Gabriela Oviedo y Pablo Montaño (“La Revista”, UNITEL, 9.06.2022)- Pérez reveló muchas, muchísimas cosas, respaldando lo dicho días antes al mismo canal de televisión por Eliazer Arellano, otro pequeño productor del Norte Integrado, sobre la siembra de maíz transgénico en Santa Cruz.
La explicación del porqué los pequeños productores de granos se vieron forzados a la ilegalidad de “piratear” semilla transgénica, fue que, “se cansaron de perder”, y, porque con esa semilla se soluciona el problema del ataque de las malezas y de los insectos (el cogollero en el maíz, v.gr.), bajando el gasto en la aplicación de plaguicidas y el diésel para su fumigación, con lo que “tus costos de producción son menores comparados con lo anterior, porque con los cultivos convencionales, como son los híbridos, tenemos mayor aplicación, el costo es mayor, porque los insecticidas han subido también; tenemos, más contaminación, es decir, al medio ambiente como a la persona que aplica; más combustible”, en cambio, con la biotecnología “tenemos un producto de grano más sano”.
¿Por qué legalizar las semillas transgénicas? Normar, para poder reclamar. “Lo que no sabemos es qué variedades nos están vendiendo porque son bolsas blancas; el contrabando pasa la banda y ya son bolsas blancas, ya no hay la etiqueta, se perdió la etiqueta; muchos han sido estafados, por eso estamos pidiendo que se legalice”.
Dijo que el rendimiento del maíz transgénico sube de 3 hasta 6 u 8 toneladas por hectárea, y que los pequeños productores en la Chiquitania ¡cosecharon hasta 10 toneladas! Por eso es que se incrementa el uso de maíz transgénico. “Vamos a Cuatro Cañadas en la época de verano, lo vamos a pillar, vamos al Norte en la época de invierno, vamos a pillar (…) esto no tiene retro, el pueblo necesita alimento barato, y mayor oferta”, dijo, “la única forma es con biotecnología”.
“El pueblo puede reaccionar, porque el hambre no mide consecuencias, tenemos una población más pobre que ricos, entonces ahí es donde tiene el Gobierno que preocuparse; por eso yo dije, el Gobierno debería estar más preocupado que los productores, porque el Gobierno es responsable de la alimentación”.
Gary Antonio Rodríguez Economista y Magíster en Comercio Internacional