El Estado empresario
no funcionó, no funciona, ni funcionará jamás. Solo genera pobreza y desventura
y fuerza a sus ciudadanos a migrar desesperadamente a otros destinos. Tomando
frases de una reciente entrevista que me hicieron en el
portal Radar Energético, ampliaré
algunos conceptos y argumentos, comparando las recientes historias económicas
de Venezuela y Perú.
“Lo que es de todos no es de nadie” dice un sabio adagio popular. Así es, los que aducen y creen que el Estado empresario es una maravilla deben entender que los políticos usan estas empresas para hacer proselitismo y poner a trabajar a la mayor cantidad de amigos, militantes y familiares, sin considerar meritocracia alguna. Además, los encumbrados en los cargos gerenciales, generalmente terminan con los bolsillos llenos muy rápidamente.
Los proyectos que ejecutan las empresas públicas engendran las más de las veces sobreprecios (diezmos), quedan sin terminarse o si se terminan pierden plata cuando operan por pésima gestión empresarial. Miles de empresas con estas características se pueden contabilizar en América Latina a través de las décadas. No sé por qué somos tan obstinados y seguimos persistiendo en algo que no funciona.
“Exprópiese, exprópiese”, se paseaba campante Hugo Chávez, el expresidente de Venezuela por las calles y ciudades de Venezuela, apoderándose para el Estado de empresas y propiedades que las pasaba a su control, para un supuesto “beneficio social” de los venezolanos más pobres.
Esta práctica de nacionalizarlo casi todo fue la esencia del gobierno bolivariano de Chávez y posteriormente de Maduro, incluida la pujante industria petrolera. Con los fondos petroleros por supuesto que crearon nuevas empresas estatales.
Los resultados, al cabo de dos décadas de ese estatismo y Estado empresario, con esplendor mediático, lo único que ha generado es pobreza y miseria extrema para sus ciudadanos. La producción de petróleo, por el manoseo político y despilfarro en la industria petrolera y en PDVSA, cayó estrepitosamente de 2,8 millones de barriles diarios cuando asumieron a 0,84 millones de barriles diarios de hoy. El régimen terminó destruyendo el aparato productivo venezolano y dejando poco a poco al país con precarios servicios de agua, gas, electricidad y hasta escasez de comida. Interminables colas para comprar un poco de gasolina, diésel y GLP, así como para pagar por los servicios básicos, continúan siendo el pan de cada día.
Su moneda no vale nada, sus reservas internacionales están por los suelos, mientras siguen aflorando algunos millonarios y billonarios vinculados al poder con cuentas bancarias e inmuebles en España, Andorra o la amada Florida. A disfrutar de los placeres de la vida, mientras millones entraban en miseria y tienen que huir. Según la ONU, la diáspora venezolana es de cinco millones de personas. A Perú han emigrado cerca de 1,5 millones, que el país de los incas ha sabido absorber.
Es que Perú es la antípoda de Venezuela en materia económica en nuestra América Latina. Los peruanos jamás pensarían en ir a refugiarse económicamente a Venezuela. El modelo peruano no fomenta el estatismo ni el Estado empresario. La inversión privada va al aparato productivo y el Estado realiza inversión pública que va a salud, educación, vivienda y otras necesidades sociales.
No me malinterpreten, Perú no es una taza de leche. Tiene serios problemas sociales y económicos de fondo como muchos países latinoamericanos. Pero el sistema económico es sólido y funciona con dinamismo y libertad empresarial de inversión privada. Su moneda, el sol, es estable y las reservas internacionales están en 75.000 millones de dólares, son la envidia de varios países en la región. Perú crece bajo ese modelo y sigue generando empleo productivo de la mano principalmente de inversión privada. Su solidez económica le ha permitido sobrellevar crisis políticas y sociales en los últimos años. Es que la economía no cae porque no depende del Estado empresario.
El país sigue atrayendo capitales e inversión y generando empleo productivo en turismo minería, energía, agricultura, textiles y hasta gastronomía transformadora. Existe innovación exportadora y los productos peruanos se los puede adquirir en varios países del planeta.
En el área energética, en Perú existen dos empresas estatales de energía; Electroperú y Petroperú, que son como dos compañías privadas que no dominan el mercado y que tienen que competir en igualdad de condiciones. Es muy probable que en breve el sector privado construya una planta de urea y nitrato de amonio y se continúa con inversiones en la masificación del gas natural, donde el Estado da el impulso y el sector privado lo hace eficientemente.
El espacio no da para más. ¿Si se diera el caso, usted, querido lector, se iría a buscar mejor futuro económico a Venezuela o a Perú?
Exministro de Hidrocarburos de Bolivia y actual socio-director de Gas Energy Latin America