En pocos días más cumpliremos un nuevo aniversario patrio y nos ubicaremos a tan solo tres años del Bicentenario de la fundación de la Républica de Bolivia, hecho histórico que debiera marcar un tiempo trascendente para procurar la integración entre los bolivianos y la búsqueda de su desarrollo, bienestar y prosperidad. Sin embargo, se ignora el Bicentenario, ya sea por el discurso fundacional que caracterizó a la Constitución de 2009, o por cálculo político, pues se sigue apostando a la confrontación como mecanismo de consolidación partidaria en el poder. En todo caso, los ciudadanos de Bolivia debemos reivindicar esta fecha, pues la Republica es la base de nuestra historia y convivencia en común.
Vivimos días de desunión. La nación boliviana es despreciada como concepto y espacio de integración, pretendiendo reemplazarla por el denominado estado plurinacional, el cual no se basa en un espíritu sincero de reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, sino en la distorsión de la causa indígena para asegurar el control partidario de los espacios de representación que les corresponden a los pueblos indígenas.
Por otra parte, no por ignorar los problemas estructurales del estado boliviano, estos desaparecerán. La narrativa de la post verdad puede ser útil para contentar a los núcleos duros de algunos sectores sociales, pero no alcanza para superar los problemas estructurales que sufren el estado nacional y la sociedad boliviana en sus necesidades de progreso y mejora sustentable de su calidad de vida.
Si bien, hemos experimentado años en los que se incrementaron sustancialmente los ingresos de las personas, las empresas y del estado, dando lugar a la llamada “bonanza económica”, cualquier análisis serio de la economía nacional y de la situación social, presentará como resultado que estos avances no son sólidos, pues el 80% de la población aun subsiste desde la informalidad y muchas de las familias que experimentaron los beneficios de un nivel de vida de clase media, corren el riesgo de retroceder hacía condiciones de pobreza, lo que además puede provocar una situación de grave malestar social.
El Bicentenario no debiera ser cuestión de mayores enfrentamientos sino un camino hacia la construcción pendiente de una verdadera nación boliviana en la cual todos nos sintamos integrados, respetados e incluidos, en nuestras libertades, derechos y anhelos comunes de desarrollo, tanto en lo individual como en lo colectivo.
En ese camino, tenemos mucho que analizar y debatir, desde nuestras diferentes posiciones, para concertar bases comunes sobre la construcción de un verdadero estado de derecho y un auténtico estado autonómico que garantice la unidad de la nación sobre mediante el reconocimiento de las autonomías de sus departamentos, municipios y territorios indígenas. Una república que limite el poder de los gobernantes, mediante la sujeción a la Constitución y la alternancia en el poder y garantice la libertad y los derechos fundamentales de todos los ciudadanos con la construcción de una justicia verdaderamente independiente.
Temas para resolver hay muchos, la institucionalización del estado, el fortalecimiento democrático, la reforma de la justicia, una educación competitiva a nivel internacional, una salud que brinde cobertura al conjunto de la población, un marco legal que genere condiciones a los emprendedores y productores para invertir y desarrollar su iniciativa, creando empleo sostenible, un modelo autonómico que permita a cada departamento forjar su propio proyecto de desarrollo en función de sus potencialidades particulares, una política de seguridad que evite que el narcotráfico se apodere del país, el proceso de urbanización, el vaciamiento de las áreas rurales, la consolidación de las ciudades intermedias, los desafíos de las áreas metropolitanas, los retos de la economía digital, etc.
El Bicentenario es una gran oportunidad para proyectar una nación y un país diferente para lo que queda del siglo XXI, después de que hemos perdido las dos primeras décadas del nuevo milenio por la confrontación social y el desconocimiento de nuestra historia en común. La sociedad civil debe apropiárselo y transformarlo en el espacio del debate ciudadano para una Bolivia democrática, desarrollada, prospera y moderna.
Oscar Ortiz ha sido Senador Ministro de Estado