Santa Cruz llega a la celebración de su efemérides departamental con sentimientos encontrados. Por un lado con la alegría y optimismo con el que siempre se celebra septiembre, especialmente alrededor de la Expocruz, la cual se convierte en el gran espacio de celebración del espíritu emprendedor y productivo de todos quienes habitan nuestro departamento. Por otro lado, con la incertidumbre que determina la profunda crisis en la cual se encuentra sumergida Bolivia, después de dos décadas de un modelo autoritario, estatista y populista que definió a Santa Cruz como su principal adversario y, al mismo tiempo, encontró en el pueblo cruceño a su principal barrera para la consolidación de su modelo de Estado y de sociedad.
La crisis aún no ha terminado y, como siempre sucede, puede ser aun peor si el próximo gobierno no toma las medidas adecuadas y oportunas para estabilizar la economía, reactivar la producción y establecer los fundamentos de un crecimiento sostenible, lo cual seguramente será un proceso que llevará varios años por delante.
Si la crisis se agrava, las consecuencias sobre la situación socioeconómica de las familias bolivianas será de un empobrecimiento muy profundo que costará mucho recuperar. Igualmente, un agravamiento del deterioro económico puede tener un efecto destructivo muy grande sobre el tejido empresarial y productivo de Santa Cruz y de Bolivia, que generará desempleo y malestar. Pensemos, por ejemplo, en las consecuencias que tendría una escasez de combustibles aun mayor que la actual.
Por ello, los resultados de las elecciones son igualmente contradictorios. Por una parte, determinan la salida del poder del oficialismo actual y el fracaso de un modelo que nunca fue de desarrollo ni de progreso económico y social, marcando la firme voluntad de una gran mayoría de la nación boliviana por la restauración de una democracia plena y de un modelo económico basado en la libertad de emprendimiento y el desarrollo económico orientado hacia las exportaciones, visión que coincide con la visión de Estado, sociedad y progreso que propugna Santa Cruz.
Por otro lado, los resultados de las elecciones también nos recuerdan cuán arraigado está el populismo en una parte importante de la cultura nacional y cuán lejos puede llegar la demagogia, con lo cual se corre el riesgo de que, después de 20 años de lucha por la democracia, un gobierno populista pueda llevarnos a una nueva hiperinflación creando las condiciones para el retorno del populismo autoritario.
Pase lo que pase, Santa Cruz tendrá un rol determinante en los próximos años. Bolivia no podrá superar la crisis sin Santa Cruz. Frente a la crisis de los hidrocarburos y la minería, que demorarán años en recuperarse, desde el momento en que apruebe un nuevo marco jurídico favorable a la inversión privada, el único sector con posibilidades reales de despegar y generar divisas adicionales en el corto plazo, los tan ansiados dólares, es el agroexportador; además de lo que puedan aportar algunos sectores de servicios, como el turismo y el desarrollo de software, en los cuales otros departamentos también tienen un potencial importante, aunque su capacidad de reacción es más limitada.
Por eso Santa Cruz deberá tener una posición contundente para demandar que se restablezca la institucionalidad democrática, se reforme la justicia para garantizar su independencia y brindar seguridad jurìdica, se consolide el Estado autonómico y se garantice plenamente la propiedad privada y la libre iniciativa, garantizando de esta forma las condiciones para la creación de empleo formal y productivo, así como la mejora sostenible de las condiciones de vida de los sectores más empobrecidos de la nación.
Será fundamental que la instituciones, públicas y privadas tengan una agenda clara y concertada de las reformas que se deben implementar para que se pueda estabilizar y reactivar la economía, lo cual exigirá una capacidad de comunicación, concertación y negociación inteligente y con sentido estratégico para que se levanten los obstáculos, que a lo largo de los últimos 20 años se pusieron a las producción, a las exportaciones y a las inversiones, además de las barreras que el centralismo, el estatismo y el populismo han impuesto durante ya casi 100 años al progreso económico y social de Bolivia.
Como en toda crisis vendrán años de mucho esfuerzo, sacrificio, desafíos y oportunidades.
Oscar Ortiz fue senador y ministro de Estado.