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Energética | 02/12/2023

El agujero negro energético boliviano

Álvaro Ríos
Álvaro Ríos

Álvaro Ríos Roca

En la jerga astronómica se define un agujero negro como “una región finita del espacio descrita en las ecuaciones de Einstein, cuyo interior posee una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula ni radiación –ni siquiera la luz– pueden “escapar” de él. Es decir, se devora o trasforma todo lo que pasa cerca”.

Hago esta anotación para hacer analogía con la muy compleja situación energética que viene transitando Bolivia. La coyuntura energética que se avecina transformará muchas cosas en el país, desde lo económico, lo social y hasta lo político.

El país recibió durante varios años una renta inusitada fruto de exportaciones de gas natural y de reservas descubiertas 20 años antes. Con esta renta fue posible importar diésel y subsidiar (gasolina, GLP, gas, electricidad) y generar recursos para varias instituciones del Estado que les permitió gastar a manos llenas en obras sociales y en infinidad de proyectos, los más en proyectos políticos y sin sostenibilidad. Resumiendo, la elevada renta de las exportaciones de gas infló masivamente las arcas de diversas instituciones del Estado.

El agujero negro energético boliviano empezó con la aprobación de la Ley 3058 (2005) y la aprobación un IDH plano de 32%, sin considerar que este era un primer freno a la exploración futura y que constituía un cambio a las reglas de juego y la seguridad jurídica. Luego vino la denominada “nacionalización” (2006) que nuevamente cambió las reglas de juego con toma forzada de empresas, nuevas condiciones en contratos para exploración y dio a YPFB y ENDE casi la totalidad de las responsabilidades en la cadena de abastecimiento de la energía. Comenzaba el Estado empresario energético.

Empero, el año 2013 se empezó a visualizar una declinación en la producción de petróleo, gas y condensado. Advertí que esto no nos permitiría cumplir contratos de exportación de gas natural a Argentina y Brasil si no tomábamos la decisión de generar incentivos para lograr nuevas inversiones en exploración. Me respondieron con que había un mar de gas, que YPFB era la fuerza que movía a Bolivia y que éramos el corazón exportador energético de América Latina. Que era un alarmista y pseudoanalista sin conocimiento. El tiempo me dio la razón y así llegamos donde estamos transitando de país exportador a importador de energía. Analicemos unas cifras con la mente fría.

De 2012 a 2015 las exportaciones de gas sumaron un promedio anual de 5.300 millones de dólares. Las importaciones, en el mismo periodo, tuvieron un promedio anual de 990 millones de dólares. Una balanza energética positiva promedio anual de 4.365 millones. 

Veamos este 2023 con precios internacionales más normalizados y proyecciones a fin de año. Nuestras exportaciones de gas llegaran a 2.112 millones de dólares y nuestras importaciones, a 2.530 millones, un déficit de 418 millones, con un subsidio aproximado de 1.468 millones.

Esta tendencia ya es estructural. Proyectémonos a 2029, solo media década adelante. Con la declinación actual que tenemos estaremos básicamente importando toda la gasolina y todo el diésel (o tal vez algo de petróleo para no cerrar las refinerías); estaremos importando gran parte del GLP y comenzando a importar gas natural. Las cifras proyectadas incluyen un precio de petróleo de 80 dólares el barril, un uso de etanol al 12% y la planta de biodiesel de 1.500 barriles por día. No habrá exportaciones y las importaciones y déficit energético comercial serán de aproximadamente 5.000 millones de dólares. El subsidio llegará aproximadamente a 3.000 millones.

Este es el agujero negro al que nos referimos. ¿Se quitarán los subsidios gradualmente? ¿Se levantarán las restricciones para que se pueda importar libremente, aún a precios más altos? ¿Podrá aprobarse una ley de concesiones para dejar el estatismo y entrar a un esquema más liberal en la economía? 

Pregunta para los forjadores de política pública: ¿Por qué el Gobierno importa petróleo a un precio internacional (más transporte) de 145 dólares el barril y no remuneramos las actividades de exploración a ese mismo precio? (Lo hacemos a 27 dólares). ¿Por qué importaremos en el futuro gas natural de Argentina a precios seis veces más altos y no remuneramos ese mismo precio a la futura producción nacional? Al final la exploración paga regalías y genera empleo. Finalmente, ¿por qué para incentivar y generar inversiones reales no diferimos el IDH y los impuestos a las utilidades durante cinco o 10 años?

Es demasiado obvio para no intentarlo. Al final, el 32% de IDH de cero producción da cero.

Dejemos la ideología de un lado y salvemos a Bolivia; y evitemos que al agujero negro energético nos engulla.

Álvaro Ríos Roca fue ministro de Hidrocarburos de Bolivia y es actual socio director de Gas Energy Latin America.



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