La
Participación Popular democratizó desde el 20 de abril de 1994 el ejercicio de
la ciudadanía al incorporar al 42% de la población que, viviendo en áreas
rurales, no votaba por su autoridad municipal sencillamente porque no existía.
Las “ciudades”, 186 con población mayor a 2.000 habitantes, y de las cuales
solo 24 administraban recursos, terminaban en los radios urbanos. Quien vivía
fuera de ellos debía peregrinar con pliegos petitorios para apelar a la
sensibilidad de prefectos, presidentes de corporaciones regionales, a los
ministros o al presidente, allá, lejísimos y a 3.600 metros de altura.
Con la incorporación a la jurisdicción municipal del territorio rural y la población que vivía en él, “el habitante se volvió ciudadano” dijo el escritor Paz Padilla; desde entonces, la gente pudo votar, además de por el presidente desde la Revolución Nacional de 1952, por su alcalde y después por su gobernador. Se trató de un acto de justicia que, al ampliar la política, cultura, civismo y economía, le dio otra dimensión a la ciudadanía. Los miopes que se quedaron con la visión capitalina que el municipalismo era sinónimo de localismo y corrupción seguirán sin comprender el país que se inauguró hace 30 años.
En 1800 en el mundo vivían 900 millones de habitantes; aumentaron en 1900 a 1.600 millones, y en 1960, a 3.000 millones. Y según el Fondo de Población de la ONU, a partir del martes 15 de noviembre de 2022, somos 8.000 millones de habitantes. El año 2020, la mitad de la humanidad vivía en ciudades y se prevé que esta cifra aumentará a 5.000 millones para el año 2030. Estos datos muestran que las ciudades del mundo el año 2024, si bien ocupan solo el 3% de la tierra, representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono.
Con estas proyecciones, en 2050 la población mundial llegará a los 10.000 millones, planteándose un desafío que traslada la responsabilidad del planeta en quienes vivimos en las ciudades, pues el 67% de los habitantes del planeta lo harán en metrópolis. “Los retos económicos, demográficos, sociales y ambientales tratan de ser resueltos con un mismo y nuevo concepto: las Smart Cities. Los gobiernos del globo están, en colaboración en algunos casos y en paralelo en su mayoría, buscando que todo sea inteligente con el objetivo de optimizar recursos y lograr un crecimiento sostenible”.
Antanas Mockus, a quién se le atribuye la frase “vivir en ciudades es una responsabilidad”, estableció una serie de paradigmas urbanos fundamentales para América Latina. Le tocó a Mockus trabajar sobre movilización, participación ciudadana, gestión y seguridad, señalando que el enfoque de cultura ciudadana no es solo un asunto de jueces y policías, sino “el ejercicio del operar de la existencia colectiva, del existir con otros, del convivir, del vivir con, del participar, del hacerse parte de, que es la única forma posible de existencia humana.”
El Derecho a la Ciudad que se está construyendo desde los encuentros de Hábitat pretende que los habitantes podamos “habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna”. El mundo promueve el interés en la urbanización, fomentando la cooperación entre los países “para aprovechar las oportunidades y afrontar los desafíos propios de la vida en entornos urbanos” y lograr desarrollo sostenible de las ciudades.
Una autoridad internacional en el tema de seguridad vial y crecimiento urbano y heroína boliviana, Sofía Salek de Braun, nos llama la atención sobre la calidad básica de nuestras ciudades: “Las aceras están en malas condiciones y no hay infraestructura para ciclistas, tampoco paradas de autobús o estacionamientos claramente definidos” y “no existe legislación integral que aborde los factores del riesgo urbano”; Bolivia ha crecido desde el punto de vista urbano, siguiendo una tendencia mundial y por la migración los últimos 41 años, sin embargo “las ciudades no se están adecuando a esa realidad que comprobamos por la ausencia de sensibilidad en favor del peatón y la falta de apoyo a la nueva movilidad mundial por ciclovías y transporte colectivo de calidad”.
En cuatro días, el 23 de marzo, en una boleta de 59 preguntas, tendremos la información que necesitamos para enfrentar nuestro futuro. Esperaremos un tiempo hasta tener los datos preliminares, que ansiamos, superen las razones que suspendieron la aplicación de los Censos, por manipulación del INE en Chile, y el cuestionamiento a los datos, en el Paraguay. Nos toca conciliar nuestra diversidad, terminar de integrar las culturas de 36 lenguas con el español y el mundo, y aceptar lo que la realidad nos golpea más allá de la consigna “indígena originaria campesina”: vivimos 80% en ciudades, el área rural se está despoblando, en las ciudades no hay pesca, cacería ni recolección y tenemos que construir desarrollo económico digno, seguro, competitivo, sostenible y complementario con el mundo, sobre la base de 1 millón de km2 despoblados y sin presencia estatal.
Bolivia, ¡bienvenida al reto de vivir en el mundo mundial de las ciudades!