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Columna de columnas | 03/10/2023

Di-sociedad

César Rojas Ríos
César Rojas Ríos

¿Hay algo más triste y desesperanzador que una sociedad partida? Es decir, no sólo una sociedad dividida, sino una con tendencia a la disociación de sus organizaciones. La imagen de conjunto que brinda nuestro país es la de un espejo astillado: no se refleja en su superficie una imagen de conjunto bien delineada, sino meros fragmentos apenas esbozados.

Sobre este fenómeno ácido reflexiona Renzo Abruzzese (RA) en su columna “Divididos y fragmentados” (Brújula Digital, 2/10/2023). ¿Qué ideas pone sobre el tapete? Primera, el MAS para asegurar su gobernabilidad se dedicó a dividir, fraccionar y enfrentar a sus adversarios; hoy, una parte del MAS percibe a la otra como su adversario y viceversa. La resultante: en un juego de estrategias cruzadas acabarán por dividir a su propio partido. ¿Cuándo empezó esto? El día que el MAS abandonó su agenda histórica para concentrarse en el ombligo de su “líder histórico”; entonces empezó a primar el bien particular sobre el bien partidario. ¿Por qué extrañarnos que ahora el Presidente Arce, en un MAS sin horizonte y deshabitado de principios, también priorice (sobre todas las cosas) su propia concavidad estomacal?

Sigamos.

Segunda idea, esta situación se ha radicalizado ante el hundimiento del Titanic Plurinacional, cada grupo se repliega sobre su propia existencia. Todas las diferencias devienen en polaridades. Nada contiene a las partes. El mal no es de ahora, pero desde el gobierno del MAS la situación ha empeorado. La razón: instaurar como razón de Estado una política depredadora, donde el gobierno pretende mandar por consentimiento o porque hace suya la divisa de dividir para someter. Todos van a lo suyo y cada quien forcejea hacia su bando, porque lo nuestro entró en un profundo eclipse histórico.

En Bolivia hemos desatado la otredad negativa: unos se han convertido para otros en una amenaza y esto transforma al país en un virtual campo de Marte. Lo terrible: todos podemos quedar atrapados en esta maquinaria mortífera. El filósofo Ortega y Gasset escribió en El hombre y la gente: “El mundo es la maraña de asuntos o importancias que el Hombre está, quiera o no, enredado, y el Hombre es el ser que, quiera o no, se halla consignado a nadar en ese mar de asuntos y obligado sin remedio a que todo eso le importe”.

Esta disociación debe importarnos, porque la vida de todos se juega en si somos capaces de enhebrar lo desenhebrado y en re-ligar lo desligado. El único conjuro que tenemos a la mano es volver la mirada al bien común –sólo nos hace grandes abrazar lo grande; porque replegarnos sobre el ombligo individual y/o grupal es el camino asfaltado hacia el país de los liliputienses.



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