La libertad de expresión es uno de los más preciados derechos de las personas y en regímenes democráticos debe gozar no solo de reconocimiento sino de amplia protección para su ejercicio.
No en vano, los dictadores le temen a la palabra de sus opositores o simples disidentes y extreman recursos para impedir que se conozcan voces distintas a las suyas. Ejemplos sobran (lamentablemente no bastan): Mussolini, Hitler, Stalin, Pol Pot, Castro, Ortega, Maduro, Trump, Netanyahu, etcétera.
La libertad de expresión está reconocida por varios instrumentos internacionales, algunos no vinculantes, como la Declaración Universal de Derechos Humanos, y otros vinculantes, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el de San José de Costa Rica. La anterior Constitución Política del Estado lo reconocía en el artículo 7 inciso b) y la actual en el artículo 21.5.
Durante la dictadura banzerista, el derecho a la libre expresión fue claramente vulnerado. En las aulas universitarias no se podía opinar sobre muchas cosas sin riesgo de ser cuando menos detenido si no torturado, exiliado o asesinado.
El manifestar mediante carta la disconformidad de los estudiantes con las condiciones materiales de la universidad Tomás Frías, y la petición de que se solucione tal problema, le costó a nuestro dirigente Oscar Iporre Orsolini una noche de detención y pateadura en la famosa Dirección de Orden Político (DOP).
Algo parecido le sucedió a un albañil que, en 2018, cuando Evo Morales estaba en la ciudad de Potosí, gritó “Bolivia dijo no”. Fue inmediatamente detenido y procesado penalmente.
Durante los últimos días hemos asistido a una proliferación del ejercicio del derecho a la libre expresión de cierto sujeto que, mostrándose tal cual es, aunque todavía no llegó al poder, ha proferido amenazas de todo tipo:
“A los que me quieran hacer daño les va a costar. Soy un policía formado cuatro años en la Academia, bien entrenado, de carácter fuerte, de mente fuerte, coraje y huevos, y sé defenderme. He sido entrenado también, y a los que me quieran hacer daño, piénsenla bien, porque si fallan en el intento yo no les voy a perdonar. Si me van a hacer algo a mí, piénsenla bien, planifiquen bien porque me dan oportunidad de volver y los voy a buscar. Les voy a enseñar a respetar (…). Así que a todos los que me quieren hacer daño, piénsenla bien, porque si se equivocan yo no les voy a perdonar. Así de claro”.
La democracia no necesita un energúmeno de esa naturaleza que no se da cuenta que, con su actitud, está poniendo en un brete al candidato ganador de la primera vuelta celebrada el pasado 17 de agosto.
Irresponsable, ignorante e irrespetuoso al extremo está transgrediendo los límites del derecho a la libre expresión y promoviendo reacciones como la de Eddy Condori López, un exdirigente alteño que lo ha desafiado a llegar a la ciudad de El Alto, donde lo esperará. “Lara, demagogo, un alteño te espera, carajo”, espetó Condori, al mejor estilo de Milei.
Haciendo uso de su derecho a la libre expresión, un vocal del Tribunal Supremo Electoral ha manifestado que pedirá que se prohíban encuestas para la segunda vuelta porque, en su opinión, se equivocaron durante la primera.
Alguien comentó su lamentable idea diciendo que no hay manera de verificar a priori si una encuesta falló o no, amén de que parece que, en general, las encuestas no fallaron porque advirtieron un alto número de indecisos que se inclinaron por la dupla finalmente ganadora. Sugirió, adicionalmente, una ley para prohibir la guerra sucia en campañas.
La propuesta del vocal dio paso a la reacción de otros sujetos, cada día más energúmenos, que se expresaron con dureza respecto a su iniciativa, incurriendo a su vez en exageraciones inadmisibles en tiempos democráticos.
Ven a Lara como poseído por Evo Morales, juran y perjuran que Paz Pereira es la continuidad del MAS en el poder. En fin, su fanatismo les nubla el razonamiento y, a título de libertad de expresión, dicen lo que se les canta.
Un llamado a la cordura no viene mal, pidiendo a todos serenidad en momentos en que Bolivia parece encaminarse a mejores días, en los cuales las libertades de expresión y pensamiento, de asociación, de sindicalización, de petición, de acceso a la justicia y un largo etcétera tendrán vigencia plena como la tuvieron antes de 2006.
No podemos olvidar que el derecho a la libre expresión no es ilimitado y que uno no puede ofender a otros en su dignidad y decoro a su gusto y sabor. No en vano el Código Penal tipifica y sanciona los delitos de difamación, injuria y calumnia, que protegen el honor de las personas y que se cometen, precisamente, cuando se hace mal uso de este derecho.
Carlos Derpic es abogado.