Luego de la holgada victoria que el MAS obtuvo en 2020, los masistas, ufanos, acuñaron una frase: “55%, somos mayoría”, en referencia al porcentaje que obtuvieron superando por casi el doble a Comunidad Ciudadana del ex presidente Carlos Mesa, que les permitía –según ellos– hacer lo que se les antoje en Bolivia.
Fue la frase con la que, agresivamente, irrumpieron en instalaciones de las diversas oficinas públicas para hostigar a quienes estaban trabajando en ellas desde el gobierno constitucional interino de Jeanine Añez.
La consigna era clara: el que no es del MAS no tiene derecho a trabajar, repitiendo lo que, entre 2006 y 2019, habían hecho los militantes de este partido.
Lo único que el MAS no consiguió alcanzar en esa elección fue la mayoría de dos tercios en la Asamblea Legislativa, con la que hubiera repetido los abusos en que incurrió a lo largo de los sucesivos períodos en los que estuvo en el poder. Pero solucionaron ello modificando los reglamentos de debates de senadores y diputados, y bajando de dos tercios a mayoría absoluta el porcentaje para decisiones importantes, como el nombramiento de embajadores o los ascensos en las Fuerzas Armadas y la Policía, tarea que fue ejecutada por los parlamentarios masistas salientes.
Hoy, después de haber casi desaparecido del escenario electoral boliviano, han acuñado otra frase que ya ha sido dicha por un viceministro y el propio presidente Arce: “Nos van a extrañar”.
¿Qué pasó en cinco años para que el “partido más grande de la historia de Bolivia” (Evo Morales dixit) haya pasado de aplanar a ser aplanado?
La huida de Morales y el fracaso de su plan para hacer arder Bolivia fueron determinantes en la destrucción del MAS. Quienes se quedaron en Bolivia, luego de la formidable movilización pacífica ciudadana, se lo echaron en cara, como sucedió con Eva Copa, que resistió la imposición del jerarca en las elecciones municipales de El Alto y derrotó a Maquera, el candidato del fugado, que estaba recibiendo compensación por haber enviado a su gente a morir en Senkata.
A la pérdida de liderazgo de Morales se añadió el hecho de las denuncias de pedofilia y pederastia que lo envolvieron, lo que desató pugnas internas y abrió paso a intereses personales al interior del MAS. Así emergió el presunto inspirador del modelo económico socio comunitario productivo, dispuesto a ser reelegido en 2025.
La situación económica que vive Bolivia en la actualidad (inflación, escasez de dólares y de gasolina y diésel, subida de precios de productos de todo tipo) demuestra que el mentado modelo, que no es otra cosa que capitalismo de Estado, volvió a fracasar y que los slogans al estilo de “estamos saliendo adelante” o “industrialización con sustitución de importaciones” eran simples patrañas sin asidero en la realidad y para continuar engañando a la población.
La división del MAS (había estado dividido ¿no?), negada hasta el hartazgo por varias personas, se hizo evidente a plenitud en las elecciones. El MAS ya no es más lo que fue (y no se ha reciclado en la candidatura de Rodrigo Paz, como afirman los negacionistas de su división). Muchas bases de este partido dejaron de ser masistas y apoyaron otras opciones políticas.
Los abusos y la corrupción también jugaron su papel en la debacle masista, lo mismo que la asquerosa manipulación de la justicia, que llevó a decenas de ciudadanos a sufrir cárcel siendo inocentes y a varios a la muerte, como José María Bakovic, Marco Antonio Aramayo y al cívico potosino Juan Carlos Manuel.
La brutal represión que ejerció la Policía en varias oportunidades, como en Chaparina, en el paro cívico de Santa Cruz o en la toma de la ciudad de Potosí, para detener al exdirigente cívico Marco Pumari, también jugó su papel.
Lo mismo que la actitud de protección y escolta a los grupos de choque masistas organizados por el viceministro al que hicimos referencia al inicio de la columna, y formados por “servidores públicos”, como el matón que trabajaba en la ANH, que se hicieron ver infinidad de veces, la última el 10 de enero de 2023.
¿Vamos a extrañar a los gobiernos del MAS? ¡Claro que los vamos a extrañar, faltaba más! Pero no por haber sido buenos gobiernos, sino por toda la larguísima serie de abusos que, desde 2006 en adelante, cometieron en contra del pueblo de Bolivia, en contra de todo aquel que no se sometió a sus dictados, en contra de todas las personas que denunciaron los abusos masistas con la frente en alto.
Claro que los vamos a extrañar porque nos parecerá raro realizar marchas y no ser reprimidos; nos asombrará poder acceder a la función pública sin ser del partido de gobierno. No podremos creer que no se obligue a los servidores públicos a asistir a proclamaciones y a dar cuotas de sus sueldos.
Nos parecerá de otro planeta que haya jueces idóneos probos e idóneos y no los sinvergüenzas que ahora, antes de que el MAS se vaya del gobierno, han empezado a liberar a todos aquellos que mantuvieron ilegal e injustamente encarcelados.
Los vamos a extrañar, por cierto, pero ya no son mayoría y ya no pueden abusar del pueblo boliviano.
Carlos Derpic es abogado.