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Puente del Topater | 31/12/2024

De rodillas frente a Chile

Ronald MacLean-Abaroa
Ronald MacLean-Abaroa
Tengo atravesada en el pecho la más fuerte interjección que pudo emitir mi bisabuelo agonizando frente al joven oficial chileno que lo conminó a rendirse para evitar rematarlo. “Que se rinda su abuela, ¡carajo!”, alcanzó a balbucear Eduardo Abaroa en 1879 con 11 tiros en el cuerpo, vomitando sangre.

Aquel fue un acto de dignidad patriótica. Y no fue el único. Cientos de miles de bolivianos han sembrado el suelo patrio con sus vidas en el campo del honor, antes de rendirse sumisos ante el enemigo. Desde la batalla del Alto del Alianza donde jóvenes indígenas paceños –los Colorados de Bolivia– murieron ensartados por la bayoneta enemiga, pero caídos sobre el cadáver chileno, en un desesperado ultimo reflejo vital. 

Hoy, en contraste, veo avergonzado e indignado en mi rol de excanciller de la República a un jovenzuelo, mal vestido y peor enterado del significado de aparecerse en Santiago de Chile, con su Ministerio del Interior de represión, abdicando principios de convivencia diplomática y asumiendo compromisos grises, para vergüenza y humillación de Bolivia. 

El acuerdo que Eduardo Del Castillo acaba de firmar con Chile, a través del cual Bolivia ha aceptado que migrantes de terceros países que hayan pasado la frontera de manera irregular (sobre todo venezolanos) sean devueltos a nuestro país, junto a migrantes nacionales que también lo hubieran hecho, es incomprensible. ¿Acaso nos conviene que retornen los venezolanos a Bolivia, un país en el que no quieren quedarse? ¿Cómo Bolivia podría hacerse cargo de semejante responsabilidad con la profunda crisis en la que se encuentra? ¿Construiremos campos de refugiados en la frontera cuando Chile los deporte? ¿Y qué haremos con los migrantes bolivianos expulsados? ¿También detenerlos? Me cuesta entender qué gana Bolivia con todo esto. 

En diplomacia, la forma tiene tanto significado como el fondo. Es el mensaje mudo pero vigoroso que refleja el sentido y contenido de un acuerdo. En este triste caso, no existiendo relaciones diplomáticas bilaterales entre Chile y Bolivia, pudieron haberse humillado más discretamente firmando esos acuerdos infames en un terreno neutral como la sede de la OEA, aquí lejos en Washington DC, donde se tiene un representante ducho en acuerdos “truchos”, arbitrajes, negocios y concesiones de dudosos y objetables compromisos.

En el fondo y objeto, estos acuerdos son un logro y éxito diplomático excepcional para Chile, objetivos legítimos que venían persiguiendo por varios años, y hasta décadas, sin lograr la anuencia boliviana, a ningún costo. Súbitamente, el presidente boliviano, rector de la política exterior, envía a su justiciero a la capital chilena a tocar las puertas por el lado de La Moneda. ¿En qué moneda? Equivalente a la negociada por su agente diplomático con la empresa chilena Quiborax, a la que su enviado arbitró un pago ¡14 veces mayor a los tres millones de dólares de compensación que la empresa exigía originalmente!

Ahora, se sabe que Bolivia viene sirviendo de país de tránsito y facilitador a decenas de miles de venezolanos, haitianos y de otras nacionalidades con destino a Chile, en busca de asilo, pan y trabajo; pero también camuflados entre los anteriores, a cientos de “agentes provocadores”, criminales y subversivos que envían Cuba y Venezuela.

Que Bolivia otorga pasaportes a subversores y terroristas iraníes y de otros países del eje hegemónico de Rusia, para participar en próximas “convulsiones sociales”, secuela de los disturbios de octubre de 2019 en Santiago, también es sabido.

Que existe una tolerancia y hasta complicidad de parte de sectores de la izquierda chilena en el gobierno de Boric, que apoya esa inmigración política, es igualmente conocido.

Para regular y ordenar toda aquella situación descontrolada de inmigración humanitaria, pero también político-subversiva, Chile requería indispensablemente la colaboración de Bolivia. Al igual que EEUU, por motivos similares, requiere la colaboración de México, y ha llegado a acuerdos fronterizos y de aduanas, ofreciendo en compensación una serie de ventajas y privilegios en retribución por la tarea de retener en su territorio y expulsar de vuelta a sus respectivos países de origen, y finalmente “filtrar” la migración remanente a los EEUU, y en caso que nos atañe, realizar similares tareas en Bolivia para la migración a Chile.

¿Qué otorga Chile en compensación? Es un misterio. ¿Por qué Bolivia súbitamente cambió de actitud frente a ese país y el presidente Luis Arce encarga a su ministro del Interior claudicar su objeción de marras a colaborar con Chile de forma tan evidente en este tema fronterizo?En Chile se especula que Bolivia está obteniendo facilidades para “hacer la vista gorda” a la importación boliviana de petróleo ruso bajo sanción internacional, petróleo transportado por barcos con bandera de terceros países, pagando un “premio” para obtener esa facilidad. ¿Cuánto, cómo y a quién? Nadie sabe.

Consultado el solitario wawa-ministro de Gobierno sobre este cambio súbito de actitud diplomática de Bolivia hacia Chile, éste solo atinó a decir que nuestro país quería mejorar sus relaciones exteriores con Chile, cosa que ni los chilenos le creen. Este es el mismo ministro que está impulsando la extradición de su exjefe y líder Evo Morales a los EEUU, para lo cual ya facilitó su extradición exprés y a quien pretendió “raptar” –al estilo del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho– imagino también que para mejorar las relaciones diplomáticas con EEUU.

En el acto de firma de los acuerdos en el palacio presidencial de Chile y transmitido por los canales de televisión de ese país, no pude dejar de observar los rostros incrédulos y disimuladamente sonrientes de los asistentes oficiales en abultado número. Asistió el canciller chileno junto a la ministra del Interior Carolina Tohá, en una reversión de jerarquías forzada por el protagonismo in-protocolar del ministro boliviano. Mientras las cámaras no dejaban de enfocar al político socialista, excanciller, exministro del Interior y exsecretario de la OEA, José Miguel Insulsa, que con mirada torva y sonrisa mueca parecía disfrutar la desventura y humillación boliviana. 

Así se manejan tristemente las relaciones exteriores de Bolivia, desde el “interior obscuro” de los operadores de la represión con careta de justicia. Para vergüenza e ignominia nacional.

Ronald MacLean es catedrático; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado. 

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