El Chaco es un área territorial compartida con
Argentina y Paraguay; es un ecosistema que tiene exigencias y condiciones en
función de la geografía, la organización, producción y cultura. En el lado
boliviano, sus habitantes dicen que “en el Chaco no hay sequía, lo que no hay
es agua”, condicionando la producción agrícola y ganadera a los 400 milímetros de
lluvia al año. Esto ha obligado al desarrollo de tecnologías que aprovechen la
humedad y realicen la siembra de agua para que sobrevivan personas, animales y
vegetales.
En esas condiciones, el Chaco es un lugar expulsor de población por las distancias y la ausencia de Estado. Las personas que viven en él lo hacen por un apego excepcional al terruño y a la condición de sentirse parte de una colectividad con expresiones propias que los contiene; la identidad está en todas las manifestaciones sociológicas y antropológicas que tienen las culturas del mundo en materia de imaginario, comida, alegría, tristeza, fiesta, organización y valores.
Con toda la información acumulada sistemáticamente desde hace 30 años por la Participación Popular, focalizada en jurisdicciones con autoridades que administran recursos y competencias, hoy podemos aproximarnos con una visión disruptiva a este territorio cuya población se resiste a rendirse y desarrolla la creatividad festiva que se necesita para espantar a la muerte.
La primera cualidad está expresada en la combinación cultural y étnica unida con la sociedad nacional. La relación no ha sido pacífica desde tiempo de la Colonia al habérsele declarado la guerra en nombre del rey por la belicosidad e insurgencia que acompañaba a los chiriguanos/avas/guaranís. En la república, el recuerdo de Kuruyuki forma parte de los momentos humanos lacerantes que debemos superar sin olvidarlos para que no se produzcan nuevamente. Hoy, el Chaco ha realizado su trabajo histórico y todos, maduramente, están en un trabajo inteligente de aproximación.
La segunda está marcada por un evento no del todo visibilizado que, sin embargo, es parte de los relatos de las noches, la Guerra del Chaco. Aunque es nombrada, no forma parte todavía de una manifestación cotidiana, ya no para recordar el enfrentamiento, sino para recoger un escenario bélico que posicionó tres consecuencias definitivas para Bolivia: el reconocimiento de la construcción nacional fundida en “las arenas candentes del infierno verde del chaco”, la presencia boliviana en el Río Paraguay para salir al Atlántico, y el afianzamiento de la zona petrolera gracias a las cuales hemos sobrevivido como Estado.
La tercera tiene que ver con un modo de producción y desarrollo de grandes y cada vez mayores dificultades por la incomprensión de los gobiernos de lo que significa el Chaco desde el punto de vista productivo. Hace muy poco la estupidez de una autoridad gubernamental discutía que no era posible que “una vaca tenga en el Chaco cinco hectáreas mientras los hermanos no tienen ninguna”, y que desconoce la realidad de un territorio que no puede calcularse en el número de habitantes sino en las condiciones que deben preservase para respetarlo y conservarlo.
Y finalmente, estamos encontrando, en la suma de todas ellas, una posibilidad excepcional unida al Turismo Sostenible. Los siete municipios de la provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz, con ajustes para los municipios de los departamentos de Chuquisaca y Tarija, pueden ofrecer interna e internacionalmente, destinos complementarios para ayudar a la naturaleza, que las personas que viven en ella, lo hagan con dignidad.
El reciente festival del queso de Cuevo, el Santuario de la Virgen de Fátima en Boyuibe, la resistencia de la benemérita Charagua, la vida solariega de Lagunillas con el recuerdo de Melgarejo y el Che Guevara, la ciudad petrolera y universitaria de Camiri y los municipios ganaderos de Gutiérrez y Cabezas, pueden articularse en un destino atractivo y generador de desarrollo. Y que, sumados a los atractivos del chaco chuquisaqueño y tarijeño, pueden constituir una esperanza de verdad. Ya existe la experiencia de las tres mancomunidades municipales departamentales y la Manchabol que las agrupaba, para recuperar la historia y el trabajo realizado.
Estamos construyendo otra Bolivia reconociendo sus territorios.