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En voz alta | 04/11/2024

Ceguera y mudez

Gisela Derpic
Gisela Derpic

Si los archivos del hospital de Sacaba existen y están conservados; si contienen el registro de abortos practicados a niñas, adolescentes y jóvenes campesinas desde los años 90; si se pudiera acceder a esa información, entonces se tendría en las manos la punta de un enorme ovillo de datos ciertos relacionados con la comisión de delitos de violación y estupro contra esas mujeres. En muchos casos, por parte de cocaleros. De base, algunos; dirigentes la mayoría; en especial, uno. Al respecto, según terceros que viven con la culpa de su silencio encubridor, sólo se cuenta con las versiones de médicos y enfermeras, dichas en voz baja y previa promesa de reserva. Es que ellos encubrieron los abusos y fueron los sujetos activos de la comisión de los abortos. No hablaron ni hablarán por el principio de que “nadie está obligado a declarar contra sí mismo” y por el terror fundado que sienten ante el poder sindical, fuerte y abusivo por su naturaleza criminal.

Hay también muchos testigos de las redes de tráfico y trata de las niñas y adolescentes. Como Arce, sus ministros y esbirros. Mudos también. Callan los nombres de los alcahuetes, proveedores de esos seres desvalidos convertidos en objetos para calmar los inagotables bajos instintos del poderoso pervertido. Callan porque son parte del iter criminis, de la ejecución continuada de los delitos, convertida en política gubernamental no declarada. Ellos son quienes eligen a las víctimas en festivales intercolegiales y juegos deportivos pluri, se encargan de convencer a sus padres con prebendas y amenazas hasta que las entreguen, y entonces conducirlas ante el jerarca mayor. Para colmo de males, no faltan “voluntarios” progenitores, de la peor calaña, que ofrecen a sus hijas a cambio de un plato de lentejas.

Él Jefazo, encaramado ya en la cúspide del poder, se pasó el tiempo abusando de ellas, viajando de aquí allá, jugando fútbol, hablando dislates durante horas ante las adormiladas turbas ignorantes y sus amarrahuatos aplaudiendo a rabiar. Incluyendo a muchos europeos a quienes hasta ahora se les cae la baba ante el supuesto indígena, extraño ser sin lengua materna. Sin pudor alguno, ofendió de palabra a las mujeres las veces que se le ocurrió. Seguro de su impunidad. Algunos ejemplos fueron recogidos por diversos medios de comunicación:

En 2010 afirmó: “Cuando voy a los pueblos, quedan todas las mujeres embarazadas y en sus barrigas dice Evo cumple”.

En 2011 Morales dijo: “Si yo tuviera tiempo, iría a enamorar a las compañeras y convencerlas de que no se opongan. Así que, jóvenes, tienen instrucciones del presidente de conquistar a las compañeras yuracarés trinitarias para que no se opongan a la construcción del camino”.

La copla que cantó en 2012: “Este Presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón”.

En la inspección gasífera en Chimoré, cuando se acercaba a las azafatas que estaban en el lugar, les lanzó una frase ciertamente ofensiva. Les preguntó si eran “perforistas o perforadas”.

En enero de 2019: “¿Saben por qué no he bailado? Las hermanas cholitas estaban con calza”.

Después de haber renunciado y fugado ante la rebelión ciudadana pacífica por el fraude de 2019, reducido a jefe de los cocaleros, muere de deseo por su adorada silla. Su anillo “precioso”. Por tenerlo está dispuesto a seguir destruyendo el país. Un país que le importa lo mismo que la inocencia, los sentimientos y el futuro de las niñas y adolescentes que abusa desde que fue encumbrado como ficha fuerte de la política boliviana por quienes no vieron o no quisieron ver el monstruo que estaban creando. Por quienes siguen mudos, vergonzosamente. Incluyendo, con muy pocas excepciones, a las promotoras de la “política para asegurar a las mujeres una vida libre de violencia”, canceladora del debido proceso tratándose de los varones de 18 y más años, convertidos en un verdadero sector vulnerable, en riesgo de ir a dar con sus huesos a las cárceles a sola denuncia con valor de plena prueba porque proviene de unos seres angelicales que no mienten. Ellas nunca denunciaron, ni se manifestaron y menos movilizaron contra los abusos del poderoso depredador sexual de niñas probados con certificados de nacimiento de los hijos producto de los estropicios.

Es que en tiempos posmodernos todo puede ser líquido y fluido. Por capricho y conveniencia, miedo e intereses. Porque todo es relativo, hasta la moral y los valores para ciertas élites sintonizadas con los bajos instintos del vulgo. Pero no es así. Aunque no guste, el Sol sale por el este y se pone por el oeste, la tierra se mueve y el Bien no es el Mal. Distinguirlos es la receta para abrir los ojos y la boca como se debe. Sin transacción alguna posible.  

Gisela Derpic es abogada.



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