Varios columnistas han escrito estos días con relación al Bicentenario de Bolivia y lo han hecho, en su mayoría, en tono pesimista, como dando a entender o diciéndolo sin ambages que no hay qué celebrar este 6 de agosto.
Eso me ha llevado a recordar algunos hechos de mi vida y de la vida de otras personas que han cumplido años en medio de situaciones complicadas. Por ejemplo, cuando en 1973 cumplí 16 años con la nariz enyesada y los ojos morados porque una semana antes me la partió un compañero de curso, en una pelea de esas que solían haber antes: uno contra uno, sólo a golpes de puño y hasta que uno de los contendientes sangre.
Peor fue en 1980, porque el día de mi cumpleaños llegó cuatro días después de la muerte de mi padre. ¿Era posible, en ambas circunstancias, celebrar mi cumpleaños? ¿Es admisible que una persona celebre su natalicio si un día antes se quedó sin trabajo? ¿o si fue abandonada por el amor de su vida? ¿o maltratada ese mismísimo día? Respondo enfáticamente que sí. Y afirmo que no solamente que es posible, sino que es necesario hacerlo.
Y afirmo esto porque las cosas buenas que le suceden a uno son muchas más que las malas. No hay que darle cuerda al infortunio ni amargarse la vida inútilmente, porque la amargura y el sufrimiento no son la vía para continuar caminando, y están más en nuestras cabezas que en la realidad.
Así, adentrémonos un poco en algunas de las cosas maravillosas que tiene Bolivia, que ameritan celebrar sus 200 años de vida con agradecimiento, respeto y alegría, dejando atrás la discusión acerca de si debió o no nacer como república independiente, pues aquí está, cumpliendo un año más de vida y no un año cualquiera.
La guerra de la independencia en América del Sur se había iniciado precisamente en el territorio que hoy es Bolivia, donde, el 25 de mayo de 1809, tuvo lugar el Grito Libertario de Chuquisaca. Muy poco después, el 16 de julio del mismo año, el grito se repitió en La Paz. Pese a ello, antes que Bolivia nacieron las otras repúblicas sudamericanas: Paraguay, en 1809, Colombia y Chile, en 1810, Paraguay y Venezuela en 1811. Argentina en 1816 y Perú en 1825 (la historia de Uruguay y Brasil es diferente).
La influencia y apoyo que otros países recibieron del Alto Perú fue innegable, como se evidencia, entre otros lugares, en la Casa Histórica de Tucumán, en la cual se proclamó la independencia de Argentina el 9 de julio de 1816. Un boliviano (potosino) fue el primer presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Cornelio Saavedra.
La nueva república se estructuró alrededor de la actividad minera de Potosí, centrada en la explotación de la plata en aquella época, que tuvo tal influencia que el nombre de Argentina tiene su origen en la denominación latina de este metal (argentum), lo mismo que el “Río de la Plata” y el nombre de uno de los principales equipos de fútbol de ese país.
Bolivia tiene todos los climas del mundo, como lo puede certificar quien ha tenido la dicha de viajar por el territorio nacional. Altiplano, valles y trópico coexisten en nuestro país que cuenta, además, con maravillas naturales como el salar de Uyuni (codiciado no sólo por chinos y rusos) y el bosque chiquitano (vilmente agredido por interculturales y algunos empresarios en los últimos años).
El Cerro Rico de Potosí, de cuyas extrañas salió el metal que contribuyó al desarrollo del capitalismo y que financió la construcción de la Basílica de San Pedro, en Roma, continúa dando su riqueza. Los nevados de la Cordillera Oriental de Los Andes (Illimani, Huayna Potosí, Condoriri, Mururata e Illampu) que se abre al ingresar a territorio boliviano, y que permanecen pese al calentamiento global y el cambio climático, impactan por su belleza y sobrecogen a cualquier ser humano con sensibilidad, igual que el Sajama, que se alza imponente en la Cordillera Occidental.
Los ríos Piraí, Mamoré, Ichilo, Madre de Dios, Beni, Pilcomayo y Grande que riegan nuestro territorio, aunque algunos lamentablemente contaminados por el mercurio, y otras porquerías que usan sujetos ávidos de enriquecimiento rápido a costa de lo que sea, son otra maravilla natural. Un parte del territorio nacional conforma la Amazonía, que es la mayor reserva de biodiversidad del mundo.
Bolivia es ejemplo de diversidad cultural y étnica. Criollos, mestizos e indígenas quechuas, aimaras y guaraníes han coexistido y coexisten en su territorio. La exclusión que caracterizó a los primeros años de la república va dando paso a un proceso de integración que construye lo nacional, respetando la identidad y la diversidad. Las mujeres van ganando día a día espacios, en medio de las exageraciones en que incurren algunas.
El proletariado boliviano, en particular el minero, fue objeto de admiración en muchas partes del mundo y aunque en agosto de 1985 fue derrotado por el 21060, su aporte a la construcción nacional no puede ignorarse. Quedan los signos de su presencia en mina, muchas de ellas abandonadas, y en fábricas que permanecen aún en Achachicala, en la ciudad de La Paz y otros lugares.
Regiones como el oriente, con el aporte indiscutible de Santa Cruz, Beni y Pando; los valles de Chuquisaca, Tarija y Cochabamba, y el occidente, expresado en Oruro, Potosí y La Paz, conforman también otra forma de entender la realidad boliviana, la realidad regional, inexistente en otros países de América y el mundo.
¡Cuánto intelectual ha dado Bolivia al mundo! Imposible enumerar a todos aquellos que en diferentes ámbitos han contribuido no sólo al desarrollo de un pensamiento nacional, sino al pensamiento científico y filosófico, y cuyas obras son objeto de búsqueda incesante de quienes quieren saber más, dentro y fuera del país.
La música es otro ámbito en el cual Bolivia se ha destacado y destaca en la actualidad, a nivel de compositores e intérpretes de todo tipo de géneros como la clásica, folklórica, autóctona. Se trata de notables orquestas o bandas y de intérpretes individuales. El aporte de la música de las misiones chiquitanas y mojeñas es indiscutible y tiene impacto mundial.
Lo mismo sucede en otros ámbitos del arte, como el teatro, la poesía, la literatura, la dramaturgia, la arquitectura y la pintura.
Historiadores destacadísimos han sido bolivianos, lo mismo que médicos, ingenieros y abogados. En este último caso, habrá que recordar que hubo juristas honestos e independientes que no se autoprorrogaron y que administraron justicia aplicando las leyes, sin obedecer órdenes de nadie.
Una Iglesia comprometida con los intereses nacionales y de los más necesitados, ocupando un puesto principal en acciones de mediación, que evitaron derramamiento de sangre, y comprometiéndose en la construcción de una Bolivia mejor. Esa es otra de las cosas que tiene Bolivia.
Pese a las continuas frustraciones, el fútbol, normalmente en manos de incapaces y deshonestos, supo darnos la alegría del Sudamericano de 1963 y la clasificación al Mundial de Estados Unidos de 1994.
Dejemos de mirar a Bolivia como lo peor y a considerarnos inferiores a otros. Tomemos el ejemplo de los hermanos Francisco, Julio y Marcos Cazas Cardozo que están celebrando a todo dar el Bicentenario de Bolivia en Tucumán, acompañados de muchos amigos argentinos. O el de la Asociación “Sagárnaga”, en Francia, que desde hace casi 40 años promueve la música boliviana en Europa, por inspiración del “Gringo” Gilbert Favre y Jean Vidaillac.
Y tomemos muy en serio al padre Piotr Nawrot, polaco de nacimiento y principal promotor del Festival Internacional de Música “Misiones de Chiquitos”, quien, además de afirmar que el que quiere conocer la música del mundo está obligado a visitar Bolivia, dijo que Dios lo había bendecido permitiendo que conozca nuestro país y a su gente.
¿Estado fallido? ¿No Bicentenario de la República de Bolivia? ¿Lloremos en vez de celebrar?
¡No señor!
¡Bolivia, por siempre Bolivia!
Carlos Derpic es abogado.