Han pasado casi dos semanas desde el inobjetable triunfo electoral del MAS
y el discurso de los ganadores ha tenido una evolución negativa. De entrada
dijeron que iban a gobernar en unidad y para todos, pero lo primero que
hicieron fue despojarse del problema de tener que consensuar decisiones con la oposición
en la Asamblea Legislativa, eliminando los dos tercios para la mayoría de las
decisiones.
Parecería que el MAS navega entre dos orillas: la de un verdadero giro hacia una posición más democrática o la continuidad de un estilo de gobernar –el de Evo Morales– que le costó haber perdido no solo una elección en octubre de 2019 sino el gobierno en noviembre de ese año y el respaldo de buena parte de la ciudadanía.
Las primeras señales no han sido buenas y el ánimo de revancha no ha desaparecido del todo del discurso. La sombra de Morales continúa siendo un factor de inquietud y la autonomía de las decisiones que vaya a adoptar el presidente electo, Luis Arce, está en duda.
A más de un mensaje tranquilizador sobre quién iba a tener la responsabilidad de gobernar, Arce no ha dicho mucho y las decisiones que van corriendo –2/3 incluida–parecen más obra de su antecesor que de él mismo. Son, como lo diría el vocero de campaña del MAS, Sebastian Michel, el “legado” de la bancada conformada por Morales hace más de cinco años, una herencia autoritaria que quiere sobrevivir.
En el sector privado hay preocupación de que se quiera administrar una situación económica crítica, absolutamente inédita para el nuevo Presidente, con las viejas fórmulas de la pasada bonanza. Las arcas del país no están llenas como en otras épocas y es poco probable que vuelvan a estarlo si se considera que el mundo ya no es el mismo que el de hace solo uno o dos años.
Los empresarios tuvieron una relación compleja con el exministro de Economía. Muchos se quejaron de su soberbia y de muchas decisiones que impuso sin haber buscado el consenso con nadie. Se teme que las torpezas puedan convertirse en el día a día de una gestión que deberá enfrentar un escenario incierto.
Con escasa credibilidad, el nuevo mandatario dijo que el gobierno saliente dejó mal la economía, cuando lo que en realidad sucedió fue que en los 14 años anteriores aparentemente no se hizo nada para enfrentar las coyunturas adversas y los ciclos críticos de precios de las materias primas.
Se anticipa que podría haber una reducción del tamaño del aparato público. Se trata de un doble mensaje: no hay muchas pegas, ni plata para pagarlas. Pero no se dice que la multiplicación de la burocracia fue obra del gobierno de Evo Morales y que los gastos crecieron astronómicamente precisamente por eso.
La clientela de Arce es grande, las demandas muchas y los recursos escasos. Con el impuesto a las grandes riquezas –¿cuáles?–, una de las medidas anunciadas por el Presidente, no se conseguirá compensar las pérdidas y la reducción del IVA es un arma de doble filo. Puede ayudar a que se recuperen algunas empresas y negocios, pero también mermará los ingresos fiscales en épocas de vacas flacas.
El período en el que usualmente las nuevas autoridades gozan del beneficio de la duda será mucho más corto, porque las urgencias se acumulan y el intento de echar toda la culpa al que se va tendrá un pobre resultado.
Además, y para colmo de males, es muy probable que hacia diciembre el país tropiece con la segunda oleada de casos del COVID 19 y que sea necesario nuevamente disponer medidas que impliquen costos económicos.
Si a todo eso se añade que entre noviembre y febrero los municipios y gobernaciones del país estarán en plena disputa electoral; puede suponerse que Arce no tendrá todo a su favor y que su luna de miel podría ser mucho más corta de lo que se espera.
Quedan muchas cosas por descifrar en las próximas semanas y el sentido del retorno de Evo Morales no es un tema menor. El exmandatario y sus amigos argentinos han organizado un regreso que se quiere apoteósico. Ingresará por Villazón y recorrerá varios pueblos del sur hasta llegar a Chimoré, el lugar desde donde salió al “exilio” justamente el 11 de noviembre del año pasado. Con aires de Libertador o de Túpac Katari renacido, el todavía jefe del MAS quiere echar su sombra personal sobre los primeros días de la gestión de Arce.
Hasta dónde se puede saber el gobierno será de Arce, pero la lucha por el poder podría darse en el ámbito de los movimientos sociales, donde el nuevo mandatario no tiene experiencia y mucho menos liderazgo. Morales sabe que para gobernar no se necesita estar en Palacio, porque en su visión ser líder seguramente tiene más relevancia que ser Presidente, una tensión que marcará la historia inmediata del país y el devenir de la gestión de Luis Arce.
Entre los caprichos de un líder que se resiste a ser parte del pasado y la
inseguridad de un Presidente que busca su propia identidad, Bolivia inicia lo
que podría ser un nuevo ciclo o el fin de uno que comenzó hace más de catorce
años.
Hernán Terrazas es periodista.