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Puente del Topater | 24/07/2022

Andrés Soliz Rada: el último nacionalista

Ronald MacLean-Abaroa
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Dicen que hasta la pobreza se hace más llevadera con dinero.

Bolivia se ha debatido históricamente entre la pobreza y la inestabilidad política, mismas que se han retroalimentado mutuamente. Para cerrar la brecha de nuestras necesidades básicas colectivas, tradicionalmente hemos recurrido al endeudamiento público y privado o a echarle mano a lo ajeno disfrazado de diferentes maneras.

Una de esas formas ha sido “nacionalizar” inversiones privadas bolivianas y extranjeras, que han terminado generalmente convertidas en empresas deficitarias, o sea, desangrando las arcas públicas en vez de engordarlas.

Mi primer empleo, luego de graduarme y regresar al país, fue en el Instituto Nacional de Inversiones (INI) que, mediante una ley dictada en 1971, ofrecía amplísimos incentivos fiscales para atraer capitales privados a Bolivia. Pero la ola “nacionalista” de la época, que había expropiado a la Gulf Oil Company, (la petrolera estadounidense y única inversión extranjera relevante) seguida de una cadena de golpes militares tenía atemorizados a los inversionistas. Estaba aún fresca la memoria de cualquier incauto que se animara a apostar a la ruleta boliviana. 

Tuvieron que pasar más de 25 heroicos años de institucionalizar la democracia y estabilizar el país para que se consiga históricamente el mayor influjo de capital extranjero a Bolivia. Es decir, que lo que los bolivianos no podíamos ahorrar para invertir en nuestro país, como Estado o como individuos, lo conseguimos del extranjero. 

No solo se logró una inyección de más de 2.500 millones de dólares ($us 2’500.000.000) por el 50% de las empresas públicas, sino que también se traspasó la otra mitad de la propiedad de esas empresas capitalizadas individualmente a todos y cada uno de los ciudadanos bolivianos mayores de 18 años. El valor grueso de las empresas capitalizadas subió a 5.000 millones de dólares ($us 5’000.000.000). De los cuales la mitad nos pertenecía a cada uno de los bolivianos. 

Entra Evo Morales en escena y decide por sí y ante sí “nacionalizar” esas empresas. Es decir, echarle mano a lo ajeno extranjero y boliviano. Y ahí empieza la piñata. 

Andrés Soliz Rada, nacionalista eximio, y el primer ministro de hidrocarburos de Evo Morales, colaborado por el ingeniero Enrique Mariaca, también de tradición de izquierda nacionalista, ordenaron una auditoría de las empresas petroleras capitalizadas para verificar el cumplimiento de sus contratos. Con criterio amplio, contrataron a empresas internacionales, incluso estadounidenses, para esa tarea. Los informes detectaron importantes irregularidades o incumplimientos que debían ser esclarecidos o indemnizados por las empresas en defecto. 

Pero, entregados los informes auditados, éstos fueron secuestrados por el vicepresidente Álvaro García Linera y, por tanto, nunca fueron hechos públicos.  Supuestamente los mismos fueron negociados secretamente con las empresas infractoras, en complicidad con aquellas autoridades que anteriormente hubiesen actuado negligentemente. Este hecho fue denunciado por el ministro Soliz Rada. Lo que le costó el cargo. Lamentablemente, ambos, Soliz Rada y Mariaca, han fallecido, pero no sin antes haber hecho pública su denuncia de lo anterior.

Evo Morales ha ratificado que las sucesivas nacionalizaciones, especialmente las del sector petrolero, se hicieron por iniciativa personal suya y pese a las objeciones de su ministro Soliz Rada, y con el asesoramiento de “técnicos” argentinos, cubanos, venezolanos y españoles.

Y no fue que Soliz Rada se opusiera a las nacionalizaciones en sí. Él se oponía a que éstas se convirtieran en un negocio corrupto como luego ocurrió con la negociación secreta de los informes de auditoría de las petroleras capitalizadas. Allí tomaron el manejo de ese “negocio” los “técnicos” cubanos y aquellos que creen “que el que no afana es un gil” directamente con Evo Morales y seguramente con su Rasputín, García Linera, hoy desaparecido y millonario en la Argentina. Así empezó ¡la danza de los millones!

Causa estupor y casi lástima escuchar a Evo Morales develar esta “descapitalización” de Bolivia. El negociado de las nacionalizaciones estuvo en los arreglos turbios de las compensaciones; y para muestra un botón: Héctor Arce Zaconeta negoció la compensación a Quiborax por 42,6 millones de dólares ($us 42.600.000), cuando originalmente la empresa exigía solo tres, ¡tres millones de dólares ($us 3.000.000)!, en una negociación personal y secreta denunciada por el propio Encargado de Negocios del gobierno del MAS en EEUU y también Cónsul General en Chile, General (r) Freddy Bersatti.

En una lista incompleta de “compensaciones” enumeradas por Morales, el país se ha despojado de más de 1.000 millones de dólares ($us 1.000.000.000), que han salido al exterior. Eso sólo para “nacionalizar” la porción de los capitalizadores extranjeros. ¿Y qué de lo nuestro, de la otra mitad de propiedad de los ciudadanos bolivianos? Es que con lo nuestro no pueden “negociar”. Se la pasaron al Estado gratis, sin darnos un peso. Ello para que sea “administrado” por una nueva entidad publica a cargo del sistema de pensiones que Luis Arce Catacora está tratando de formar hace once (¡11!) años, y aún no funciona.

Y no era que Soliz Rada y Mariaca no hubieran querido nacionalizar. Era que, aun estando equivocados –a mi parecer– eran hombres honestos y genuinamente nacionalistas, opuestos al saqueo del país al que se dieron a la tarea Evo, García Linera y sus “muchachos” de comparsa “socialista” que, entre otras, descapitalizaron al país, y se hicieron de gran parte de esos 1.000 millones de dólares, haciendo así más llevadera su pobreza personal.

*Fue Alcalde de La Paz y Ministro de Estado de la República de Bolivia. 

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