Seguramente ha escuchado hablar de “inflación” y “estancamiento”, y, seguramente, también, le preocuparía que eso pase en nuestro país, porque la inflación viene a ser una suerte de impuesto ciego que quita poder adquisitivo a los salarios, en tanto que el estancamiento económico lo que hace es, destruir empleos por falta de crecimiento. Sin embargo, hay algo peor que eso…
Según el Banco Mundial, todo parece indicar que el mundo se enfila hacia un proceso de “estanflación” que afectaría a todos, directa o indirectamente.
La estanflación (stagflation, en inglés) es un acrónimo de stagnation (estancamiento) e inflation (inflación), un fenómeno que, para muchos economistas, resulta la peor de las combinaciones porque el negativo impacto se da por doble partida, y la posibilidad de salir de una crisis así, con políticas tradicionales, se hace muy difícil, por lo que habría que evitarla a toda costa.
La teoría económica dice que cuando el crecimiento de la producción de bienes y servicios de un país disminuye, la consecuencia es el aumento del desempleo, lo que debería llevar, por una menor demanda, a una disminución generalizada de precios (deflación); sin embargo, lo particular de la estanflación es que, mientras el número de desocupados sube y baja el poder de compra en las familias, la subida general de precios continúa, provocando una pérdida de poder adquisitivo adicional. La última estanflación se dio en los ´70, luego del auge petrolero.
Asociando ideas, recuerdo los años ´80, cuando, producto de la crisis de la deuda externa y el pésimo manejo económico en Bolivia (con el tipo de cambio como Talón de Aquiles), se produjo una de las hiperinflaciones más dolorosas de la Historia en época de paz, al mismo tiempo que el desempleo campeaba. Nadie quiere llegar a una situación así, sin embargo, más de un país latinoamericano parece empeñado en lo contrario.
“En medio de una abrupta desaceleración del crecimiento, aumenta el riesgo de estanflación”, tituló un reciente Comunicado de Prensa (Banco Mundial, 7.06.2022), dando cuenta que a los daños de la pandemia de COVID-19, se ha sumado la invasión de Rusia a Ucrania provocando una desaceleración económica mundial. El Informe “Perspectivas económicas mundiales” de dicho organismo, advierte que el riesgo de estanflación existe y dañaría principalmente a las economías de ingreso medio y de ingreso bajo, como Bolivia.
El pronóstico de crecimiento mundial de dicho organismo para el 2022 ha bajado al 2,9% -lejos del 4,1% publicado a inicios del año- por la disminución de la actividad económica, la inversión y el comercio, con lo que muchos países podrán volver a caer en recesión, dijo el Presidente del Banco Mundial, David Malpass. Según dicho Informe, si la inflación mundial no cede el próximo año, esto podría llevar a una desaceleración en todo el orbe, provocando crisis financieras en mercados emergentes y economías en desarrollo.
De confirmarse, la seria complicación para diferentes gobernantes, de manejar una potencial crisis de esta naturaleza con métodos tradicionales es que, por ejemplo, si implementan políticas fiscales y monetarias contractivas a fin de bajar la inflación, esto podría provocar una recesión y empeorar el desempleo; por el contrario, de encarar políticas expansivas para fomentar la inversión, el consumo y la demanda interna, y con ello reanimar las contrataciones y generar empleo, esto podría alimentar más la inflación. ¿Qué hacer, entonces?
De cara a enfrentar con éxito este escenario, el Banco Mundial recomienda a los países a “abstenerse de implementar políticas distorsionadoras, como controles de precios, subvenciones y prohibiciones de exportación, que podrían acrecentar el reciente aumento en los precios de los productos básicos. En el contexto complejo de una mayor inflación, un menor crecimiento, una situación financiera más restrictiva y un limitado espacio para la política fiscal, los Gobiernos deberán redefinir la prioridad de los gastos para orientarlos a brindar apoyo específico a las poblaciones vulnerables”.
Siendo que una situación de estanflación mundial afectaría a Bolivia, con el comercio exterior como vía de transmisión de las crisis en países con los que se relaciona a través de la exportación y la importación, la mejor forma de “blindarse” (palabra sacrosanta) a futuro, sería diseñar políticas públicas de contención concertadas con los verdaderos actores del desarrollo: los micro, pequeños, medianos y grandes empresarios. O… ¿qué dice Ud.?
Gary Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional