Resulta al menos curioso que, para Bolivia, en este mes hubiesen ocurrido muchos de los más emblemáticos acontecimientos de su vida nacional –para no hablar de los que sucedieron con anterioridad a la República en este territorio, como el que celebraremos mañana, 20 de octubre: la fundación, en primera instancia, de La Paz, por cuenta de Alonso de Mendoza, en la planicie de Laja-. Entre algunos que aún están frescos, tenemos el fatídico 17 que sentenció al segundo gobierno de Sánchez de Lozada, al que le siguió el de su sucesor, el entonces Vicepresidente, Carlos Mesa; el “primero”, como se decía antes, el fallo de la CIJ (La Haya, 2018) por el cual el país ya no tiene opción de apelación ni reclamo ulterior para un acceso con soberanía al Pacífico –también el 20 del mismo mes, pero de 1904, se firmó el Tratado de Paz y Amistad con Chile, implícita renuncia a la salida al mar a cambió de algunas compensaciones económicas-; Asimismo, más recientemente, se destapó un fraude sin precedentes en la era democrática y se inició una acción ciudadana que, luego de 21 días, produjo la huida del promotor del mismo.
Podríamos seguir enumerando hechos, entre próximos y lejanos, que se produjeron el décimo mes del calendario, sin embargo, quiero cerrar la lista con el que a mi juicio es el más importante de todos: el de la instalación de la democracia en Bolivia, aquel 10 de octubre de 1982.
Este año asistí a dos actos relacionados con la memorable fecha: el conversatorio promovido por la Asociación de Periodistas de La Paz y la “serenata” organizada por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, con la presencia de su Presidenta, Amparo Carvajal.
El de la APLP fue plausible dado que no es frecuente que personajes vinculados al régimen, así sean de segunda o tercera línea, asistan a foros que consideran “neoliberales” (en realidad son renuentes al debate y tenían, en tiempos de Morales Ayma, la consigna de no comparecer en debates con opositores –el propio cocalero condenaba los debates–). Pero ahora que tienen asuntos que enrostrarse entre sí, tengo la impresión de que vamos a verlos más frecuentemente en eventos de esta naturaleza, y siempre de a dos: uno por los “evistas” y otro por los “arcistas”.
En el mencionado conversatorio, en representación del ala “arcista” estuvo el señor Freddy Bovaryn. Lo menciono porque una de sus aseveraciones me dejó anonadado. Palabras más, palabras menos, dijo que a los bolivianos no les interesaba la democracia, que ésta fue una imposición del imperio norteamericano a los países del sur. Descomunal desconocimiento de la historia y bofetada a los protagonistas de la lucha contra las dictaduras (mi padre, entre ellos, y mi propia familia que sufrió penurias por su exilio). Afortunadamente, en la testera estaba Rodrigo Paz Pereira, cuyo testimonio dejó malparado al mentado “boborín”. Eso, sin desconocer que Estados Unidos jugó un papel preponderante al abjurar de su doctrina de seguridad nacional promotora de dictaduras militares en Latinoamérica.
Hilando fino –leyendo entre líneas–se podría concluir que los masistas, sean “evistas” o “arcistas”, sienten un profundo desprecio por la democracia. Si alguna vez la abrazaron, prontamente abjuraron de ella.