Hace casi 10 años, todavía en tiempos de
Cristina Fernández como presidenta de Argentina, se estrenó una película
excepcional, Relatos salvajes, de Damián Szifron; fue nominada al Oscar a la
mejor película en lengua extranjera y merecía ganar esa estatuilla porque es
sin lugar a dudas un drama excepcional por su originalidad, excelentes
actuaciones y el ingenio con el que dibuja una parte de la
realidad del ser humano de este siglo, en Argentina, en el resto de los Andes,
en Egipto, o en cualquier otro país.
Esta película es una obra universal precisamente por ser tan local, tan porteña específicamente. Y nos muestra el hastío a la irracionalidad, y la irracionalidad de la solución a este. El relato de Bombita, el buen ciudadano que termina atrapado por la burocracia generalizada, y que hace estallar una bomba, es posiblemente la historia central de ese grupo de cuentos un tanto sórdidos.
Szifron se adelantó, desde el punto de vista política, a los argentinos como colectivo, que acaban de optar con la misma lógica de Bombita, alterados con todo lo malo que sucede en su país, con la inflación galopante y cruel, y votaron por Javier Milei, el que ofreció dinamitar el Banco Central.
Milei se asemeja mucho a Bombita, aunque no tiene ni la simpatía ni el carisma de Ricardo Darín, quien personifica a ese personaje (eso sí, el actor y el político comparten su amor por los perros, aunque en el caso de Milei lo lleva a dudosas situaciones metafísicas).
Es posible también que Milei sea casi tan buen actor como Darín, aunque como dije antes, sin el carisma de este, y que en realidad haya estado representando el papel con el que una buena cantidad de los argentinos se identificaron. Muchas de sus propuestas vociferadas durante su campaña no son fáciles de cumplir, y no solo por la composición del parlamento argentino, sino por otros factores inherentes a la realidad de un sociedad.
Es sin embargo posible que tome medidas contundentes que frenen la inflación, algo que se sabe por experiencia en otras geografías, y en otros momentos históricos, es factible, como Bolivia lo demostró.
Ahora bien, más allá de lo que pueda significar Milei para unos y para otros, y más allá de su tono que es francamente desagradable, lo cierto es que el presidente electo argentino significa para un hito importante dentro de la vida democrática de su país. Me refiero al importantísimo mecanismo que hace que haya un recambio en el poder (más allá de la dudosa experiencia del periodo de gobierno del expresidente Mauricio Macri). Lo cierto es que lo que pervierte a cualquier país es el anquilosamiento, la fosilización de un determinado grupo de personas, en este caso el entorno Kirchner.
Milei no podrá actuar como Bombita porque eso le quitaría legitimidad y con eso podría terminar de la misma manera como terminó Pedro Castillo en Perú. La institucionalidad argentina, débil tal vez, pero envidiable para nosotros en Bolivia, no puede ser desdeñada. Recordemos que ha sido posible llevar a cabo un juicio contra la vicepresidente en ejercicio, Cristina Fernández, respetándose las formas y su fuero, y no llevándola a la cárcel, así, a la mala. Eso es algo también muy importante en la democracia, aunque algunos no lo crean.
Dentro de una semana se inicia un interesantísimo período de la historia argentina, que además afectará directa o indirectamente a nuestro pequeño país.