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Mundo | 26/06/2025   17:35

La extraña paz latinoamericana en un mundo en guerra

La grave situación bélica que enfrentó a Israel y Estados Unidos con Irán se convirtió en un nuevo foco de preocupación por un conflicto generalizado. Mientras tanto, América Latina parece un oasis de paz en el escenario mundial. ¿Seguirá así esta vez?

Imagen elaboración Connectas.
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Brújula Digital|Connectas|26|06|25

Leonardo Oliva

En los últimos días, el fantasma de una hipotética tercera guerra mundial se paseó otra vez por el planeta. Los intercambios de bombas y misiles entre Israel e Irán, junto al bombardeo de Estados Unidos contra las instalaciones nucleares iraníes, hicieron pensar a muchos que la temida conflagración estaba a la vuelta de la esquina. Pero a pesar de la preocupación, América Latina mira este escenario con tranquilizadora lejanía, como ya lo hizo en las dos guerras mundiales que ensangrentaron al resto del globo en el siglo XX. 

Nuestra región, por supuesto, tiene muchos problemas y hasta más graves que los de Europa o Medio Oriente. Pero allí, los tambores de la guerra resuenan a cada rato. Por eso, la pobreza y la violencia urbana latinoamericanas no alcanzan a afectar el beneficio de vivir en un continente con más de un siglo de convivencia pacífica entre las naciones.

Las estadísticas prueban esta extraña paradoja. Según un estudio de Nature Food, ante la hipótesis de una guerra nuclear sólo diez países se salvarían de una hambruna global, de los cuales siete se ubican en América Latina (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Costa Rica, Panamá y Haití). Y en el último Índice Mundial de la Paz dado a conocer hace pocos días, América del Sur fue la única región del mundo que registró una mejoría. 

“En América Latina no existen en este momento conflictos territoriales. Y en general hay una relación cordial, a pesar de diferencias ideológicas de sus gobiernos”, reconoce Carlos Estarellas, experto ecuatoriano en derecho internacional y miembro de la Corte Permanente de Arbitraje con sede en La Haya. “No hay armas químicas ni ese interés por destruir al vecino. Existen otros problemas, pero no tenemos el de la carrera armamentista ni guerras de ese tipo en la región”, sintetiza. 

Más allá de algunos conflictos, en Sudamérica y Centroamérica, en la primera mitad del siglo XX, las guerras entre países de la región son parte de un pasado ya escrito en los libros de historia. En las últimas décadas, sea por la convicción pacifista de los gobiernos o por sus economías escuálidas, el militarismo agresivo ha permanecido bajo control. Una rareza en un mundo que va en sentido contrario tanto en Medio Oriente como en Europa, en Estados Unidos, en las dos Coreas, en China, en India o en Pakistán, entre otros. Allí, la retórica belicista adorna la agenda pública casi a diario y amenaza con arrastrar a la economía mundial a una recesión. 

Javier Johanning Solís, coordinador del Observatorio de Política Internacional de la Universidad de Costa Rica, aporta dos posibles razones de esta paz latinoamericana. Por un lado, “los conflictos interestatales han sido pocos y se han conducido de forma relativamente pacífica, probablemente por la presencia de Estados Unidos, que hace que los actores se restrinjan para evitar que la potencia dominante a nivel global entre en alguno de los conflictos”. Por otro lado, “los organismos multilaterales que tenemos han mostrado efectividad a lo largo de los años, especialmente la Organización de Estados Americanos, que ahora está bastante desprestigiada”.

Sin embargo, como dice Johanning Solís, “la situación de seguridad en países como México, Ecuador, el triángulo norte de Centroamérica o Haití difícilmente permite decir que América Latina es una región pacífica. Es la más desigual del mundo y bastante violenta, con una alta tasa de homicidios en ciertos países que provoca que no pueda decir yo que haya como una excepcionalidad latinoamericana”.

Es cierto. Por décadas los latinoamericanos nos hemos asesinado en las calles, y hemos convertido a muchas ciudades de la región en las más violentas del mundo. Pero a la par, es la única del mundo donde el desarrollo de armas nucleares no ha avanzado. Incluso América Latina fue la primera región en declararse zona libre de estas armas. Sucedió en 1967, con la creación del Tratado de Tlatelolco.

De la neutralidad a la parcialidad

Mientras cultiva la costumbre de mantener relaciones pacíficas entre sus países, Latinoamérica observa la nueva guerra que amenaza la paz mundial entre Israel e Irán. Y pese a la lejanía, la neutralidad no parece una posición cómoda para los líderes de la región. “Es hora de decidir si apoyan a un régimen terrorista como Irán”, apuró la Casa Blanca a los países de la OEA, que celebra su Asamblea Anual esta semana en Antigua y Barbuda.  

Presidentes de izquierda como Lula, Boric, Petro y Arce cuestionaron el bombardeo estadounidense de las instalaciones nucleares iraníes, pero sin defender explícitamente al régimen de los ayatolas ni criticar la ofensiva israelí en Teherán. Esa posición “equidistante” contrastó con la de Maduro, que expresó la “absoluta solidaridad con el noble pueblo de Irán y su Gobierno”; y también con la de Milei, que se fue al otro extremo: “Israel está salvando la cultura occidental”, dijo al aplaudir la decisión de Trump.   

Está claro que más allá de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, Irán no tiene alianzas perdurables en Latinoamérica. Ni, por lo visto en los últimos días, tampoco en el mundo, donde ni Rusia ni China han salido a defenderlo, más allá de criticar los ataques israelíes y estadounidenses. El régimen iraní está aislado y más en nuestra región, donde ha quedado señalado como promotor del terrorismo.

De hecho, en Argentina no olvidan que los atentados a la embajada de Israel (1992) y a la mutual judía AMIA (1994) llevaban las huellas de Irán, según concluyó la investigación judicial. “El régimen iraní es el responsable de haber traído el terrorismo a América Latina y haberse cobrado más de 125 muertes y medio millar de heridos entre los tres atentados que a sí mismo se reivindicó”, dice Ariel Gelblung, director para la región América Latina del Centro Simon Wiesenthal. A los dos ataques mencionados suma la explosión del avión de Alas Chiricanas en cielo panameño en 1994.

En ese sentido, un informe del Wilson Center de diciembre de 2023 expresó preocupación por el avance del grupo chiíta libanés Hezbolá -apoyado y financiado por Teherán- en la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina. “Ha sido durante décadas el centro de la actividad iraní y de Hezbolá en América Latina, aprovechando las grandes comunidades libanesas y chiítas de la diáspora”, dice ese documento.

Para Gelblung, los presidentes que cuestionan la ofensiva israelí-estadounidense en Irán son “absolutamente hipócritas: sostener en estos casos razones de derecho humanitario esconde un verdadero sesgo ideológico”. Apuntó especialmente contra Boric, porque “hay un profundo desconocimiento al confundir bases atómicas con instalaciones nucleares”. Y en el caso de Maduro, recordó que, a pesar de sus palabras a favor de Irán, “retiró de Teherán sus diplomáticos y ejecutivos comerciales”.

Pero Johanning Solís no coincide con la posición del dirigente judío. El especialista costarricense considera que “lo que está sucediendo entre Israel y la República Islámica de Irán es un ataque unilateral, un ataque preventivo que no está normado internacionalmente. Esto hace entonces que los ataques que empezaron el 12 de junio sean vistos como ilícitos a la luz del derecho internacional público”.

El académico compara este conflicto con el que enfrenta a India y Pakistán y con lo que ocurre en Ucrania con la invasión rusa. Para él, estas guerras “ponen en cuestión las bases fundamentales del orden y el sistema internacional, que se basa precisamente en el principio de igualdad soberana de los estados”. 

Con ese principio, consolidado tras la Segunda Guerra Mundial, se inició una era de multilateralismo y resolución pacífica de conflictos internacionales que, salvo en América Latina, parece estar llegando a su fin. Nuestra región ha tenido suerte, porque los tambores de guerra no resuenan por estos lados. Allá lejos, en Israel, en Irán o en Ucrania, llueven bombas del cielo; aquí, las chances de morir por la explosión de un misil por ahora son nulas. Nada de lo cual garantiza que, en un ambiente global tan enrarecido, a algún autócrata latinoamericano se le ocurra sumarse al discurso belicista dominante.



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