Joe Biden y Kamala Harris
Brújula Digital|22|07|24|
José Rafael Vilar
Tras
24 días de fuerte presión del Partido Demócrata, Joseph Robinette Biden Jr.
declinó su pretensión de repetir ser el candidato demócrata a las elecciones de
noviembre, arguyendo que: “Es lo mejor para mi partido y el país”. El 20 de
enero de 2025 cerrará definitivamente 54 años de actividad política pública –en
1972 fue elegido como uno de los senadores más jóvenes en la historia del país,
cargo que ejerció por 36 años– y se retirará con 82 años de ser el presidente más
longevo de la nación norteamericana– Trump le seguirá en el segundo lugar en enero
de 2025, con 79 años.
¿Por qué se retira Biden de la campaña presidencial? ¿Qué ha sucedido en las últimas semanas que le hiciera tomar esa decisión? Por esperada que sea, la noticia es no menos impactante; sólo un presidente demócrata, Jimmy Carter (1980), perdió la reelección y dos presidentes en ejercicio de ese partido (Franklin Pierce, 1856 y Andrew Johnson, 1868) perdieron la nominación en la Convención Nacional de su partido.
El intríngulis de la decisión está en la acelerada posibilidad de una debacle demócrata en las elecciones de noviembre.
Las alarmas empezaron el 28 de junio, cuando los precandidatos de los dos partidos principales –Biden y Trump– se enfrentaron por primera vez en esta campaña en un debate televisivo sumamente esperado, sobre todo porque muchos votantes indecisos querían confirmar que Biden tenía fortaleza y capacidad intelectual para dirigir la nación cuatro años más.
Pero el debate fue fatal para Biden. The New York Times lo describió “divagando y mascullando sus respuestas (…). Biden habló con voz ronca y entrecortada, cerrando los ojos de vez en cuando para reunir pensamientos que a veces no podía organizar (…). Las dificultades de Biden no solo fueron evidentes cuando hablaba. Durante largos intervalos permaneció en silencio, con los ojos desorbitados y la boca abierta”. Trump lo caracterizó durante el evento: “Creo que ni él mismo sabe lo que acaba de decir”.
Al principio, Biden se negó a considerar su renuncia. No le preocupó su caminar inestable. Tampoco cuando presentó, poco después, al presidente Zelensky como “Putin” o habló de la vicepresidente Harris como la “vicepresidente Trump”. O cuando olvidó el nombre de su secretario de Defensa –Lloyd Austin– y se refirió a él como “el tipo negro” seguido de pausas para tratar infructuosamente de recordarlo.
Pero el colofón de esta historia –la guinda de la torta– fue el incruento atentado contra Trump el 13 de julio pasado: tras éste, la candidatura de Biden se convirtió, ya sin dudas, en el potencial detonante de una debacle fatal no solo para él sino para todo el Partido Demócrata, con riesgos de perder la mayoría en el Senado y sufrir mayores retrocesos en la Cámara Baja.
La reclusión de Biden por el Covid-19 le brindó una última posibilidad “elegante” de retirarse y despedirse sin destruir a su partido, dejando a su vicepresidente Kamala Harris como su heredera. Sin embargo, no le será fácil al Partido Demócrata (y menos a Harris), los desafíos futuros.
Harris era una senadora poco conocida cuando Biden la agregó a su fórmula en 2020. Mujer negra de descendencia también asiática, su inclusión sirvió para contentar al sector demócrata más de izquierda.
El proceso para elegir a Harris como candidata podría ser por votación virtual a principios de agosto o mediante Convención “abierta”, el 19 de agosto, en la que todos los delegados comprometidos elegirían libremente ante el retiro de Biden, fungiendo como una miniprimaria (la última fue en 1968 y terminó con una elección desastrosa). Ambas serían muy inciertas si se sumaran otros contendientes; el tiempo es escaso para que el liderazgo demócrata resuelva el tema lo antes posible.