La guerra, que Israel declaró a Hamás después de la ofensiva del grupo islamista, que causó más de 1.200 muertos y 240 secuestrados, ha dejado más de 15.000 gazatíes muertos, la mayoría mujeres y niños.
|Brújula Digital|29|11|23|
|Anas Baba|EFE|
Agotados, indignados, hambrientos algunos y
sin esperanza, los desplazados palestinos de Gaza todavía tienen fuerzas para
soñar con un alto el fuego permanente que ponga fin a las matanzas
indiscriminadas de civiles y a la destrucción causadas por el Ejército israelí
y regresar a sus casas, los que todavía las conservan. Se calcula que en el
norte de Gaza, la parte de la franja más afectada, dos tercios de las viviendas
han sido destruidas.
“No hay frazadas, estamos a merced de la lluvia, no hay comida, en el bolsillo tengo cinco séquels (1,2 euros) para alimentar a tres personas y los precios dan miedo”, dijo a EFE una alterada Amma Ahmed, de 50 años y que como la mayoría de los palestinos no se ha beneficiado de la ayuda humanitaria que comenzó a entrar el pasado viernes con la tregua alcanzada entre Israel y Hamás y que vence este miércoles si las partes no alcanzan una nueva extensión.
Es algo que ha reconocido el propio Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA) que ha asegurado que ha podido entregar comida a 120.000 palestinos, ni siquiera un 10% del más de millón y medio de gazatíes que han huido de los ataques israelíes y de los más de dos millones que viven en este enclave castigado.
La guerra, que Israel declaró a Hamás después de la ofensiva del grupo islamista, que causó más de 1.200 muertos y 240 secuestrados, ha dejado más de 15.000 gazatíes muertos, la mayoría mujeres y niños.
Ayuda humanitaria insuficiente
“Seis días, simplemente, no son suficientes para brindar toda la asistencia necesaria. La gente de Gaza tiene que comer todos los días, no sólo durante seis días”, aseguró la directora del PMA para la Región de Oriente Medio, Norte de África y Europa del Este, Corinne Fleischer, en un comunicado en el que se resumían la situación en la Franja con tres sustativos: “Hambre, desesperación y destrucción”.
Um Gazan, de Shati Gaza, pero que se encuentra desplazado en Jan Yunes, tampoco ha tenido acceso a la ayuda humanitaria. Dice sentirse abandonada por la comunidad internacional y por los países árabes, a los que califica, llena de rabia, de “hijos de perra”.
“Yo lo que quiero es volver a mi casa. Quiero que se acabe todo esto, que haya un alto el fuego definitivo, estamos hartos. No quiero una extensión, quiero volver a mi casa. Los niños tienen hambre, tienen frío. No le importamos a nadie”, dice tras asegurar que no ha encontrado ni un bote de conservas para comer.
El frío y la lluvia ha empezado a asomarse a la Franja, donde muchas calles están repletas de gente buscando algo de comer, combustible o una garrafa de gas.
Al paso de los camiones cargados con ayuda muchos jóvenes se abalanzan para intentar robar cualquier cosa.
Los palestinos quieren vivir en paz
Mahmud Abdelatif al Hayar tiene 28 años y asegura que está haciendo cualquier cosa para poder comer: “vendo cigarrillos, comida, lo que sea”.
”Hay miedo, no hay seguridad. Que se dejen de treguas, queremos vivir, queremos una paz definitiva”, dice Al Hayar antes de preguntarse si es que los europeos o los egipcios son mejores que los palestinos.
“Queremos vivir. La gente tiene hambre. ¿De qué nos ha servido todo esto, eh, de qué nos ha servido? Nuestras casas están destruidas, todo está destruido. Los camiones de los que hablas, los camiones son para las escuelas de desplazados y nosotros, ¿no somos desplazados? Nuestras casas han sido bombardeadas. No hay justicia. Un litro de jugo cuesta 80 séquels (20 euros), una bolsa de queso que en Egipto cuesta tres libras (0,08 euros) aquí cuesta 10 veces más”, zanja.
Para Sameh Balush, habitante del norte de Gaza y desplazado en el sur “la tregua solo beneficia a la ocupación. Nosotros somos desplazados y solo queremos volver a nuestras casas. A la gente que ha intentado volver al norte no le han dejado. Claro que quiero que se extienda la tregua, que se detenga el asesinato de civiles y las masacres”, dice antes de asegurar que era dueño de una tienda de zapatos que los militares israelíes destruyeron.
Con aspecto agotado, Gasan al Sagar, de 52 años, también sueña con una alto el fuego definitivo.
“Ojalá fuera definitiva, quiero que la tregua sea para siempre. Estamos hartos de la guerra, basta ya. No hay comida ni agua ni gas ni tahina, ni nada. Me paso el día buscando comida y gas”, explica, antes de insistir como el resto de personas consultadas por EFE que no ha notado “nada” con la llegada de los camiones de ayuda.