Brújula Digital |25|10|23|
Varios autores han utilizado la pregunta del título de este artículo. La primera vez que lo oí fue en boca del economista y columnista argentino Juan Carlos de Pablo, en una conferencia en Buenos Aires, allá por los años noventa del siglo pasado.
La pregunta, aplicada a nuestro país, me parece pertinente. Estamos con una crisis de balanza de pagos -que el gran público la percibe como una escasez de dólares-, con un alto déficit fiscal y nos estamos quedando sin sector exportador. YPFB ya no da más y el prometedor litio no despega. Después de 36 años de estabilidad, con algunos bemoles, ha vuelto a planear en el horizonte el espectro de una crisis macroeconómica de gran magnitud. No lo dicen las casandras agoreras, sino los mercados de deuda, que le han bajado la calificación a Bolivia. Ella está solamente por encima solamente de Argentina y Venezuela.
Según los pronósticos de las Instituciones Financieras Internacionales el crecimiento del PIB de este año fluctuará entre 1,8% y 1,9%. Con la información disponible, que no es mucha, es el sector de servicios, especialmente el de servicio doméstico, el que sustentará ese crecimiento.
Se nos dice hasta el cansancio de que la inflación está baja, más precisamente está reprimida con subsidios a los combustibles y controles administrativos de precios y del tipo de cambio. Nuestro presidente aparece en los spots televisivos con la buena noticia de que tenemos la tasa de desempleo más baja de la región, dejando convenientemente de mencionar que tenemos las tasa de informalidad del empleo más alta de Sud América ( 81,5% para 2022 según datos de la OIT). De hecho, los centros de las principales ciudades de país se han convertido en inmensos mercados, tanto de alimentos como de baratijas. El problema del empleo de calidad está intacto.
A los problemas económicos se han venido a sumar los políticos. En un país sin costumbre de consensuar, no se llega a acuerdos legislativos para el saneamiento de la economía. Hay que decir que el poder ejecutivo no hace nada para reconocer las dificultades por las que está atravesando la economía nacional, para remediarlas y para hacer coparticipar a los legisladores en su solución.
Como decía el famoso economista australiano, Max Corden, las crisis se gestan en bonanzas mal administradas. Tuvimos precios e ingresos espectaculares durante el superciclo de altos precios internacionales, 2004-2014. Se invirtió muy poco en institucionalidad en esos años. Solamente se ha de reconocer y aplaudir la extensión de la red de caminos y de edificaciones escolares. No hay mucho más para contar.
Cuando terminó el superciclo, las exportaciones habían caído en valor en un 40% .El gobierno trató de compensar esa caída impulsando la inversión pública, con resultados mixtos. El resultado más saliente fue una disminución muy significativa de las reservas internacionales.
Se tendría que mirar ahora, después de casi dos décadas, qué ha ganado el país con las nacionalizaciones, especialmente la de los hidrocarburos. Por el momento, a prueba todavía de lo contrario, estas nacionalizaciones, después de un corto periodo de auge, sólo nos están trayendo costos.
Sobre llovido, mojado. La pandemia del COVID-19 nos agarró en un muy mal momento, con un sistema de salud muy precario y las heridas que ha dejado a la economía no han cicatrizado todavía. Tampoco estamos preparados para mitigar los actuales desastres medioambientales: incendios forestales, contaminación y abuso del mercurio en la minería.
El gobierno de Arce Catacora se caracteriza por su inefectividad. Se controló, a duras penas y no totalmente, la pandemia. Si no hubiesen sido las vacunas donadas por el COVAX y los Estados Unidos no se habría logrado progreso alguno. No hay todavía un control efectivo de los daños medioambientales.
La devolución, con argumentos leguleyos y contaminados por la política, del Instrumento de Financiamiento Rápido del FMI fue un grave y costoso error. El desprenderse del capital humano calificado fue también otro costoso error.
Por todo lo anterior, no debe llamar la atención que estemos donde estamos.