El 2021, la producción fue 318 mil toneladas métricas versus las 329 mil de 2016 (11 mil toneladas métricas menos). Para el 2021, la superficie cultivada de trigo se redujo en 27 mil ha respecto a 2016. Sin embargo, el rendimiento agrícola incrementó de 1,43, el 2016, a 1,57 el 2021
Producción familiar de trigo. Foto: anapobolivia.org
Brújula Digital |24|03|22|
La pandemia del Covid-19 y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania develaron problemas estructurales que amenazan la seguridad alimentaria de los hogares bolivianos, advierte la Fundación Jubileo. El 2021, la producción fue 318 mil toneladas métricas de trigo, versus las 329 mil de 2016.
En un análisis económico y social de la situación actual a nivel internacional y nacional, Jubileo sostiene que la invasión de Rusia a Ucrania, y el temor por el desabastecimiento, la subida repentina de los precios del trigo pone en riesgo el acceso a este alimento y a la seguridad alimentaria, especialmente de los hogares pobres.
En el caso de Bolivia, se apunta que hubo una tendencia por sustituir la producción local con importaciones de trigo, teniendo una alta dependencia a la importación de harina. Aproximadamente, 70% de la demanda es cubierta por productos importados, por lo que el país es muy vulnerable al contexto internacional.
Menciona que en el Plan de Desarrollo Económico y Social 2021–2025 (PDES, 2021), se plantea “el fortalecimiento de la actividad agropecuaria, donde se busca incrementar la producción de alimentos, protegiendo la seguridad alimentaria con soberanía”, teniendo como meta la sustitución total de importaciones de trigo, lo que implicaría casi triplicar la producción nacional (de 311 mil toneladas métricas, el 2020, a 911 mil, el 2025).
Sin embargo, advierte que la productividad es baja y la superficie cultivada es cada vez menor revelando “un retroceso” en la consecución del ideal de la soberanía alimentaria en este alimento.
La agricultura, silvicultura, caza y pesca es un sector importante para el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, especialmente en el área rural en Bolivia. Datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que, para 2020, este sector aportó 14,5% al Producto Interno Bruto nacional.
Hasta febrero de 2022, el 26,1% de la población ocupada trabajaba en el sector agropecuario. La pequeña agricultura es el mayor proveedor de fuentes de trabajo del área rural y el principal abastecedor de alimentos de la población que vive en las ciudades.
Con base en datos de la Encuesta Agropecuaria 2015 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el estudio del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), “Desmitificando la agricultura familiar en la economía rural boliviana: caracterización, contribución e implicaciones” (2021) estimó que, en el ámbito nacional, “96% de las Unidades de Producción Agrícola (UPA) son de tipo familiar y 4% no familiar, aportando a 60% de la producción agrícola en el país”.
A pesar de que la visibilidad de la agricultura familiar se ha acrecentado a lo largo del tiempo, y se ha hecho más evidente durante el confinamiento de 2020 por la pandemia Covid–19, fue este sector el que abasteció a los principales centros urbanos. Al respecto, la efectiva implementación de políticas públicas y programas se ve cuestionada, considerando que, para el 2022, solo 5% de la inversión pública se destina al sector agropecuario.
Para el año 2021, de acuerdo con la información publicada por el Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural (MDPyEP), en Bolivia se registraron 20,9 millones de toneladas métricas de producción agrícola, donde 15,1% correspondía al rubro de cereales. Es así que casi 70% de la producción nacional de cereales se concentra en el sorgo y el maíz en grano; el trigo representa 10,1% de la producción total de cereales en el país.
Datos del MDPyEP señalan que, para el 2021, la producción de trigo en Bolivia registró un incremento de 2,2% respecto a 2020, debido a un mayor rendimiento agrícola. Sin embargo, la superficie cosechada tuvo una disminución de 1% (2.053 hectáreas menos) debido a factores climáticos como sequías y heladas.
“No obstante, el comportamiento de la producción, así como la superficie cosechada de trigo en Bolivia sufre una disminución en los últimos años. El 2021, la producción fue 318 mil toneladas métricas versus las 329 mil de 2016 (11 mil toneladas métricas menos). Para el 2021, la superficie cultivada de trigo se redujo en 27 mil ha respecto a 2016. Sin embargo, el rendimiento agrícola incrementó de 1,43, el 2016, a 1,57 el 2021”, menciona Jubileo.
Importaciones, versus producción
En lo que concierne al trigo en grano se importaron 55 mil toneladas ($us 14 millones) de las cuales 87,9% se compró de Argentina y 12% de Canadá. Hasta enero de 2022, según datos reportados por el INE, se importaron 16 mil toneladas de harina ($us 5,7 millones) y 2 mil toneladas de trigo en grano ($us 490 mil), lo que representa solo 6% de la importación total de harina del 2021 y 2% del total comprado de trigo en grano.
Por otro lado, la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (CAINCO) señala que Bolivia pierde anualmente $us 61 millones por contrabando de harina de trigo, lo que implica que, en promedio, ingresan alrededor de 170 mil toneladas al país por vía ilegal.
Según el INE, para el 2022 se proyectó para Bolivia una población de 12.006.031 personas, lo que significaría una demanda potencial de 822 mil toneladas de harina de trigo. En el estudio de la Autoridad de Fiscalización de Empresas (AEMP, 2012) se destaca que 72% de la harina de trigo producida nacionalmente junto con la importada era utilizada para la panificación, 24% para la producción de pastas y 4% para la industria de pastelería, galletas y otros.
De acuerdo con estimaciones con base en datos oficiales, se tiene que para el año 2022, la demanda potencial de harina de trigo en Bolivia sería de aproximadamente 822 mil toneladas métricas. Respecto a la disponibilidad de harina de trigo, esta sería de 592 mil toneladas métricas.
El Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural afirma tener 130 mil toneladas de trigo acopiadas en los silos del Estado boliviano para la producción de 1,6 millones de quintales durante este año (160 mil toneladas métricas), lo que representa el stock de harina actual.
“Asumiendo que la disponibilidad de harina de trigo nacional será la misma que de la gestión 2021, esta sería de 245 mil, la producción nacional cubre solo 30% de la demanda”, alerta Jubileo.
Utilizando el último dato (a enero de 2022) la importación de harina de trigo fue 16 mil toneladas de harina de trigo y la disponibilidad de harina de trigo importado fue 1,5 mil toneladas métricas.
“Considerando los datos de la Cainco ingresaría 170 mil toneladas de harina de trigo de contrabando, bajo el supuesto que se mantendría la misma tendencia (…). Bajo este escenario, existiría un déficit de 230 mil toneladas métricas de harina”, señala el análisis de Jubileo.
Recomendaciones
En este contexto y considerando que el trigo, al ser un producto esencial en la canasta básica de alimentos de las familias bolivianas, debe ser un sector prioritario en las políticas públicas del Estado boliviano, Jubileo recomienda trabajar en una agenda de políticas de seguridad alimentaria en una perspectiva de largo plazo que considere:
· Fortalecer a pequeños productores mediante asistencia técnica, para que estos incorporen prácticas de producción agrícola inclusivas y ecológicamente sostenibles en el sector de cereales.
· Priorizar la inversión en complejos productivos territoriales inclusivos, basados en buenas prácticas agrícolas donde se considere el potencial de desarrollo productivo, la generación de efectos multiplicadores (empleo) y la contribución a la seguridad alimentaria en el país para la sustitución de importaciones de trigo.
· Análisis e investigación, además de capacitación técnica e incentivos financieros para lograr un mayor rendimiento agrícola.
· La producción de agrocombustibles debe ser concebida desde una manera integral con la implementación de políticas de desarrollo sostenibles, adecuadas para reducir los riesgos de adopción de cultivos destinados a la elaboración de agrocombustibles sobre la seguridad alimentaria y el medio ambiente, más aún en un contexto de pandemia y conflicto bélico donde la alimentación de los hogares bolivianos está en riesgo.
BD